MUERTE DE CUAUHTÉMOC, EL ÚLTIMO EMPERADOR AZTECA DE MÉJICO (28 FEBRERO 1525)

Además de celebrarse el “Día de Andalucía”, que recuerdan todos los medios de comunicación, en esta fecha, 28 de febrero, ocurrieron otros acontecimientos de alta significación política y social. Uno de ellos es el fallecimiento del que fue rey de España Alfonso XII, abuelo del actual monarca. Y también el del último emperador o rey azteca de Méjico, a manos de Hernán Cortés.

            Cuauhtemoc fue sobrino y sucesor de Moctezuma II, el emperador que gobernaba el pueblo azteca o mexica, cuando Hernán Cortés, en 1520, intentó por primera vez conquistar esas tierras, siendo derrotado en la llamada “noche triste”. Tras la muerte de su tío, fue proclamado rey en 1520. Los aztecas, más propiamente mexicas, eran inicialmente una tribu que se fue extendiendo, y acabó dominando, por el territorio que hoy, aproximadamente, coincide con Méjico y Guatemala.
            Cuauhtemoc se dio a la tarea de reorganizar el ejército, reconstruir la ciudad y fortificarla para la guerra contra los españoles, pues suponía que éstos regresarían, como así ocurrió un año después. En esta ocasión venían acompañados por un contingente de más de 150 mil aliados indígenas, la mayoría de ellos tlaxcaltecas, históricamente enemigos de los mexicas. El 13 de agosto de 1521 fue capturado en una canoa en la que iban él, su familia y sus más allegados guerreros. Cuauhtémoc exigió ser llevado ante H. Cortés y, una vez en su presencia, señalando el puñal que el conquistador llevaba al cinto, le pidió que lo matara con él, pues, no habiendo sido capaz de defender su ciudad y a sus vasallos, prefería morir a manos del invasor. (Este hecho fue descrito por el propio Hernán Cortes y varios de los cronistas de la época).
            Pero a Cortés no le interesó en ese momento su muerte porque prefería utilizar ante los mexicas su dignidad de rey y así aprovechar su poder para asegurar la colaboración de los mexicas en los trabajos de limpieza y restauración de la ciudad. En los cuatro años que siguieron, la administración codiciosa por parte de los españoles, la desconfianza en Cortés, y sus temores le llevaron a aprobar la aplicación de tormento y su muerte.
            Primero fue el tormento: no contentos los españoles con la cantidad de oro conseguida, intentaron esta fórmula para ver si podían arrancarle alguna información de dónde podría encontrarse más oro: fue torturado mojándosele los pies y las manos con aceite y quemándoselos. Y está escrito que, cuando algún principal planteó la posibilidad de cesar el tormento y hablar, Cuauhtémoc le miró con ira y lo trató con desprecio diciéndole: «si estaba él en algún deleite o baño». Y después Hernán Cortes, que se había vuelto profundamente suspicaz con él (y también con algunos españoles significados),  lo mandó ahorcar el día 28 de febrero de 1525.  

            Cuauhtémoc es uno de los personajes más reconocidos por los mexicanos como héroe nacional. En todos los rincones del país se utiliza su nombre tanto para darlo a las personas como a lugares geográficos y poblaciones y su efigie aparece en multitud de monumentos. El recuerdo de sus hazañas se centra especialmente en el coraje de la derrota, tanto al solicitar a Cortés que lo atravesase con su propio puñal como por la entereza que mantuvo mientras estaba sufriendo los tormentos, al tiempo que daba ánimos a los suyos.
            Este día, 28 de febrero, la bandera mexicana ondea a media asta en todo el país.

            Antiguamente el año empezaba el día 1 de marzo. Fue el calendario llamado juliano, por ser Julio César su inspirador, el que trasladó el comienzo al mes de enero, más cerca del solsticio de invierno, y por eso Febrero, como último que era, sufre las modificaciones de bisiestos. Lo que no está claro son las razones por las que se decidió ese ajuste anual pero parece que fueron políticas y militares. La primavera siempre había sido, y así seguiría durante mucho tiempo, la época de las guerras y las batallas. Cada monarca o jefe político que tenía ambiciones territoriales o de soberanía preparaba sus huestes y su maquinaria bélica para cuando se fuesen los fríos del invierno. Y el caso es que en Roma los cónsules empezaban su gobierno con el año. Salir elegido un día para empezar casi al siguiente a dirigir los ejércitos sin haber tenido tiempo suficiente para hacerse cargo de la situación colocaba a los recién llegados en una escenario complicado. Sin embargo, anticipando un par de meses el inicio del año político, permitía enterarse de los asuntos de la gobernación. Así se decidió y de esa manera lo mantenemos nosotros.