DERROTA DEL IMPERIO INCA

Un informe inca sobre los españoles

MANCO CAPAC

     A la corte de los incas (el pueblo que los españoles Pizarro y Almagro conquistaron con el nombre de Perú) llegaron las primeras noticias de la existencia de una cultura más allá del imperio a través del cuerpo de inspectores reales que recorrían con periodicidad todo el territorio para comprobar si se cumplían las leyes y de esa forma controlar también a los poderes locales. En uno de esos recorridos habituales supieron que grandes casas flotantes pasaban de vez en cuando hacia el sur, lo que tenía bastante alterados los ánimos de los ciudadanos que no encontraban ni sentido ni explicación al fenómeno. Otros rumores apuntan a que la noticia llegó porque los habitantes de una aldea próxima a la frontera norte se habían contagiado de una extraña enfermedad que portaba un grupo de extranjeros que venía huyendo de unos seres extraños y poderosos que, según contaban, destruían todo a su alrededor con poderes mágicos.
     Tanto en un caso como en otro las primeras informaciones decían que se trataba de un pueblo belicoso, imperialista y militarista porque querían imponer el amor y el respeto a sus dioses no por el convencimiento como sería lógico y propio de seres humanos sino a la fuerza mediante la coacción y el chantaje. Además se aseguraba que poseían armas tan poderosas que en segundos eran capaces de matar a una multitud incluyendo a mujeres y niños.
     A la vista de esas informaciones el consejo real del gobierno inca decidió proponer a Sapa Inca que enviara un investigador sagaz, culto e inteligente a informarse de la verdad de esas afirmaciones. La elección recayó en el Tucuricuc (literalmente, el que todo lo inspecciona) o inspector general, una especie de jefe de los servicios secretos, que camuflado entre los indios que llegaron a España en las primeros viajes de vuelta, visitó nuestro país para conocer su mentalidad e ideología. Lo que se desconoce es si llevaba cartas secretas de presentación o prefirió hacerse pasar como esclavo anónimo. Como no podía ser de otra manera en asuntos de espionaje, nada se conserva en los papeles oficiales españoles y aquí la imaginación tiene a sus anchas todo el camino abierto.
     De este acontecimiento no se tuvo noticia hasta que muchos años después de la conquista del Perú, un funcionario aburrido mientras ordenaba papeles, se encontró entre los legajos con un documento que por su contenido parecía ser de origen inca.  Extrañado tanto de su originalidad como de los juicios de valor que contenía así como del abandono en que se hallaba, buscó y rebuscó en la memoria de los viejos del lugar sin encontrar respuesta a sus preguntas. Sin embargo pudo colegir que había una leyenda del inspector que había viajado a España y que le contó un anciano que era nieto por madre inca de un soldado que cuando la conquista, había luchado en las filas de Almagro. Y de esta historia y alguna circunstancia más que supo, concluyó que éste podía ser el informe apócrifo que había presentado el dicho inspector, traducido y convenientemente adaptado a nuestro idioma y pensamiento por un fraile dominico después de la conquista, que a su vez debió ampliar los datos sobre ese pueblo. O a lo mejor todo es pura invención.
      El texto es una exposición contrastada entre la cultura oficialista inca y la española, aprendida en un corto espacio de tiempo y seguramente sin los medios adecuados. De esta manera se convierte en una visión superficial y más de formas que de fondo, resuelta con gran simplicidad y lógicamente interesada y parcial porque por más que pretenda ser objetiva, contiene una clara defensa de las tesis y la mentalidad inca, como es lógico tanto por el autor del texto como por la dificultad que todo el mundo tiene de prescindir del punto de vista personal.  La necesidad de explicar cómo está organizada nuestra civilización, tan diferente a la suya, le obliga a contrastar las dos culturas, análisis muy interesante para apreciar los valores de dos mundos tan contrapuestos. Según puede deducirse, este Tucuricuc preparó concienzudamente el viaje, aprendiendo el castellano y tratando de conocer las claves básicas que le permitieran sobrevivir en un ambiente hostil. Este es más o menos el texto apócrifo:
     Señor: El encargo que vuestra benignidad me dio, de conocer y estudiar los rasgos fundamentales de esa civilización de la que hemos tenido noticia en los últimos tiempos, (he sabido que un tal Núñez de Balboa es quien organiza los viajes por el océano que llaman Pacífico) me ha proporcionado la posibilidad de convencerme de que no hay cultura superior a la nuestra porque por el favor de los dioses hemos encontrado un sistema perfecto que nos permite organizar una vida racional y espiritual de acuerdo a las doctrinas de nuestros antepasados que fueron sabios por seguir las enseñanzas de la revelación divina.
     Este convencimiento, al que por su bondad he podido llegar, debo confesar que no me ha supuesto ninguna tensión interior. Precisamente el hecho de que he tenido que superar grandes y graves dificultades para poder sobrevivir, me ha sido de una gran ayuda interior. Porque he de decirle, Señor, que desde el primer contacto que tuve con esa mal llamada civilización, supe que me movía entre seres absolutamente incapaces de entender lo que es una vida social organizada y con sentido de comunidad. Ya en el viaje que hice en esas casas flotantes que llaman barcos o naves, aprendí que no tienen disciplina ni solidaridad y no desean otra cosa que el oro y otras bagatelas impropias de quien ama la libertad de espíritu. El camino por el agua hasta los confines del universo lo hicimos viendo cómo sólo se ocupaban en contar los objetos que cada uno llevaba como tesoros y a los que aplicaban un concepto que me costó trabajo entender, que llaman propiedad. Los españoles piensan, Señor, que todo hombre se prolonga a sí mismo en los objetos que custodia como si fueran parte de su cuerpo y que de este modo pueden disponer de ellos sólo en beneficio propio.
     La llegada a tierra firme después de muchos soles y muchas lunas supuso la confirmación de estas y otras sensaciones que aprecié mientras navegábamos por las aguas. Allí todo era hablar en tono alto o gritar, como ellos dicen, y utilizar las palabras mío y tuyo que confirman eso de propiedad que antes le decía. Al bajar del barco nadie preguntaba por la salud de Sapa Inca o Rey, como le llaman, ni ofrecían sus servicios a la comunidad ni entregaban sus tesoros. Y lo que más me sorprendió fue que nadie les exigía que dieran cuenta de sus esfuerzos, de sus errores, de sus pecados o de sus trabajos, de donde deduje dos cosas: una, que les falta la autoridad divina de un hijo del Sol que les conduzca hasta el bien y otra que ese desgobierno les permite acumular defectos propios de animales despreciables por su egoísmo. Y de ahí aprendí que debía ser muy cauteloso en mi comportamiento si quería mantener a salvo mi vida en obediencia a vuestra jerarquía y servir de esta forma a su encargo.
     Las condiciones en que tuve que viajar a través de caminos espantosos, me hicieron sorprenderme más todavía de lo que había supuesto que vería con estos ojos que están a su servicio. Los conductores de la caravana en la que iba enrolado, estaban muy preocupados de que aparecieran en el camino unos españoles que, según decían, asaltaban las rutas y tomaban los objetos que llevábamos pero no para devolverlos al Rey que es su dueño legítimo sino para quedárselos ellos a su vez.  Me resulta muy difícil explicarle hasta dónde puede llegar la maldad de estos ciudadanos que toman para su beneficio personal tesoros que son patrimonio divino y que ayudan a mejorar las condiciones de vida de los súbditos de Sapa Inca.
     Y como entre los peores siempre hay algo bueno, debo confesarle la sorpresa que me produjo un instrumento que esta gente posee y a la que llaman rueda. Un invento técnico que en honor a la verdad considero muy útil y que no es sino una circunferencia que se desliza suavemente por el suelo y permite avanzar sin sobresaltos. La aplicación de esta industria a nuestro sistema de carreteras y red viaria sería muy útil para el desarrollo de la economía aunque esta transformación debería hacerse de forma lenta para no perder el estilo de vida que durante siglos ha permitido a nuestros animales de carga hacernos progresar en la civilización. Sobre este punto espero su mandato para explicarle con más detenimiento las ventajas de esta máquina. A este respecto he de decirle para su íntimo gozo que, a  pesar de que nuestra orografía es mucho más complicada, nuestros caminos son superiores en avances técnicos a los de los españoles y nuestras obras públicas y de ingeniería superan sensiblemente a las suyas por su calidad, importancia y grandeza. En España es impensable que una orden pueda tardar diez días en recorrer una distancia como la que hay de Quito a Cuzco.
     Cuando por fin pude situarme dentro de ese mundo tan nuevo y extraño para mí y con los contactos que pude tener con los diferentes estamentos de esa sociedad invasora que los naturales de allí llaman España, aprecié inmediatamente algunos rasgos que me permiten darle una primera valoración que podré demostrar a lo largo de este informe.
     La civilización española está en decadencia, algo que se nota en todos sus rasgos funcionales porque es una sociedad caótica que no sabe a dónde ir, en contraste a nuestro sistema en el que todo está previsto y organizado por la sabiduría de Sapa Inca.  Una segunda cosa que me ha impresionado de los españoles es la sensación que  tienen de que son muy superiores a nosotros creyendo en su ignorancia que tienen la verdad de todas las cosas lo que se nota incluso en las palabras que utilizan para nombrarnos a nosotros, algo que no acabo de entender muchas veces porque ni su sistema social y político es más justo ni están más desarrollados que nosotros ni los componentes de su cultura han alcanzado objetivos y niveles propios de personas que forman parte de un proyecto común. Bien es verdad que su tecnología militar es superior a la nuestra pero ello no deja sino de ser consecuencia de lo que antes le decía porque es bien sabido que un estilo superior de vida lo es cuando su peso espiritual sabe imponerse por su nobleza a tribus que son más incultas y menos perfeccionadas. Una tercera impresión que tengo, es que a los españoles les falta tranquilidad y serenidad para profundizar en sus valores y en su horizonte religioso. Y yo achaco esta carencia a que les falta confianza en ellos mismos y por eso tienen que imponer su ideología a las minorías a través de la fuerza y la violencia.
     Pero estas valoraciones que le hago, Señor, quiero matizarlas con más detalle a través de este informe que para su organización y mejor entender voy a organizar en diversos apartados.

