Edgar Allan Poe fue un escritor norteamericano al que historia y la literatura le deben el reconocimiento de haber sido uno de los primeros y más grandes escritores de relatos cortos y, al tiempo, de cuentos de terror. Incluso entre la larga lista de autores universales que lo han seguido, estudiado y ensalzado, más de uno diría que no uno de los primeros y más grandes sino el primero y el más grande. En efecto, Poe ha quedado en la historia como uno de esos genios, en este caso literario, que de vez en cuando aparecen. Hoy día sus escritos mantienen todo el éxito y la popularidad de siempre. “A Poe se le considera uno de los grandes maestros del cuento. Dejó varios postulados que todavía se mantienen vigentes. Edgar Allan Poe fue un genio literario absoluto. Tuvo un dominio superlativo de todos los géneros y sentó las bases de algunos de ellos como el policial y la ciencia ficción, creando la figura del primer detective analítico”. Pero necesario es señalar que la profesión, a la tarea que con más o menos altibajos dedicó su vida, fue a la de periodista, que incluye naturalmente algunas publicaciones.
Amarga y llena de sufrimiento, compleja y muy difícil fue sin embargo su vida, que, además, tampoco duro mucho, sólo 40 años y ni siquiera hay constancia de cuál fue la causa de muerte: repasando lo que dicen sus biógrafos, se citan, entre otras causas, al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y algunas más. Desequilibrio síquico crónico, uso de determinadas drogas y hasta mala suerte llenaron su existencia. El haber querido vivir de la literatura (desde luego sin éxito) es para algunos estudiosos de su vida otro elemento importante a destacar. Falleció el 7 de octubre de 1849. (Baudelaire, que coincidió en vida con él y fue uno de sus grandes admiradores y seguidores, sitúa su fecha de nacimiento en 1813)
Ya sus primeros años estuvieron llenos de dolor pues sus padres fallecieron siendo un niño y menos mal que un matrimonio de Virginia, Frances y John Allan, por cierto adinerado y de quien tomó el primer apellido, lo recogió y, aunque nunca lo adoptó oficialmente, lo trató como hijo y hasta le hizo heredero. Pero esta circunstancia no acabó reportándole sino padecimiento. Tras pasar un año por la Universidad de Virginia y un breve tiempo en el ejército (hay quien dice que ya era aficionado al alcohol), decidió dedicarse a la literatura, lo que provocó continuas desavenencias con su padrastro, que nunca entendió su proyecto de vida. Pendiente de sus múltiples negocios, en ningún momento demostró simpatía alguna por sus ambiciones literarias y acabó desheredándolo, quedando rotas definitivamente sus relaciones.
Con todo, recuerda Brooks (uno de sus biógrafos más decisivos a la hora de formar su perfil) “Poe era un muchacho nervioso e irritable, con un brillo de ansiedad y tristeza en sus ojos; empezó a tener frecuentes pesadillas, todo ello debido posiblemente a los problemas constitucionales familiares que ya se habían manifestado en su hermana Rosalie. Esta compleja inseguridad de índole física (curiosa, dada sus magnífica capacidad para el deporte), social, y posteriormente financiera, explicaría en gran medida la vida y el carácter de Poe, condicionando asimismo en gran parte todo su trabajo literario”. “He sabido, decía C. Baudelaire, que no bebía como un sibarita sino como un bárbaro, con una prisa y una economía de tiempo muy americanas, como cumpliendo una función homicida, como si tuviese dentro de él algo que matar…”
Pasó su vida profesional escribiendo en periódicos, adquiriendo una cierta fama por su estilo cáustico, lo que le permitió vivir aunque con escasos recursos, en ocasiones casi ninguno, y teniendo que cambiar frecuentemente de ciudad: Baltimore, Filadelfia, Nueva York y de nuevo Filadelfia, siempre pendiente de trabajos en la prensa, a veces con algunos cargos dentro de las redacciones y también vendiendo relatos a otros periódicos del país. Así mismo llevando a cabo diversas publicaciones, bien originales, bien recopilaciones de artículos ya aparecidos. Pero siempre con bajos sueldos y muchas dificultades económicas que apenas podía resolver. Incluso cuando tuvo cierta posibilidad de conseguir algún trabajo más estable, hubo alguna vez en que su carácter y condición personal lo impidieron. En abril de 1833 envió una última carta a John Allan en la que le pedía desesperadamente ayuda: “En nombre de Dios, ten piedad de mí y sálvame de la destrucción” pero este ni le contestó. (En aquel momento cincuenta dólares por su cuento “Manuscrito encontrado en una botella” salvaron la situación).
Pero los periodistas en general encontraban grandes dificultades para cobrar lo convenido a tiempo, recuerda uno de sus principales biógrafos, y “Poe, en sus intentos por abrirse camino en este mundo, se veía continuamente constreñido a pedir dinero a sus empleadores y a todo tipo de situaciones humillantes relacionadas con la cuestión económica, triste estado de cosas que no mejoraría en toda su vida”.
