JUAN DE BETHENCOURT
En el desarrollo de los acontecimientos
que ocurrieron en el año 1492, la dominación de la isla de Palma en las
Canarias no es sino una mera anécdota colateral a las decisiones que la clase
política tomó ese año en asuntos de Estado. Un territorio de escasos kilómetros
cuadrados en medio del océano Atlántico poco podía representar para un país que
acababa de completar su entorno geográfico con la guerra de Granada, esperaba
llegar muy pronto a las Indias a través de un nuevo camino por el occidente y
tenía además intereses bastante significativos en algunas partes de Europa.
Pero si bien es verdad que esta conquista en sí misma no tiene otro valor que
el que ocurriera en 1492, engarzarlo en todo lo que es el archipiélago permite
una valoración geopolítica más importante, incluso porque algunos aspectos del
proceso de conquista y aculturación de estas islas acabaron siendo por
casualidad un preciso e improvisado laboratorio de lo que ocurriera después en
América. Circunstancias como que se intentara la conquista con poca gente y
surgieran alguna vez problemas graves a pesar de la superior tecnología
militar; el que los españoles tuvieran que ocupar parte de su tiempo a resolver
las tensiones surgidas entre ellos; y el juego de alianzas con caciques amigos
contra caciques hostiles son algunos paralelismos con la otra gran empresa. Y
también el que las Canarias resultaron ser una parada obligatoria en el camino
a las Indias.
La
fantasía
En la antigüedad los hombres tuvieron muy
claro que traspasar el límite del fin del mundo suponía provocar la ira de los
dioses, celosos de que los arrogantes y sospechosos seres humanos pudieran
conocer sus secretos y tal vez entrar en sus disputas con alguna trampa y lo
consideraron un pecado gravísimo, intolerable y merecedor de los peores y más
duros castigos. Por eso corrían por todo el Mediterráneo las más escalofriantes
historias de condenados que los habían
insultado pasando el estrecho de Gibraltar, donde las columnas de Hércules
marcaban el final de lo permitido.
Por este motivo la existencia de las islas
Canarias durante la edad antigua está rodeada de ficciones y leyendas que
envuelven los datos históricos que pudieran ser útiles y convenientes. Y así se
cuenta que, salvo alguna nave fenicia o griega que perdida por el mar llegara
hasta allí, fueron los cartagineses el primer pueblo organizado, y
necesariamente descreído, que se burló de los de Hércules y montó en el
archipiélago una estación de invierno y una base militar estratégica de
retaguardia tan importante que fue un
secreto de Estado y la pena de muerte era el resultado de la traición
confesada, descubierta o razonablemente sospechada. Los romanos, después de
derrotar a Cartago, debieron enterarse de sus cosas y empezaron a andar por las
Canarias como por su casa y fueron ellos los primeros en calificarlas de
apasionantes y afortunadas, calificativo que tuvo éxito literario.
La edad media volvió a complicar la
situación y a poner encima de la mesa las leyendas y las ficciones sobre
cualquier otra teoría. El hecho, por ejemplo,
de que el paraíso en el que los primeros seres humanos nacieron y
gozaron de toda clase de placeres antes de su caída, sea llamado y calificado
como terrenal, ha supuesto para mucha gente que estuvo situado en un lugar y un
tiempo determinado, además de ser un producto utópico e imaginado y el símbolo
de un mensaje religioso y antropológico. Y como consecuencia de este
convencimiento, más de uno se puso a investigar para ver la forma de
encontrarlo y esta búsqueda, sobre todo durante la edad media, ha ocupado a
muchos científicos religiosos y profanos. Y como la aparición de la noticia de
la existencia de las islas Canarias estuvo acompañada de un cierto secretismo y
misterio, al archipiélago siempre se le incluyó en el catálogo de posibles
lugares en los que estuvo el paraíso terrenal.
Este es uno de los motivos por los que
suscitaron tanto interés en algunos períodos de la historia. Además estas circunstancias
y el clima místico del medioevo han puesto en ellas el lugar de los Campos
Elíseos, la isla de san Brandán, o aquella en la que debía desembarcar san
Avito de Toledo. Algunos creyeron que
son las ruinas del continente de la Atlántida, de que hablaron los griegos, y
otros simplemente un lugar desierto adonde llegaron los desterrados por el rey
Juba II de Mauritania. Y de esta forma la leyenda por una parte y la falta de
datos por otra han desvirtuado durante demasiado tiempo su historia, quedando
más como ficción que como realidad, un ente imaginado más que un lugar
geográfico situado en un paralelo y meridiano determinado, hasta que a
principios del siglo XI los árabes vuelvan a descubrirlas. Los europeos se enteraron de ello en 1312
cuando un tal Lancerotto Marocello llega de nuevo a Lanzarote y desembarca
allí. Pero todavía no interesan estratégica ni económicamente y aunque se sabe
que están y lo que son, habrá que esperar a que alguien interesado en algún
tipo de ganancias espirituales o materiales se lo pida al papa para que se las
adjudique en propiedad con la misión de salvar las almas de sus habitantes.