…………………….Un héroe legendario……………………
     Manco Capac es el héroe legendario y mítico al que todas las leyendas adjudican haber sido el que fundó e inició la dinastía y condujo al pueblo inca, por mandato del Supremo Hacedor, desde el lago Titicaca hasta el valle de Cuzco, a donde llegó en una situación de hermanos‑esposos como en casi todas las culturas. Se cuenta que a su muerte se convirtió en piedra en forma de pájaro. Su nombre figura como el primero en todas las relaciones.
     Después de establecerse en esas tierras, tuvieron que hacer frente al afán expansionista de los chancas, vecinos suyos, a los que acabaron sometiendo definitivamente, circunstancia que fue quizá la que les estimuló a desarrollar su propio imperio.
     En su periodo de esplendor, cuando lo conquistaron los españoles dirigidos por Francisco de Pizarro y Diego de Almagro, era junto al de los aztecas, el otro gran imperio poderoso de la América precolombina. Se extendía desde Ecuador hasta el centro de Chile y por el este ocupaba hasta parte de lo que hoy es Argentina. La capital era Cuzco. El territorio inca se clasifica tradicionalmente en La Costa, la franja de tierra junto al Pacífico que es desierto en su mayoría; La Sierra, referida a los Andes; y la Montaña, que es la profundización en la cuenca del Amazonas.
     El imperio inca tenía unos 12 millones de habitantes cuando por esa época en España no se llegaba a los 8.
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 Las sorpresas de un inca en España

PACHACUTI

Forma de gobierno

     Los españoles están gobernados por un Sapa Inca al que llaman Rey pero que no es hijo del Sol, lo que es lógico porque de todos es sabido que sólo Vos tenéis esta ascendencia, de la misma forma que su Coya tampoco es hija de la Luna. Sin embargo le respetan y veneran aunque quizá por su falta de legitimidad divina, el jefe espiritual pertenece a otro reino como luego expondré. Este Rey tiene poder casi absoluto y es el que decide los grandes temas del pais pero le burlan y desobedecen siempre que pueden aunque externamente procuren disimular. Algo que no acabo de entender es cómo son tan torpes a la hora de elegir al sucesor porque allí adquiere todos los derechos el hijo mayor del soberano y además ha de ser de la esposa oficial, que así llaman a la Coya, en detrimento de los demás hijos de la otras esposas, a los que llaman bastardos.  Y no comprendo cómo cometen esa torpeza en lugar de hacerlo como nosotros cuando el Sapa Inca puede elegir al mejor de entre todos sus hijos de todas sus esposas y no sólo a uno, que a lo mejor resulta el más torpe. Y tampoco entiendo que el heredero no pueda colaborar y ser correinante, como hacemos nosotros, de forma que así, además de ayudar a Sapa Inca, va aprendiendo la mejor forma de gobierno para el pueblo.

La religión

     Su sistema religioso es bastante imperfecto e incompleto aunque les han llegado noticias de algunas verdades espirituales de nuestra única y verdadera fe. Y así desconocen que el mundo ha pasado por cuatro etapas anteriores y que estamos en la quinta era aunque saben que hay un Dios creador y hacedor de todas las cosas pero ignoran que se llama Viracocha Pachacamac, que significa espuma del agua, y que procede del lago Titicaca del que emerge después de haber creado el cielo y la tierra. Sin embargo algo saben de que Viracocha creó a los primeros hombres pero éstos no fueron buenos y no le obedecieron y por ello vino un diluvio universal como castigo para eliminarlos.
     Ellos son también politeístas y clasifican a sus dioses en mayores y menores según su origen y procedencia. Y también tienen dioses menores locales que alguna vez incluso se disputan y a los que se dirigen para pedirles que favorezcan a la comunidad bajo su protección y le solicitan favores materiales como el agua del cielo o una buena cosecha. Pero en el fondo no aman a sus dioses porque para ellos son sobre todo castigadores. Y así tienen un dios mayor dentro de los menores al que llaman Satanás y que representa el contrapunto de toda la bondad.
     Como en nuestra religión, también atiende el culto divino la clase sacerdotal pero por la falta de ascendencia divina de su Rey, se ven obligados a atribuir el Sumo Sacerdocio a un Rey de otro reino al que todos obedecen y respetan. Y así el Monarca, otro nombre que dan al Sapa Inca, no recibe los mensajes divinos directamente sino que tiene que esperar a lo que diga el Papa, nombre de este Sumo Sacerdote extranjero. Para el servicio religioso también disponen de mujeres con una función parecida a nuestras acllas pero ni las seleccionan organizadamente como nosotros a los diez años ni les exigen que sean perfectas porque no estiman la importancia del cuerpo y no se dan cuenta de que sólo pueden servir a los dioses aquellas mujeres que antes han sido seleccionadas por ellos en su belleza. Sorprendentemente sólo les dan una función subsidiaria.
     En mis relaciones con los españoles me ha dado muchas veces la impresión de que son sólo unos pocos los que de verdad creen en sus dioses y ello lo he notado en que no aprecian la presencia de la divinidad en todos sus actos y sus cosas. Y así apenas tienen huacas (objetos sagrados) como nosotros en toda nuestra vida y en lo que respecta al lenguaje y los mensajes de la divinidad también tienen vacíos incomprensibles: No hacen adivinaciones públicas pero creen en agüeros irracionales. En cuanto a los ritos religiosos tienen manifestaciones populares como las nuestras pero desconocen el valor espiritual que produce la embriaguez como forma de unión con la divinidad. Y así se comportan como lo que son, como paganos.