Se casó con una prima suya, Virginia, mucho más joven que él (27 y 13 años respectivamente), parece que primero de manera secreta pero en verdad en 1836 sí que con carácter público. Pero Virginia enfermó de tuberculosis en enero de 1842 (lo que hizo al escritor beber más de la cuenta por la depresión que le produjo la enfermedad) y murió por esta causa en enero de 1847, a los 24 años de edad. Algunos biógrafos han sugerido que los esposos mantuvieron una relación más fraternal que conyugal, que la relación entre ellos pudo haber sido más la de dos hermanos que la de dos esposos y que nunca consumaron el matrimonio. En todo caso parece que Edgar, dada la soledad de su vida de amargura y angustia, buscó siempre en las personas de su entorno más bien consuelo maternal.
Tras la muerte de Virginia, intentó cortejar a otras mujeres, en algunos casos con propuestas de matrimonio, pero todas las tentativas acabaron en fracaso “presumiblemente debido a los problemas de Poe con el alcohol y a su conducta errática”. En la última oportunidad, con un amor de juventud se llegó a fijar la fecha de la boda (tristemente hubiera sido diez días después de su muerte), “con la condición de que abandonara sus malos hábitos” y existen testimonios de lo feliz que se encontraba nuestro hombre. Pero algo raro le ocurrió porque el caso es que de pronto desapareció.
Este es el relato de su final copiado literalmente:
“Y el 3 de octubre de 1849, Poe fue hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio, «muy angustiado, y [...] necesitado de ayuda inmediata». Fue trasladado por su viejo amigo James E. Snodgrass al Washington College Hospital, donde murió el domingo, 7 de octubre, a las 5:00 de la madrugada. En ningún momento fue capaz de explicar cómo había llegado a dicha situación, ni por qué motivo llevaba ropas que no eran suyas. La leyenda, recogida por Julio Cortázar y otros autores, cuenta que en sus últimos momentos invocaba obsesivamente a un tal Reynolds (acaso el explorador polar que había servido de referente para su novela de aventuras fantásticas La narración de Arthur Gordon Pym), y que al expirar pronunció estas palabras: « ¡Que Dios ayude a mi pobre alma!».
Dada la altura literaria y poética, difícil resulta hacer una breve valoración de sus cualidades y de su sentido. Por otra parte algunos de los trabajos de Poe son conocidos y seguidos por sus lectores en todo el mundo.
De entrada hay que señalar que en su opinión la máxima expresión lírica era la poesía, y fue a ella a la que dedicó sus mayores y mejores esfuerzos. Quizá pueda dar fe de esa opinión su poema “El cuervo” (1845) que ya en vida le proporcionó justa fama y es conocido como su trabajo de mayor perfección. Otra cosa es que las necesidades materiales le llevaran a la prosa, materia en la que convencionalmente se expresa el periodismo.
Sin embargo y a pesar de esa opinión la historia le ha concedido el honor de ser reconocido como el creador del relato corto, del cuento, que él consideraba como la segunda forma literaria y es en este género de expresión donde se le conceden sus mejores virtudes y sus más altas cualidades. Y dentro de ellos merecen citarse los de terror y misterio, representados en “Los crímenes de la calle Morgue”. Julio Cortázar (el famoso autor, entre otras, de Rayuela), que se especializó en estudiar a Poe, al traducirlos, ordenó sus relatos de esta manera: 1. Cuentos de terror; 2. Sobrenaturales; 3. Metafísicos; 4. Analíticos; 5. De anticipación y retrospección; 6. De paisaje; y 7. Grotescos y satíricos y afirma que “sus mejores cuentos son los más imaginativos e intensos; los peores, aquellos donde la habilidad no alcanza a imponer un tema de por sí pobre o ajeno a la cuerda del autor».
De sus escritos, se puede destacar, su única novela “La narración de Arthur Gordon Pym”.
En cuanto a las poesías, quizá las más conocidas e interesantes: por supuesto, “El cuervo” (que hemos incluido a continuación); "Espíritus de los muertos"; “Ulalume”; “Un sueño en un sueño”: “Las campanas”, o “El palacio encantado”.
Si difícil es seleccionar entre sus poesías, aún lo es más entre los cuentos pues, además, ahí juega mucho el gusto del lector. Valga esta relación: Metzengerstein"; "El manuscrito hallado en una botella"; "El Rey Peste"; “Los crímenes de la calle Morgue"; "La máscara de la Muerte Roja"; “El escarabajo de oro”; “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”. Y, aunque se desarrolla en Italia, “El barril del amontillado”.
Edgar Allan Poe dejó una huella de las que se dicen imborrables en el mundo de la creación artística y estética. Su sentido de la belleza se expresa en un manejo sutil y elegante de la palabra y de la imagen. Escritor universal, su obra se leyó y se sigue leyendo en todo el mundo. Más aún, ya desde sus primeros momentos y a lo largo del tiempo ha ejercido una gran influencia en multitud de autores, de los que se pueden citar quizá como más significados: Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, William Faulkner, Franz Kafka, H. P.
Lovecraft, o Jorge Luis Borges. Naturalmente Julio Cortázar y también Rubén Darío.
