ADDENDA: EN PRIEGO

Carta al Alcalde. Año 1795

     La humildad y discreción que adornan a S.E. y de las que ha dado muchos ejemplos a través de su dilatada vida, le impiden tomar la iniciativa, que yo con gusto hago en su lugar, de dirigirme a Su Señoría para que considere la personalidad y los méritos de su muy ilustre paisano y la tome en consideración en el asunto de buscar la forma de que las generaciones venideras tengan un recuerdo perenne de sus méritos y de la importancia de sus servicios a la Santa Iglesia Romana y a la Patria Española.
    Como sin duda sabe Su Señoría, Su Excelencia Don Antonio Caballero y Góngora ha sido y es todavía uno de los próceres más gloriosos que ha dado la muy noble Villa de Priego porque la Providencia le he encargado misiones que sólo son propias de los grandes hombres que llevan sobre sus espaldas la salvación de las almas y el porvenir glorioso de España, la nación encargada de llevar y mantener la fe cristiana en los pueblos del nuevo mundo descubierto, a través de su imperio salvador.  Pocas veces han confluido en una misma persona la autoridad suprema religiosa y civil de todo un pueblo, como han sido en este caso los destinos del reino de Nueva Granada y de lo que sintió escrúpulo S. E. y por su caballerosidad no quiso aceptar hasta que el ministro de Indias Gálvez le aseguró que le había sido concedida dispensa papal.
    Y representa también la más alta colaboración que esa Villa gloriosa ha dado a América desde que fue encontrada providencialmente por don Cristóbal Colón en su camino a las Indias. Por eso cuando fue agraciado con la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, tuvo un recuerdo para sus compatriotas de Priego de quienes se sintió un indigno representante.
    Y ¡qué decir de sus infatigables trabajos por la cultura mientras duró su misión en tierras de América!. Don Antonio siempre se esforzó por sacar del error a esas gentes indoctas e ignorantes que aun desconocían en pleno siglo XVIII que la tierra gira en derredor del sol y se aferraban a creencias propias de sectas antiguas, queriendo incluso utilizar a la Sagrada Inquisición para castigar a quienes defendían el heliocentrismo, a lo que se opuso siempre con fuerza S. E. En ese Nuevo Reino que la Providencia le mandó gobernar, Don Antonio creó escuelas de primeras letras tanto para niños como para niñas, exigió que se estudiaran ciencias modernas como la matemática o la botánica y organizó el primer y gran estudio natural de ese Nuevo Reino de Granada que hizo el andaluz D. José Celestino Mutis.
    Mi señor Don Antonio Caballero y Góngora ha sido en todo momento un verdadero amante de las artes y un protector de artistas. Como lo primero, siempre llevó entre sus enseres y pertenencias a donde quiera que fuese, cuadros de magníficos pintores que nunca apartó de su vida. Además este entusiasmo le ha llevado a proteger y ayudar a renombrados artistas como don Juan Miguel Verdiguier, don José Álvarez Cubero, don Joaquín Arali y en especial a don Francisco Agustín, que ha sido su pintor de cámara. Pero es sobre todo la fundación de una Escuela de Bellas Artes la que señala la altura y grandeza de su amor por el arte como forma sublime de un espíritu delicado.
    De la generosidad de Don Antonio para con su patria chica la Villa de Priego, da fe entre otros muchos motivos, la donación que acaba de hacer a la parroquia de la Asunción de los ornamentos y alhajas que componen su ya escaso y sencillo patrimonio. Y lo ha hecho, según propia declaración, por el mucho amor que le tiene a la Villa y a la Iglesia Parroquial donde nació al ser de hombre y de Cristiano y a la que desea manifestar su reconocimiento por estos incomparables beneficios. Y no ha dejado el Virrey de tener siempre presente a su amada tierra cordobesa como prueba su deseo de acabar su vida religiosa de  obispo de esta Iglesia.
    S. E. el Virrey por los altos servicios prestados a España y a sus Reyes a través de su vida, merece sin duda altos honores patrios que estoy seguro tendrá de los gobernantes de la nación, pero he advertido que en su corazón desea contar también con el cariño de sus paisanos de Priego.
    Y si bien es verdad que le honraría cualquiera de los honores que ese Concejo otorga a sus hijos predilectos por ser la gloria de quien procede y no de donde se recibe, me sé que S.E. desearía con mayor agradecimiento que se atribuyese su nombre a algún establecimiento público de carácter caritativo y que ilustre a los jóvenes de la Villa en la doctrina cristiana y modele sus almas en el estudio y recogimiento propio de varones ilustres dedicados a las artes y a las ciencias naturales, de forma que quienes vean su nombre cuando se topen con la susodicha institución, recuerden la contribución que ha hecho la Villa de Priego al engrandecimiento del Imperio patrio. Y si las condiciones no permitieran esto que tengo suplicado, ruego a Su Señoría que se adjudique el nombre de S. E.  a alguna calle o plaza de esa Villa, que bien pudiera ser donde vio la luz a su llegada a este mundo o alguna mayor o de más renombrada importancia conforme a la importancia de la ocasión, que siempre será para gloria de los hijos de esa Villa, que harán suyos los méritos de mi señor Don Antonio Cabalero y Góngora.
    Dios Nuestro Señor guarde y prospere a Su Señoría y a ese Concejo muchos años. Diego de Ugalde, Secretario de Cámara de su Excelencia el Arzobispo‑Obispo mi Señor, Don Antonio de Caballero y Góngora.

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