La organización social

     La organización social de base en la sociedad española es lo que llaman la familia, un grupo compuesto generalmente por un varón y una mujer y los hijos de esta pareja sexual. A veces también hay algún familiar de sangre. Cada familia tiene una vivienda y patrimonio común más o menos grande de acuerdo con su situación de riqueza. Es frecuente que el hombre tenga hijos con otra mujer diferente de la suya pero no están reconocidos oficialmente. Esta estructura tan pequeña vive encerrada en sí misma y se comporta como una unidad afectiva y económica. A veces hay individuos solitarios que organizan su vida exclusivamente para ellos.  Comparada esta situación con la nuestra, la familia encierra una actitud de egoísmo fundamental por falta de solidaridad con todo el pueblo.  Es como si no hubiera nada más allá de esta célula porque todos los intereses vitales terminan en ella.
     No son capaces de entender por eso los españoles la cohesión que encierra una institución como nuestro ayllu mucho más amplia y desarrollada, una comunidad formada por todos los descendientes de un antepasado común y que es el referente principal de quienes tienen un mismo vínculo político‑territorial o de sangre y colaboran en una tarea común.  Sus miembros suelen ser originarios de un paraje o de una región específica, tiene sus propias autoridades, que son los patriarcas, y funciona como una unidad de trabajo, administración y culto a los mismos dioses protectores. Desconocen los españoles el sentido de unidad en el trabajo común en un territorio de uso colectivo en el que estas tierras, encomendadas por Sapa Inca al grupo de manera estrictamente igualitaria y de acuerdo a sus necesidades y las de la sociedad, son a su vez repartidas entre las comunidades familiares de forma que el nacimiento de un hijo supone la concesión de un nuevo topu, o de medio si es una hija. 
     Al contrario de nuestra cultura en la que la posesión de la tierra es común, los españoles son fundamentalmente egoístas y poseen intereses particulares al margen del proyecto común de todo el pueblo. Y así mientras la mayoría de los ciudadanos apenas tienen medios de subsistencia, la tierra es propiedad de unos pocos que la despilfarran.  Por eso nosotros sólo distribuimos la tierra en tres grupos, la que pertenece a nuestro Padre el Sol, la que lo es de su hijo Sapa Inca y la de los ayllus.
     Este sistema es el único y razonable camino para estimular la solidaridad de forma que así todos colaboran con todos no sólo dentro de los ayllus, en los que ayudan a los ancianos y a los minusválidos, sino que mediante el sistema de turnos o mita cada ciudadano aporta al Estado su colaboración a través del trabajo que se le asigna en función de sus cualidades y las necesidades sociales. Pero en lo tocante a lo fundamental como es la casa, la comida y el vestido no hay, como debe ser, especialistas sino que todos saben tejer e hilar, todos saben labrar la tierra y todos saben hacerse sus casas.  Otra forma diferente de organización supondría distintas categorías entre ciudadanos, que es precisamente lo que ocurre en España, donde apenas se encuentra alguien que sepa hacer todo eso, salvo en las clases humildes.
     El trabajo es sagrado y todos estamos obligados a él aunque los españoles no se sienten impulsados a trabajar y si lo hacen, es porque se ven obligados sin que sean capaces de entender en su torpeza que el ocio es el peligro mayor que tienen las sociedades porque a través de él, surge la insolidaridad y el egoísmo. Para nosotros cada edad tiene su trabajo propio hasta los 60 años en que llega la jubilación y los ciudadanos se convierten en consejeros. Los curacas por su parte dirigen la sociedad para la que se preparan concienzudamente mediante un sistema de estudios de cuatro años en cada uno de los cuales estudian sucesivamente idioma, religión, asuntos de gobierno y en el último curso historia del pueblo inca. No tiene sentido que los que no van a ser dirigentes, estudien aunque los mayores deben educarlos para que salgan fuertes y animosos para la guerra y sabios para la paz. Los españoles por el contrario no organizan el trabajo de forma general sino que cada uno hace lo que puede y lo que quiere.
     En ese contexto de colaboración con los demás, nuestros ciudadanos se contentan y están felices con pasar bien la vida y cubrir sus necesidades moderadamente. Por eso agradecen haber nacido en una civilización como la nuestra en la que Sapa Inca se ocupa de todo y se sorprenden razonablemente de ver a los españoles cambiar de traje con tanta facilidad, algo que es producto de su soberbia y su codicia. A un inca le basta para ser feliz con un taparrabos, una camiseta y una manta anudada al cuello.

Los pobres

     Y es muy contradictorio que en un sociedad que hace del orgullo una de sus cualidades más relevantes y en la que ser honrado no es una virtud sino una estimación ajena, me ha resultado sorprendente algo que es incomprensible para una mentalidad inca, a saber, una mentalidad solidaria. Y es el caso que porque apenas se preocupan de los demás y el Rey se desentiende de sus súbditos, no se hace reparto de la tierra y de la propiedad, como ya dije, y esta circunstancia hace que muchos ciudadanos pasen fatigas y necesidades sin fin y se vean obligados a un trabajo que llaman pedir limosna y que consiste en humillarse ante los que tienen más cuando van por la calle, pidiéndoles comida o vestido o moneda para hacer el trueque que ya expliqué. Esta situación espeluznante es además consecuencia no sólo de que no esté repartido el trabajo y la responsabilidad comunitaria sino de que la propia estructura social permite que en torno a los centros económicos y de poder político, social y religioso pululen una serie de personas que ni tienen trabajo asignado ni vivienda ni ninguna otra cosa cuando en nuestra sociedad organizada todos tienen lo necesario para comer, vestir y calzar de forma que no es posible entender que haya quien carezca de eso tan fundamental.
     A los que están en esa situación les llaman pobres y cuando quieren insultarlos, les dicen vagos y maleantes. Pero, Señor, tengo que decirle algo que es una situación imposible en nuestra moralidad. Ocurre que a algunos de estos pobres, les llaman pícaros, o lo que es lo mismo, personas que juegan a engañar a los demás en el trueque o que simulan una enfermedad para no trabajar. Y en lugar de castigarlos severamente como haríamos aquí por su falta de solidaridad comunitaria, a los españoles les hace gracia cuando pasa una cosa de esas y halagan a los engañadores. A este respecto debo contarle algo verdaderamente escandalizador: resulta que al Almirante, que llaman Cristóbal Colón, (origen por cierto de todas las invasiones, y que para ellos debía ser un dios venido del cielo, aunque para nuestros pueblos no pueda ser sino un verdadero espíritu del mal) le robaron los caballos, antes de iniciar la travesía del mar y se los cambiaron por otros de mucho menor categoría.  Este pecado que nosotros castigaríamos con la muerte si es que fuese posible que alguien lo cometiera, les hace gracia y he oído a mozalbetes contar con alabanzas a sus autores y reír con esa atroz aventura, una muestra más de lo destrozada que está esa sociedad por dentro.

