LA LEYENDA NEGRA
Por leyenda negra se entiende una
interpretación de la historia de España a partir de nuestra actuación en el
descubrimiento y conquista de América. Quienes la han promovido, consideran que
nuestros antepasados se dedicaron a pisotear y aniquilar no ya las culturas
autóctonas sino a sus protagonistas. Quienes la han propagado, insisten en que
los españoles mataron a millones de indios y destruyeron de manera sistemática
sus riquezas, su civilización y su vida. Pero lo más significativo es que con
esa interpretación descalifican globalmente nuestro proyecto histórico,
aplicándolo a todo lo que nuestro país ha hecho en el mundo. Como si no hubiese
existido más que una España "inquisitorial, ignorante, fanática, incapaz
de figurar entre los pueblos cultos, dispuesta siempre a las represiones
violentas, enemiga del progreso y de las innovaciones."
Pero la leyenda blanca que se le
contrapone, tampoco nos deja en buen lugar. Una España idealizada y perfecta
que cruzó los mares sólo para llevar a aquellas lejanas tierras nuestra fe y
nuestra cultura y que se fundió en seguida con la población indígena para
formar una raza imperial que proclamara su alegría de pertenecer a la estirpe
española.
Quienes apuntalaron la leyenda negra,
utilizaron como justificación el testimonio del obispo Bartolomé de las Casas y
las decenas de indigenistas que denunciaron la explotación y el genocidio de
indios, que el propio Las Casas llegó a cuantificar en quince millones. Por eso
fray Bartolomé de las Casas es para algunos un autor maldito como responsable
con sus exageraciones de la leyenda negra y para otros el testigo de excepción
de una raza cruel y despreciable, el defensor de los derechos fundamentales del
hombre. Para Menéndez Pidal un exagerado, un "enormista." Para otros
el líder de una corriente de opinión que reconoce y acepta que existen derechos
humanos, derechos que el hombre posee por sí mismo, simplemente por su propia
naturaleza y dignidad.
Y aunque la expresión leyenda negra es de
origen reciente, el ambiente enrarecido sobre España circula por Europa desde
el siglo XVI cuando se produjeron los enfrentamientos de la Reforma y la
Contrarreforma. Los católicos representaron para muchos europeos la
intransigencia, el sectarismo y la intolerancia.
Con el tiempo los anglosajones hicieron más
o menos lo mismo con las reservas y el revolver. La diferencia quizá ha estado
en que su capitalismo mucho más desarrollado (su colonización es posterior) ha
ahogado con ideologías lo que los españoles hicieron con su brazo. Si hoy la
cultura india es minoritaria, no es sólo culpa de los españoles de la
época.
LAS ENCOMIENDAS.
Para alcanzar uno de los objetivos que se
habían propuesto los navegantes‑exploradores de conseguir oro y materias
preciosas e incluso para realizar las faenas indispensables para la
supervivencia, los que llegaban a las Indias necesitaban mano de obra barata,
que sólo podían conseguir de los indígenas, y que acabó siendo gratis las más
de las veces. El empleo del indio en condiciones abusivas era un elemento
principal de enriquecimiento porque todas sus plusvalías pasaban a manos de los
colonizadores que no querían establecerse en nuevas tierras si los nativos no
eran obligados a trabajar.
El marco de relaciones laborales era la
encomienda, una institución medieval mediante la cual el rey concedía a algún
noble el cobro de las rentas y tributos y la jurisdicción de villas y
territorios a cambio de su defensa sobre los moros. Esta fórmula había sido
reclamada por los conquistadores, deseosos de acaparar títulos nobiliarios,
tierras y vasallos indios, especialmente ante el abandono generalizado de la
nobleza tradicional en la hazaña de la conquista de América, quizá porque las
prebendas del reino de Granada le eran suficientes y no querían correr riesgos
innecesarios.
Aplicada a América la encomienda,
funcionaba de esta manera: el rey cedía a favor de un súbdito español
"encomendero" la percepción de un tributo o trabajo que el súbdito
indio debía pagar a la corona. A cambio de ello el encomendero debía cuidarse
de las necesidades materiales (vivienda, alimentación y salario justo) y
espirituales (instrucción y evangelización en la doctrina cristiana) del indio
"encomendado." En la zona de las Antillas los indios, acostumbrados a
una economía primaria y sin excedentes, sólo podían pagar su tributo con el
trabajo mediante una relación de servicio personal, algo que no se había dado
lógicamente en Castilla. Sin embargo en Méjico, donde la cultura imperialista
precolombina había acostumbrado a los vencidos a pagar tributos e impuestos, la
situación fue más similar a la de Castilla. En ambos casos sin embargo el
trabajo y el esfuerzo eran lo mismo por su precaria situación económica. Los
indios acababan siendo esclavos adscritos a la tierra. "A vos se os
encomiendan tantos indios de tal cacique y enseñadle las cosas de nuestra santa
fe católica."