Su influencia en la pintura, la música y, a día de hoy, el cine y la televisión, constantemente presentando y reponiendo temas narrativos de sus cuentos y relatos cortos.
Por citar alguno de los juicios más conocidos sobre el autor, valgan estos dos. Según la Enciclopedia Británica, “Su agudo y sólido juicio como comentarista de la literatura contemporánea, la virtud musical y el idealismo de su poesía, la fuerza dramática de sus cuentos, dotes que se le reconocieron ya en vida, le aseguran un puesto destacado entre los hombres de letras más universalmente reconocidos”. Y para el poeta francés S. Mallarmé, Poe fue “el dios intelectual” de su siglo.
Múltiples y variadas son las versiones que existen a disposición de los lectores, incluso alguna en prosa, pero interesante es ésta de Carlos Arturo Torres
El cuervo
I
En una noche pavorosa, inquieto
releía un vetusto mamotreto
cuando creí escuchar
un extraño ruido, de repente
como si alguien tocase suavemente
a mi puerta: «Visita impertinente
es, dije y nada más » .
II
¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno
e impaciente medía el tiempo eterno
cansado de buscar
en los libros la calma bienhechora
al dolor de mi muerta Leonora
que habita con los ángeles ahora
¡para siempre jamás!
III
Sentí el sedeño y crujidor y elástico
rozar de las cortinas, un fantástico
terror, como jamás
sentido había y quise aquel ruido
explicando, mi espíritu oprimido
calmar por fin: «Un viajero perdido
es, dije y nada más ».
IV
Ya sintiendo más calma: «Caballero
exclamé, o dama, suplicaros quiero
os sirváis excusar
mas mi atención no estaba bien despierta
y fue vuestra llamada tan incierta...»
Abrí entonces de par en par la puerta:
tinieblas nada más.
V
Miro al espacio, exploro la tiniebla
y siento entonces que mi mente puebla
turba de ideas cual
ningún otro mortal las tuvo antes
y escucho con oídos anhelantes
«Leonora » unas voces susurrantes
murmurar nada más.
VI
Vuelvo a mi estancia con pavor secreto
y a escuchar torno pálido e inquieto
más fuerte golpear;
«algo, me digo, toca en mi ventana,
comprender quiero la señal arcana
y calmar esta angustia sobrehumana »:
¡el viento y nada más!
VII
Y la ventana abrí: revolcando
vi entonces un cuervo venerando
como ave de otra edad;
sin mayor ceremonia entró en mis salas
con gesto señorial y negras alas
y sobre un busto, en el dintel, de Palas
posóse y nada más.
VIII
Miro al pájaro negro, sonriente
ante su grave y serio continente
y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:
«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »
Dijo el cuervo: «Jamás ».
IX
En este caso al par grotesco y raro
maravilléme al escuchar tan claro
tal nombre pronunciar
y debo confesar que sentí susto
pues ante nadie, creo, tuvo el gusto
de un cuervo ver, posado sobre un busto
con tal nombre: «Jamás ».
X
Cual si hubiese vertido en ese acento
el alma, calló el ave y ni un momento
las plumas movió ya,
«otros de mí han huido y se me alcanza
que él partirá mañana sin tardanza
como me ha abandonado la esperanza »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XI
Una respuesta al escuchar tan neta
me dije, no sin inquietud secreta,
«Es esto nada más.
Cuanto aprendió de un amo infortunado,
a quien tenaz ha perseguido el hado
y por solo estribillo ha conservado
¡ese jamás, jamás! »
XII
Rodé mi asiento hasta quedar enfrente
de la puerta, del busto y del vidente
cuervo y entonces ya
reclinado en la blanda sedería
en ensueños fantásticos me hundía,
pensando siempre que decir querría
aquel jamás, jamás.
XIII
Largo tiempo quedéme así en reposo
aquel extraño pájaro ominoso
mirando sin cesar,
ocupaba el diván de terciopelo
do juntos nos sentamos y en mi duelo
pensaba que Ella, nunca en este suelo
lo ocuparía más.
XIV
Entonces parecióme el aire denso
con el aroma de quemado incienso
de un invisible altar;
y escucho voces repetir fervientes:
«Olvida a Leonor, bebe el nepenthes
bebe el olvido en sus letales fuentes »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XV
«Profeta, dije, augur de otras edades
que arrojaron las negras tempestades
aquí para mi mal,
huésped de esta morada de tristura,
dí, fosco engendro de la noche oscura,
si un bálsamo habrá al fin a mi amargura »:
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XVI
«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,
por tu poder fatal
dime si alguna vez a Leonora
volveré a ver en la eternal aurora
donde feliz con los querubes mora »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XVII
«Sea tal palabra la postrera
retorna a la plutónica rivera,»
grité: «¡No vuelvas más,
no dejes ni una huella, ni una pluma
y mi espíritu envuelto en densa bruma
libra por fin el peso que le abruma! »
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XVIII
Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto
sigue siempre de Palas sobre el busto
y bajo mi fanal,
proyecta mancha lúgubre en la alfombra
y su mirada de demonio asombra...
¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra
se librará? ¡Jamás!
No hay comentarios:
Publicar un comentario