…………………….El gran reformador…….……………..
     La tradición indígena recogida por los españoles habla de la historia de doce emperadores del imperio inca aunque sólo a partir del quinto, Cápac Yupanqui en torno a 1350, se puede hablar de historia. Fue a partir de Viracocha Inca, el octavo de la serie, cuando se puede hablar en propiedad del reino de El Perú o Tahuantinsuyu, el de las cuatro regiones. Estos doce emperadores pertenecieron a dos dinastías diferentes. Los expertos discuten si fueron sucesivas o simultáneas.
     Pachacuti, el gran Reformador, que sucedió a Viracocha y  gobernó de 1438 a 1471, es considerado el Sapa Inca o emperador símbolo que consolidó el imperio no sólo en el terreno militar porque amplió sus fronteras, sino que estableció las bases jurídicas y organizativas que permitieron su definitiva consolidación.
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Nuevas opiniones incas sobre España

HUAYNA CAPAC

Las clases sociales

     Debo continuar mi informe indicándole que la escalera social de los españoles es aparentemente similar a la nuestra pero en el fondo muy diferente porque esa sociedad, como ya he dicho, es radicalmente injusta.  Su clase dominante, a la que llaman nobleza, vive únicamente de los privilegios y ni trabaja ni rinde a diferencia de nuestros curacas que ocupan todo su tiempo y preocupaciones en procurar que a nadie le falte nada fundamental para lo que organizan todo el trabajo y las demás obligaciones del Estado. Esos nobles pasan la vida en estar con la familia, cazar, ir a misa y atender a los pobres con limosnas, una desagradable ocupación española, que acabo de citar, que no arregla nada la situación porque la propiedad sigue siendo siempre del mismo.
     En cuanto al pueblo también hay mucho que decir. En nuestro país y como debe ser para su propio beneficio, se le dirige económica y socialmente, se le proporciona ocupación y todo lo necesario, no lo superfluo porque no le necesita nadie, y se le ampara siempre. Nosotros estamos convencidos de que un pueblo hambriento no produce ni es solidario y por ello consideramos que el trabajo y el control estricto de cada súbdito es necesario para orientarle en cómo colaborar con los demás.  Nuestros ciudadanos están protegidos por Sapa Inca que castiga al que por un ataque de locura pudiera robar a alguien e incluso lo hace con su caraca más severamente si roba por hambre porque Sapa Inca es padre de todos y por ello envía cada tres años a todas las partes del imperio a los tucuy ricoc o veedores de todo, inspectores les llaman los españoles, a controlar que siempre se cumplen sus órdenes, que  el pueblo trabaja y tiene satisfechas sus necesidades.  Debido a esa función tan importante es por lo que un Estado organizado debe cuidar de que la clase gobernante forme una élite que permita mantener un tipo de cultura apropiado a la importancia de sus responsabilidades.
     Me sorprende y mucho que no existan en la organización española los yanas o criados perpetuos, esa gente especialmente inteligente que está libre del trabajo común y tiene un trabajo de alta especialización técnica al servicio de Sapa Inca para resolver tanto los altos problemas de tecnología como de la alta administración porque su concurso es muy necesario para el mayor progreso de la sociedad y que no dependen del curaca local sino de los gobernadores.

La organización económica

     Nuestro sistema social, ajustado a una economía estatal de solidaridad, está muy lejos de la forma en que los españoles crean riqueza porque ellos sólo pretenden favorecer a algunos privilegiados por encima del interés general, a diferencia de la política de Sapa Inca que reparte los beneficios a todos por igual. Y nosotros hemos aprendido esto a través de las tradiciones antiguas que siempre se han dado en nuestro pueblo aunque después las hemos racionalizado para que fueran más eficaces. Y nos hemos convencido de que la forma de trabajo compartido y comunitario es el único procedimiento para atajar los problemas que la técnica aun no puede resolver.
     Organizar la economía como la forma de que prosperen unos individuos al margen de los demás, lleva a una situación de falsedad y engaño. Por eso no es extraño que cuando los españoles quieren hacer un trueque, se valen de un sistema complicado y producto de una mente retorcida, que llaman dinero, un instrumento que no es sino el referente relativo para valorar cualquier objeto de cambio.  ¿Acaso no justifica la maldad de esta organización y el deseo encubierto de engaño que cada comarca tenga sus pesos, medidas y monedas propias? Para colmo, y es una consecuencia lógica de ese egoísmo incomprensible, los españoles sólo de ocupan de esconder las monedas en cuanto pueden.
     Una consecuencia lamentable de esta forma de cambio es que su contribución a las tareas comunes, su colaboración con la sociedad sólo se hace mediante entrega de dinero a diferencia de nosotros que sabemos que la única forma legítima de colaboración con los demás es mediante el trabajo y no vemos que haya otra forma razonable de prestación. Y así es digno de recordar cómo nuestro Sapa Inca, vuestro padre, Huayna Capac, decidió trasladar de sitio un monte sólo con la intención de que el pueblo estuviera ocupado. Los españoles nunca podrían organizar una mita y ni siquiera entenderla. Ni un sistema de comunicaciones tan perfecto como el nuestro en el que en cada refugio hay siempre un montón de leña preparado para las señales ópticas urgentes.
     Pero lo más chocante para una mentalidad como la nuestra, inca y solidaria, es el desagrado con el que cumplen esta obligación que sólo llevan a cabo a la fuerza. Su egoísmo es tal que no entienden que para que la sociedad funcione, es necesario aportar una parte de nuestro trabajo en beneficio de Sapa Inca como forma de colaborar con los demás y que también es necesario ceder una parte de todo lo nuestro al mantenimiento del culto de los amados dioses locales.
     En la economía agraria de los españoles la ganadería es más importante que la agricultura y yo creo que es entre otras cosas por su incapacidad técnica para resolver los problemas que se les plantea con los regadíos. No he visto por ninguna parte trabajos hidráulicos, canales, diques o desviaciones de ríos que puedan suplir la falta de agua. Y así cuando les viene la sequía, el hambre causa una gran mortandad y se quiebran sus aparatos financieros, sobre todo para la mayoría del pueblo, que es pobre. Es incomprensible cómo teniendo esa tecnología militar tan superior a la nuestra, no saben resolver cuestiones  imprescindibles para la vida. O puede que a la clase dominante no le interese arreglar el asunto del hambre y prefiera de esa forma desarrollar el poderío militar que así le sirve para controlar a la masa del pueblo.
     Tampoco he visto, y es una consecuencia de todo lo que vengo diciendo,  graneros en los que se guarde de manera planificada el sobrante de la alimentación para repartirlo al pueblo en los años malos. Definitivamente tengo la convicción de que aquí no interesa el pueblo aunque se muera de hambre. Y sólo vale en cuanto mano de obra barata. Me veo por ello en la necesidad de insistir en lo que dije respecto a los que llaman los impuestos. En lugar de trabajar para todos, aquí únicamente vale el dinero.
     Como consecuencia de esa política agraria, en España tiene más importancia y categoría social la carne que los vegetales, algo irracional para la salud pública. Y como apenas desarrollan la agricultura, sus producciones son irregulares y desconocen muchos productos del campo muy importantes para nosotros.        En cuanto a los recursos alimenticios, los españoles desconocen la patata y sobre todo el maíz por lo que no pueden hacer el uso ceremonial de la chicha, cerveza le llaman los españoles, que es la que produce la embriaguez de la liturgia religiosa y nos pone en comunicación con los dioses.  Tampoco planifican para usos medicinales de grandes plantaciones. Y no tienen calabazas ni pimientos ni tomates, aguacates, algodón, piña, tabaco ni batata por lo que su gama de productos es muy reducida aunque poseen el trigo, una especie de maíz más basto. Pero lo más sorprendente es el desconocimiento que tienen de la coca, esa fruta maravillosa que repone las fuerzas y sirve de terapia para casi todos los males.