La realidad
Las islas Canarias como unidad política y
convencional sólo lo fueron tales propiamente después de la conquista y dominio
europeo, también para los propios indígenas que por razones que se desconocen,
no habían tomado contacto entre sí o lo habían perdido a través del tiempo
después de un origen común. Y ni siquiera existía una denominación común para
todos los isleños aunque más tarde se generalizó la de guanches, que era el
gentilicio que se daba a los habitantes de Tenerife. Los de las restantes islas
se conocían por otros nombres: mahoneros, bimbanches, canarios, titerogaitres
...
La población indígena a finales del siglo
XV, según los datos de la mayoría de los especialistas, no pasaba de siete mil
personas, una cuarta parte de los habitantes de todas las islas y puede que esa
proporción incidiera en la facilidad del proceso de inculturación porque por
esa fecha ya todos, también los nativos, se sentían castellanos. Por esa razón no hizo falta redactar una
gramática del castellano ni los conquistadores se preocuparon mucho en conocer
y transmitir las costumbres de los isleños, que por otra parte vivían en un
estado prehistórico.
Aun cuando cada isla tenía su propio
estadio en el proceso de desarrollo, en general la organización social estaba
basada en la tribu, como es lógico en toda evolución cultural, con las
circunstancias propias de clanes, ancianos, santones o nobles y rapados, y no
había unidad siquiera en la isla, salvo en Hierro que era una excepción. Dentro
de cada una de ellas coexistían diversos mundos en forma de reinos o bandos que
iban de 2 en Gran Canaria o Lanzarote hasta 9 en Tenerife y 11 en La Palma.
Un signo distintivo muy diferenciador de
las culturas que diríamos de occidente, es el predominio de las mujeres como
factor de cohesión social. Sin que pueda precisarse hasta qué punto, es claro
que la sucesión era femenina y que el poder lo tenían las mujeres aun cuando en
algunos sitios lo cedían al hombre por razones prácticas, y existía la
poliandria como forma de familia. En Fuerteventura fue famosa, por ejemplo,
Tamonante, algo así como juez única del tribunal supremo de la isla.
……Un pasado tan remoto como desconocido……
En
una época en la que los papas disponían libremente de las tierras conocidas o
por descubrir, amparados en el derecho universal a evangelizar, derecho que
justificaba otros como el de la conquista, etc., Clemente VI cedió las islas
Canarias al infante castellano Luis de la Cerda con el título de príncipe de la
Fortuna en el año 1344.
Pero el proceso de la
conquista por Castilla comenzó más tarde y suele dividirse en dos períodos
diferentes. El primero corresponde al reinado de Enrique III y es entonces una
empresa privada, autorizada, protegida y subvencionada por la Corte con la que
se dominan Lanzarote, Fuerteventura, Hierro y la Gomera. Juan de Bethencourt y
Gadifer de la Salle fueron los dos normandos que se lanzaron a esta aventura
por su cuenta pero al comprender sus dificultades, recurrieron al rey de
Castilla que les facilitó todo lo necesario. El segundo pertenece al tiempo de
los Reyes Católicos cuando la iniciativa es pública mediante el sistema de encomiendas
y en él se termina por controlar todo el archipiélago: Gran Canaria (1478) La
Palma (1492) y Tenerife (1496).
La falta de documentación y
de testimonios sobre los primeros pobladores de las islas Canarias ha dado
origen a multitud de teorías sobre su ascendencia y la forma en que llegaron a
estas tierras. Parece lo más probable que a pesar de las diferencias entre las
islas, todos los naturales eran de origen norteafricano y bereber. Precisamente
hace unos meses se ha anunciado en la prensa la reciente aparición de una
piedra con una inscripción en un alfabeto de más de 20 siglos de antigüedad que
acredita, a juicio de los expertos, la veracidad de estas afirmaciones, es
decir, que eran bereberes, de la tribu zanata y arribaron a las islas hace más
de 1.700 años, durante su huida de la dominación romana en el norte de África.
La existencia de una amplia
colección de momias de edad muy antigua está permitiendo a los científicos
ampliar los conocimientos, sobre todo el período de las islas Canarias anterior
a la conquista de Castilla.
………………………………………………………………
No hay comentarios:
Publicar un comentario