Las encomiendas o repartimientos de indios,
que algunos autores usan como sinónimos, podían ser teóricamente una fórmula
razonable para la época pero el abuso fue tan grande que Bartolomé de las Casas
y otros indigenistas no vieron otra salida que su supresión. Obligar al indio a
pagar con su trabajo fue el origen de muchos desaguisados. Acostumbrados a vivir en libertad, de
"natural perezoso" y una economía de autoconsumo, no pudieron
aguantar el trabajo intensivo, sobre todo cuando veían que los excedentes no le
pertenecían. Esto les llevó más de una vez a la sublevación y a la huida si no
morían antes por las condiciones materiales del trabajo y las enfermedades epidémicas que como la
viruela, el tifus o el sarampión eran
desconocidas en América. En algunos casos esta sublevación proporcionaba una
excusa extraordinaria para su represión.
En 1502 la reina encargaba al gobernador de
La Española que los indios fuesen "libres y no sujetos a servidumbre ni
molestados ni agraviados de alguno." El gobernador, presionado para que
realizara un nuevo repartimiento, escribe a la reina explicándole la situación
de la isla, lamentando las costumbres "inhumanas" de los indios y
expresando sus temores en cuanto a la salvación de sus almas. Así fue más o
menos toda la historia.
La obligación de restituir
La puntilla para los encomenderos fue
"El Confesionario," un librito
que escribió el obispo Bartolomé de las Casas en 1546 antes de su regreso
definitivo a España, en el que expone las doce reglas que, a su juicio,
condenan de manera inapelable ante Dios a los que explotaban a los indios. En
él exige a los que quieran confesar antes de su muerte que si tuviesen
"algunos indios por esclavos de cualquier vía o título o manera que los
hubiese habido o los tenga, luego los de por libre irrevocablemente y mandará
que se les pague a los dichos indios que tuvo por esclavos." Fray
Bartolomé, obispo de Chiapas, decide mandar al infierno a todos los que no
liberen a los indios y no los indemnicen.
La mezcla de la época entre política y
religión hizo que este texto se considerase subversivo porque cuando fue
publicado, estaban vigentes las leyes de Carlos I que autorizaban las
encomiendas. Pero desde el punto de vista religioso aplicaba simplemente la
doctrina de la restitución. No se perdona el pecado de robo si no se restituye
lo robado, sean objetos materiales o el honor.
El debate ideológico y de intereses había
saltado el 21 de diciembre de 1511 cuando fray Antón de Montesinos había
gritado desde el púlpito aquellas tremendas acusaciones: "Todos estáis en
pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con
estas gentes inocentes." Bartolomé de las Casas informó al emperador de
que "todo cuanto hasta hoy se ha hecho ha sido corrupto, tiránico,
violento, injusto y de ningún valor ni efecto en cuanto al derecho."
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Bartolomé de las Casas nace en Sevilla el año
1484 en una familia de clase media baja pero que le permite por mediación de un
familiar estudiar humanidades en Salamanca.
Su padre, que se había enrolado en el segundo
viaje de Colón le trajo un indio de paje, al que hizo "sujeto de
observación" investigando su lenguaje y su mitología.
El 13 de febrero de 1502 sale para América
donde vive como un encomendero más aunque sin excesivo rigor. En 1514, motivado
por el sermón de A. de Montesinos y la lectura del Antiguo Testamento decide
dejarlo todo y viene a España a tratar de que la legislación suavice o
modifique la situación. Ordenado sacerdote.
Tras volver a América con setenta
labradores y fracasar en su intento de iniciar una nueva experiencia, ingresa
en la orden de los dominicos y pasa unos años de reflexión y empieza a redactar
la mayoría de sus obras.
Influye en la redacción de las Nuevas Leyes
de Indias de 1542 y es nombrado obispo de Chiapas. En 1546 Carlos I deroga las
nuevas leyes y Batolomé de las Casas escribe "El confesionario."
En 1547 regresa definitivamente a España.
Tiene su famosa polémica con Ginés de Sepúlveda y en 1550, ya anciano, renuncia
a su obispado. Muere en Madrid en Julio de 1566.
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