Idioma

     El idioma que utilizan en ese país es el castellano porque la región dominante y conquistadora del imperio se llama Castilla y es una especie de lenguaje general que no impide la existencia de otras formas de habla y en este sentido su situación es similar a la nuestra pues el quechúa permite entenderse a todos nuestros pueblos como lengua común y universal aunque existan otros dialectos locales.  Y como en nuestro caso todos los otros dialectos tienen un tronco común. En mi estancia en España no he podido apreciar si la generalización del castellano ha sido impuesta o es el resultado natural de la necesidad de comunicarse pueblos y administración de un mismo imperio.
     Pero los españoles hablan mucho, hablan demasiado, por lo que necesitan muchas palabras. Por ello para conservarlas, utilizan un curioso sistema que llaman escritura y que les permite fijar para siempre el pensamiento. Pero aun reconociendo lo ingenioso e interesante de este artificio, tengo que confesar que me resultan más apropiados nuestros cordeles como forma de mantener y salvaguardar las informaciones que necesita una civilización organizada a la que me honro en pertenecer.
     Y digo esto porque he podido apreciar las limitaciones literarias que tiene la escritura como forma de transmitir el pensamiento de generación en generación a través de los relatos de los mayores que traen el mensaje de los dioses. Este aspecto técnico es un condicionante negativo muy importante para la literatura, que para los españoles es un arte cerrado porque frente a la creatividad que cada poeta tiene cuando recrea una figura poética o una emoción estética, ellos matan los versos al fijarlos en lo que se llama el papel, y ya no se pueden modificar. Y un ejemplo de esto que digo está en la poesía amorosa de forma que mientras nosotros procuramos la intuición breve y profunda del momento, los españoles se alargan en palabras hueras que no dicen nada ni tienen significación. Por eso el pueblo tiene otra poesía casi clandestina que la doctrina oficialista trata de reprimir, que es una forma de expresión espontánea y satírica que critica los defectos de los demás, incluso de los curacas, y a veces del mismo rey, lo que ha estado a punto de enloquecerme por lo que significa de falta de respeto. Este sistema de escritura es un ejemplo claro de una sociedad sin horizontes espirituales. Nuestros quipucamayocs, funcionarios encargados de transmitir oralmente las tradiciones, son mucho más interesantes.

Conclusión final

     Por último y como conclusión, debo indicarle, Señor, que no parece que sean los españoles esos salvadores de nuestra cultura que la revelación de Nuestro Padre el Sol hizo a sus hijos aunque algunos caracteres externos puedan dar esa impresión. Pero si no fuese así y estos posibles invasores fuesen los anunciados en los presagios, eso significaría el final definitivo de nuestra civilización quizá porque han sido muchos los pecados que hemos cometido.
     Y como es costumbre en nuestras tradiciones, hagamos un canto a Viracocha: "Tú Creador, que hiciste y estableciste a los hombres, que yo pueda vivir apaciblemente y en seguridad. Con boca jubilosa, con lengua jubilosa, de día y de noche, Tú llamarás".

……..…Punto de inflexión del imperio inca…….……
     El Inca Huayna Capac, undécimo de la serie, que reinó de 1493 a 1527 ó 1528, representa el punto de inflexión del imperio inca. De hecho trasladó la corte a Tomebamba, al norte, muy cerca de Quito, dejando a su hijo Huascar, el decimosegundo, como correinante en Cuzco que era la capital y por tanto la sede de la clase política tradicionalmente detentadora del poder. Esta situación fue decisiva para la conquista por los españoles. La fecha de su muerte coincide más o menos con la llegada de Francisco Pizarro a la ciudad fronteriza de Tombez dentro ya del imperio inca.
     El pueblo quechúa había sido uno de los aliados de los incas en sus enfrentamientos con los chancas, y de ellos tomaron el idioma que acabó siendo uno de los factores decisivos en la construcción del imperio. El quechúa será el Runa Simi, la lengua de los hombres.
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 Una opinión de los vencedores

ATAHUALPA

     En verdad que no pudo ser más afortunada para nosotros la coyuntura en la que llegamos al Perú. Ni soñando hubiéramos podido imaginar una circunstancia tan favorable para hacernos dueños del imperio, quizá el más grande que exista en estas nuevas tierras que Colón creyó las Indias pero luego Juan de la Cosa y Núñez de Balboa, por citar sólo a algunos, han entendido que son otra cosa diferente. Y digo que llegamos en el mejor momento posible porque resulta que  esta vez, a la muerte del Sapa Inca o Emperador dos hijos suyos estaban en guerra civil disputándose el poder y tenían dividida a la clase política en favor de uno u otro.  El pueblo, como es natural, estaba al margen y no intervenía en esa polémica de palacio: simplemente sufría sus consecuencias y los caciques (curacas les llaman) se limitaban a hacer lo que les obligaban a la espera de que pasara pronto el chaparrón y poder celebrar las grandes fiestas en favor del vencedor, fuera cual fuera el que ganase.
     La historia te la cuento brevemente. En este país era norma de Estado que el Sapa Inca o Emperador eligiera como sucesor suyo a aquel de entre sus hijos que considerara más capacitado para el papel que se le venía encima, algo que se había respetado siempre y nadie había puesto en tela de juicio. Pero esta vez se había producido la excepción.  Huascar, hijo de Huayna Capac y de Araua Ocllo, que era la Coya o esposa principal, había sido designado sucesor y mandaba en Cuzco, que era la capital.  Pero Huascar tenía dos problemas que resolver.  Uno era su carácter débil, apagado, indeciso y pusilánime, propio de la educación aterciopelada que había recibido en una corte decadente. El otro era esta misma corte, resentida, que no estaba dispuesta a aceptar de buen grado que el centro de poder se hubiera trasladado sin más al norte del país, donde Huayna Capac había pasado la mayor parte de su vida, obligado permanentemente a someter a las tribus más rebeldes al imperio y como consecuencia de ello se estaba formando una corte paralela compuesta sobre todo por militares profesionales carentes de tradición noble y que no pertenecían a los ayllus de Cuzco ni formaban parte de ninguna panaca o familia real. Por ello le empujaban a que controlara y eliminara a ese nuevo grupo de presión.
     Pero los del norte pensaban justamente lo contrario y un joven dinámico y ambicioso sobre todas las cosas, llamado Atahualpa, hijo de una de las mujeres secundarias de Huayna Cápac y que había pasado la mayor parte de su vida en ese ejército luchando contra las tribus levantiscas, estaba decidido a tomar la iniciativa y con el apoyo de los generales hacerse con el poder, utilizando todos los recursos sicológicos, políticos, económicos y militares que fueran necesarios. Comprenderás que la situación era explosiva y la guerra civil tenía que empezar en cualquier momento.
     Don Francisco ya tenía algunas noticias del lío que había en el imperio y pensó que era bueno aprovechar las circunstancias para entrar en su territorio antes de que se arreglasen estos asuntos internos porque una clase dirigente dividida era mucho mejor para nuestros planes que encontrar una piña en torno a un único dictador. Por eso aceleró los preparativos para la expedición pero luego las cosas se nos han presentado mucho mejor de lo que esperábamos. Y no es que no haya costado trabajo conquistar un reino como éste sino que lo más duro para nosotros han sido  los inconvenientes propios de un terreno en el que el hambre, las dificultades del suelo, las enfermedades y todo lo demás que te puedes imaginar, han sido lo peor porque la conquista, lo que se dice la conquista militar se ha resuelto en cuestión de media hora, lo que tardamos en hacer prisionero a Atahualpa y dispersar a su guardia personal.
     La historia ya la conoces más o menos. Atahualpa, que tenía unos treinta años, después de las primeras derrotas a Huascar, escogió la ciudad de Cajamarca, al norte del Perú, como lugar de residencia para la corte y allí impuso todo el protocolo propio de un soberano inca: el uso de la banda escarlata símbolo del poder imperial, unos servidores que barrían el camino por donde iba a pasar, danzarines a su lado y todo lo que te puedas imaginar que es propio de quien se cree hijo directo del Sol. Fíjate que incluso los nobles tenían que acercarse descalzos y la con la mirada en el suelo.
     Cuando entramos en el imperio, nosotros éramos sesenta y dos jinetes, ciento seis de infantería, de los que veinte eran ballesteros, y tres arcabuceros. También teníamos algunos cañones de balas de piedra.  Atahualpa, que debía ser un escéptico en materia religiosa aunque nunca lo confesó porque no es lógico que un hijo de un dios se declare agnóstico, no debía creer en los augurios que anunciaban cosas malas para ellos y dio orden de que nos dejaran avanzar tranquilamente a través del imperio. Fíjate que pasamos por algunos desfiladeros tan cerrados que yo creo que con unas cuantas piedras que hubiesen dejado caer, nos habían aplastado a todos. Confiado en que éramos cuatro pelagatos frente a un imperio universal como el suyo, decidió darnos una lección definitiva cuando estuviésemos en su presencia. Aunque tengo para mí que también le influyó la curiosidad por conocernos de cerca, después de lo que le habían contado sus muchos espías sobre nuestra capacidad bélica. Fíjate que el orejón que vino a saludarnos en su nombre, estuvo tres días con nosotros, seguro que para conocernos mejor, contar cuántos éramos y que número de caballos teníamos. Algunos dicen por aquí que el motivo fue su deseo de atraernos a su causa en la guerra con su hermano pero yo no  lo creo porque por esas fechas ya iba ganando.  Más bien debió ser un poco por curiosidad, otro poco por el placer de dominarnos y en todo caso para quitarse un estorbo en la retaguardia.
     Las cosas sin embargo le salieron bastante mal porque lo hicimos prisionero una vez que se negó a aceptar el requerimiento que le hizo el cura Vicente de Valverde, hoy obispo de Cuzco, y arrojó al suelo la Biblia cuando éste se la mostró después de preguntar el inca en nombre de qué autoridad le hablaba el capellán.  Todo esto lo han contado con detalle algunos testigos presenciales como Hernando Pizarro y Diego de Trujillo.
     En prisión le tratamos con la dignidad propia de un caballero y le enseñamos los principios de nuestra sacrosanta religión, además del ajedrez y otras muchas cosas. La verdad es que era muy inteligente. Procuramos en definitiva que estuviese lo más cómodo posible porque nos interesaba tenerlo vivo y hasta cierto punto contento pues era la mejor forma de servir a nuestros propósitos para controlar el imperio. Pero él lógicamente no estaba feliz y como se dio cuenta de lo mucho que nos interesaba el oro, nos propuso darnos en dos meses todo el que cupiera en la habitación en que estaba, hasta la altura de su mano. Y así fue.  Impresionaba ver a los nativos en la que se ha llamado fila india, trayendo sobre sus espaldas cargas de oro día tras día y aunque al final hubo algún problema porque se cumplía el plazo y no llegaban al nivel establecido, todo se hizo como había prometido. Fue tanto oro el que nos dio, que una vez fundido y separados el quinto real y demás bagatelas, valió 1.326.539 castellanos de oro, 26.000 libras de plata.
      Lo que sí te he de reconocer que se hizo muy mal por nuestra parte, fue no cumplir lo pactado con el inca. Algunos de los nuestros creyeron que había razones de conveniencia política para deshacerse de él y después de un simulacro de proceso en el que se le acusó de traición, fue condenado a morir quemado, salvo que si se bautizaba, se le conmutaría por garrote. Él aceptó esto último pero no por razones religiosas sino por prestigio ante su pueblo, al que había prometido que volvería después de muerto. La escena de su ejecución te diré que fue una epopeya, con los indios cayendo como borrachos, mujeres ahorcándose para seguir sirviéndole en la otra vida y voces de nativos llamándole con lamentos por los rincones. Después el silencio, la resignación, el sufrimiento interno o la indiferencia.
     Porque lo que hemos encontrado en este imperio ha sido un pueblo triste, aburrido, como acabado, sin ilusiones. Y la prueba está en que con un golpe de mano hemos acabado con un poder político que gobernaba casi doce millones de personas. Ha bastado detener a uno de los dos líderes que estaban en confrontación, para que todo se derrumbe sin que se oiga una voz de protesta, de rebeldía o de desesperación, salvo las escaramuzas lógicas de palacio y los intereses de los caciques que se mueven según por donde va el viento. Pero tampoco de alegría. El pueblo inca, dominador de la situación, y las restantes tribus sometidas han aceptado la nueva estructura de poder como algo inevitable, como si lo estuvieran esperando durante siglos y creyeran en un destino inmutable, definitivo e irreversible.
     Ya sé que sus sacerdotes venían interpretando desde hace tiempo que por sus graves pecados los dioses se habían enfadado y un grave peligro se cernía sobre el imperio, que las cosas no se les presentaban halagüeñas, que el futuro era negro y las esperanzas baldías. Pero estos augurios no dejaban de ser en realidad la posición permanente de todos los agoreros del mundo, que se curan en salud anunciando siempre lo peor, en la confianza de que no se les culpe de la derrota. Son discursos que forman parte del papel que cada uno juega en la sociedad sin que nadie en el fondo se los crea de verdad. Porque también forma parte de las reglas de juego que el ciudadano de a pie tiene que simular que acepta esos augurios. Todo es como un teatro en el que están fijadas de antemano las claves de la comedia o del drama.
      Por eso la existencia de esos augurios no me explican la dura indiferencia con que hemos sido recibido los españoles en el corazón del imperio inca. Más bien me inclino a pensar que esta actitud es el producto de una forma de vida muy especial que hemos encontrado en esta tierra y que apenas se conoce que haya habido en otras partes del mundo. Aquí todo estaba previsto, todo estaba reglamentado.  El inca no tenía nada que pensar porque no tenía nada que decidir porque todo estaba ya decidido desde el principio. El Estado ejercía sobre cada uno un control extremo por la edad y por la mitad.  A lo mejor por eso les faltaban las ilusiones por algo y sólo les quedó la desgana.

   El texto es la supuesta carta que un oficial del ejército de Pizarro escribió a un amigo suyo en España, totalmente adaptada al lenguaje de hoy.

……………………Guerra civil en el imperio inca…………………
     La muerte de Huayna Capac en torno a 1527 ó 1528 supone el comienzo de un período de guerra civil en el imperio inca, teóricamente por el enfrentamiento para su sucesión entre Huascar, número doce de la lista de emperadores y gobernador de Cuzco la capital, y Atahualpa, que pretendía destronarle con el argumento de que era hijo de Huayna Capac y una princesa de Quito, razón por la cual se suponía que éste había repartido el imperio.
     Pero la excusa fue una leyenda inventada por los generales del ejército del norte para justificar su golpe de estado porque Atahualpa era hijo de una mujer de Cuzco y su padre nunca pensó en dividir el reino. La realidad fue un enfrentamiento por el poder entre la burocracia estatal integrada por los incas orejones de Cuzco y esos generales advenedizos que no tenían limpieza de sangre. (Los nobles incas llevaban como signo del poder, unos pesados adornos en las orejas que les alargaban los lóbulos. Por ello los españoles les dieron el nombre de orejones con el que son conocidos y citados por todos los autores).
     Atahualpa recibió a los españoles en Cajamarca y allí fue hecho prisionero a la caída de la tarde del día 16 de noviembre de 1532. Desde la prisión siguió la guerra contra Huascar, al que ya tenía prisionero, y mandó matar. Ofreció a Pizarro su libertad a cambio de llenar de oro una habitación pero después de cumplir su promesa, fue ejecutado el 24 de junio de 1533.
     Francisco Pizarro fue partidario de que hubiese un sucesor y eligió a Manco, un hermano de Atahualpa, que acabó enfrentándose a los españoles que lo derrotaron. Un hijo suyo cedió la corona a Felipe II pero sus hermanos la reclamaron. En 1572 fue capturado y ejecutado el último Sapa inca, Tupac Amarú.  Desde entonces muchos líderes revolucionarios han tomado ese nombre como símbolo de la lucha contra la opresión.
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Vencidos y vencedores

FRANCISCO PIZARRO

     "Lima. (Perú). Según se acaba de saber, el pasado domingo día 26 de junio de este año de 1541 ha muerto asesinado en Lima (Perú) don Francisco de Pizarro González, marqués, gobernador, capitán general, adelantado, algualcil mayor y miembro de la orden de Santiago. Tenía 63 años.
     Don Francisco de Pizarro estaba en su casa en la habitual tertulia de la tarde cuando fue avisado de que venían los de Chile a matarlo.  Ayudado por algunos de sus amigos y por los criados, trató de hacer frente a los asaltantes pero el mayor número de éstos y el factor sorpresa hicieron inútiles sus esfuerzos.  Como dice un cronista del suceso, murió alguien que nunca se cansó de descubrir reinos y de conquistar provincias y que estaba envejecido en el servicio real.
     Los motivos que han dado lugar a este asesinato son antiguos y vienen del enfrentamiento que casi desde el comienzo de la operación Perú mantenían Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Ya cuando llegaron los primeros rumores sobre la existencia de esa civilización y decidieron pacificarla, empezaron sus divergencias que fueron acrecentándose a medida que avanzaba el proyecto. Al final los dos protagonistas principales de tan importante hazaña han acabado de mala manera perdiendo cada uno su vida a manos del otro partido, con la diferencia de que mientras Diego de Almagro fue condenado por un tribunal legalmente establecido, la muerte de Francisco Pizarro ha sido producida por un golpe de mano.
     Los choques entre ambos líderes han sido tan intensos que habían desembocado en una auténtica guerra civil, hasta el punto de que el gobierno de la metrópoli había tenido que tomar cartas en el asunto, enviando a Perú a políticos, militares y juristas para poner orden y evitar no sólo la muerte de más españoles sino que las rivalidades internas pusieran en peligro los trabajos llevados con los indígenas y permitieran al autoproclamado líder de los nativos reconstruir el imperio inca."
     Con los tufillos imperialistas y gubernamentales propios del momento ésta hubiera sido más o menos la noticia que alguna agencia habría transmitido si entonces hubiesen existido estos mecanismos de comunicación. Y lo más probable es que algo así se dijo en aquellas fechas con ocasión de la muerte de Francisco Pizarro.

Cuzco, la deseada

     Cuzco no era una muchacha hermosa por la que aspiraran amorosamente Francisco de Pizarro o Diego de Almagro o Hernando Luque o tal vez alguno de sus más fieles seguidores. Cuzco o El Cuzco era una ciudad peruana que por haber sido la capital del imperio inca conservaba aun buena parte del poder político, militar y económico de las panacas o clanes de la nobleza inca, una vez eliminada la sublevación de Atahualpa, y por eso representaba el símbolo del cetro y la gloria.  Francisco Pizarro había fundado un poco más al norte y en la franja de costa la ciudad de Lima, que era la nueva capital de la reciente administración española, pero Cuzco seguía figurando en la nostalgia de los conquistadores como la representación del poder. Cuzco era el poder y por ese motivo era la deseada. Y pizarristas y almagristas suspiraban por su posesión en la confianza de recoger el prestigio y la honra de haber fundado un nuevo imperio. Y por Cuzco batallaron Francisco Pizarro y Diego Almagro hasta el final de sus fuerzas.
     El lío entre los españoles había venido desde el principio cuando repartieron los papeles para la conquista del imperio azteca. A Francisco Pizarro le correspondió la dirección militar, Almagro se encargaba de la logística y el clérigo de llevar las cuentas.  Y así hubo eso de que tú haces menos que yo o lo de que tú sólo haces lo brillante y lo cómodo y me  dejas lo peor. Diego de Almagro tuvo un motivo muy razonable de enfado cuando, después de venir Pizarro a España en nombre de la sociedad mercantil que tenían, para pedir ayuda económica y política, volvió con todos los títulos para sí ‑gobernador, capitán general, adelantado, alguacil mayor, etc. de los territorios que conquistasen, y a Almagro sólo lo nombró el gobierno lo equivalente a alcalde de pueblo.
     Para resolver las diferencias entre los dos bandos, desde la península se había decidido fundar dos provincias distintas de forma que cada uno de los conquistadores tuviera su gobernación. Así a Pizarro le concedieron el norte, con sede en Lima, y el sur a Diego de Almagro. Pero entre los escasos conocimientos de geografía de América que tenían en España, la ignorancia sobre agrimensura de los conquistadores y las escasas facilidades que éstos daban para llegar a un arreglo, los límites no quedaban claros y la cuestión seguía siendo si Cuzco entraba o no en el lote de Almagro, que para colmo estaba muy enfadado porque su territorio, lo que luego sería Chile (de ahí la denominación de los de Chile para él y sus partidarios), le había parecido un  terreno baldío, hosco, sin futuro y sin interés económico ni político.
     Los indígenas estaban sorprendidos y admirados de las batallas, altercados, reconciliaciones y algaradas que tenían entre sí sus nuevos conquistadores. La gente sencilla no acababa de entenderlo y creía que eran luchas de dioses, pero la clase política y militar de los dirigentes incas, que era más descreída, achacaba el asunto a la ambición propia de unos vulgares imperialistas que les habían quitado su reino por las armas, y esperaban que los españoles acabaran destruyéndose entre sí para recuperar la libertad y el poder. En estas estaban cuando se encontraron con un desenlace inesperado el día 6 de abril de 1538 en una llanura llamada Las Salinas muy cerca de Cuzco donde se enfrentaron a muerte los dos ejércitos.  Miles de indios fueron llegando a las alturas de alrededor durante los diez días que se tardó en preparar la batalla, para presenciar el espectáculo gratuito y es de suponer que en el aprendizaje que ya tenían sobre el mercado libre, algún listo hiciera negocio dando de comer y beber a tanta muchedumbre. Y fue ese día cuando terminaron las esperanzas de don Diego de Almagro. Allí fue derrotado, hecho prisionero y después de un proceso que tuvo más de dos mil folios, estrangulado por orden de Hernando Pizarro con el consentimiento de su hermano Francisco, el gobernador. De momento Cuzco quedó para Pizarro.

Dos muertes

     Francisco Pizarro, como su amigo y compañero Diego de Almagro, era un oscuro e inculto aventurero con virtudes y defectos naturales y un sentido común más o menos desarrollado.  Sus comentaristas han dicho de él demasiadas cosas como para formar un perfil unitario: inculto, pérfido, ignorante, fanático, ingrato, avaricioso y cruelísimo; y también que no pregonaba lo que daba, que procuraba mucho por la hacienda del rey y que no sabía mandar fuera de la guerra y en ella trataba bien a los soldados; o que fue grosero, robusto, animoso, valiente y honrado.  Sin embargo la imagen mundial que se ha proyectado de Pizarro ha sido la del conquistador duro, frío y cruel, que por su incultura arrasó los valiosos testimonios de la civilización de los indios y ejerció la crueldad con matanzas inútiles y generalizadas entre los indígenas, la excusa de la leyenda negra. Un dato repetido hasta la saciedad sobre la biografía de Francisco de Pizarro es que nunca aprendió a leer o escribir y ni siquiera a firmar, algo que si no era importante para un conquistador, resultaba imprescindible para un gobernante. Cuando tenía que hacerlo, su secretario escribía su nombre entre las dos líneas que él pintaba.
     Como muestra de su insensibilidad la historia le ha puesto sobre sus espaldas la responsabilidad de dos muertes muy significadas. La del inca Atahualpa y la ya citada de su antiguo amigo y compañero Diego de Almagro.
     En el caso de Atahualpa lo más sangrante fue que se le condenó a muerte después de que cumpliera su parte del pacto para quedar en libertad, entregando el oro y la plata que había prometido. Aquí Pizarro se sometió a las exigencias de un grupo de presión que era partidario de terminar con el inca lo antes posible para lo que no dudó en provocar que fueran alejados con encargos oficiales los que se habían hecho amigos de Atahualpa y defendían su causa, entre otros, Hernando Pizarro y Domingo de Soto. Pero los partidarios del inca se mostraron en desacuerdo con esa postura y cuando volvieron al Perú y se enteraron de lo que había pasado, se lo echaron en cara a Pizarro y le convencieron de que ni política ni humanamente había tenido sentido esa muerte y que incluso el procedimiento había sido una felonía. Los instigadores empezaron a echarse las culpas unos a otros e incluso el gobernador reconoció que había actuado con precipitación y culpó al cura Vicente Valverde y al tesorero Riquelme de haberle engañado. Francisco Pizarro entonces se puso de luto y nombró como Sapa Inca o emperador a un hermano de Atahualpa.
     Pero para situar en términos más precisos esta muerte, conviene recordar que el mismo Atahualpa, mientras estaba en poder de los españoles, mandó matar a su hermano, al que había hecho prisionero en la guerra civil que habían sostenido, por temor a que escapara y se hiciera con el poder del imperio inca, es decir, que los españoles le pagaron con la misma moneda. Y esto no quiere decir sino que si bien es verdad que una muerte no justifica nunca otra, las circunstancias que se dieron en el descubrimiento de América, fueron muy dispares y no son homologables las acciones en las islas del Caribe con la batalla por el imperio inca. Y así generalizar si leyenda blanca o leyenda negra, sin más matices supone falta de rigor.
     Respecto a la muerte de Diego Almagro, son otras las consideraciones que se deben hacer. Francisco Pizarro representaba el sistema y por ello Almagro era la subversión, el contrapunto de lo oficial. Se le hizo un largo y tedioso proceso en el que se le acusó de organizar un complot contra los poderes establecidos y de incitar a la rebelión. Y no se acordaron los acusadores de que el mismo Diego de Almagro, cuando tuvo prisioneros a los hermanos y amigos de Francisco Pizarro, había desoído las presiones para que los mandara ajusticiar. En este caso la necesidad política era diferente y esa decisión mucho más difícil de justificar.

…………De hidalgo pobre a conquistador………..
     Francisco Pizarro, hijo ilegítimo de Gonzalo Pizarro el Largo y Francisca González Mateos, proviene de una familia de hidalgos pobres y nació en Trujillo el año 1478.
     Parece que de joven cuidaba cerdos y decidió huir de su casa cuando perdió algunos animales. Sea cierta o no esta circunstancia, es claro que no le gustaban demasiado ni el trabajo en el campo ni la pluma en la escuela. Y como muchos de los conquistadores, se incorporó a las guerras de Italia. En 1502 se marchó a América en busca de fortuna.
     Antes de meterse en la aventura del Perú, acompañó a Núñez de Balboa en el descubrimiento del Pacífico pero luego no tuvo reparos en apresarlo por orden de Pedrarias Dávila, gobernador de Tierra Firme, que mandó ajusticiarle.
     Durante varios años formó en Panamá una sociedad comercial con un colega y amigo, Diego de Almagro, y un clérigo llamado Hernando Luque. El negocio consistía normalmente en invertir en tierras, que trabajaban los indios de sus encomiendas, en ganadería, de la que se ocupaban los indios, y algunos viajes de descubrimientos en general con beneficio económico. Fue en una de estas correrías cuando se enteró de la existencia de una civilización muy importante que resultó ser el imperio de los incas en lo que llamaron El Perú.
     La muerte de Francisco Pizarro no terminó la contienda entre almagristas y pizarristas, que siguieron enfrentados a muerte hasta que el gobierno de Madrid decidió poner todos los medios políticos  y militares necesarios para acabar con el problema.
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1 comentario:

nomada dijo...

Durante varios años formó en Panamá una sociedad comercial con un colega y amigo, Diego de Almagro, y un clérigo llamado Hernando Luque. El negocio consistía normalmente en invertir en tierras ideandando.es/que-fue-el-siglo-xviii/