Aunque
él no estaba de acuerdo, sin embargo la mayoría de la gente era de la opinión
de que Leriano había sido muy desgraciado. Una de esas personas a las que el
destino se le cruza un día y empieza a dar tumbos como un autómata. Como esas
piedras que se mueven de sitio en lo alto de la montaña y acaban necesariamente
en el fondo del abismo sin que nadie pueda impedirlo. Pero él no lo veía de esa
manera por más que trataran de decírselo. Antes al contrario, se sentía
profundamente feliz, íntimamente satisfecho y dispuesto a dejarse morir de
amor. Leriano alababa todo aquello que podía terminar con su vida, se mostraba
amigo de los dolores, amaba la tristeza y se recreaba con los tormentos porque
todo eso hacía que Laureola fuese servida.
Leriano
era un muchacho de la alta nobleza de su país, hijo del duque Guersio y de la
duquesa Colería, al que una mirada femenina le había dejado sentado para
siempre. Un triste destino, decían las malas lenguas que no entendían de
generosidad. La ventura le había ordenado enamorarse, idea de la que como el
propio Leriano reconocería después, hubiera debido "huir, antes que buscar
pero como los primeros movimientos de los hombres no se pueden evitar", confirmó con la voluntad lo que el pensamiento le había puesto delante. Y la
mirada le vino de Laureola que, además
de joven y bella, era hija del rey y ya se sabe que al que está más alto,
siempre lo ven muchos más ojos. Por eso Laureola era amada secretamente por los
más del reino.
Viendo
que no encontraba forma de llegar hasta su amada, de Leriano se adueñaron la
tristeza, la congoja, el desamor y la desdicha, que acabaron encerrándolo en
una cárcel de amor de la que no podía salir y que estaba acabando con su vida. En
ella dos dueñas, el ansia y la pasión, le daban corona de martirio; un negro
vestido de amarillo, llamado desesperación, trataba de quitarle la vida y los
solícitos servidores que tenía, eran el mal, la pena y el dolor.
Quiso
sin embargo la suerte que cuando más desesperado estaba, se topase con un
extranjero que se compadeció de su estado y se mostró dispuesto a hacer lo
preciso para sacarlo de esa situación. Leriano confió en él, le hizo saber su
secreto y le envió a la corte para hacerle llegar a Laureola noticia de su
amor, de sus esperanzas, de sus deseos, de sus cuitas y también del estado en
que se encontraba. El extraño, convertido ya en mensajero del amor, consigue
llegar hasta Laureola a la que, cuando encuentra la ocasión propicia y "puesta
la rodilla en el suelo" le traslada la razón de su mensaje.
Pero
ella, al oír una pretensión tan osada e inaudita, herida en su honradez, monta
en cólera y amenaza de muerte si alguien vuelve a insistirle en esta demanda.
Sin embargo el mensajero que con la prudencia debida no ceja en su encargo,
empieza a observar en Laureola expresiones, vahídos, trastornos y ojos de
paloma herida, signos que le parecen propios de enamorados e interpreta como
favorables a su amigo. De esta manera más esperanzado que convencido, retorna a
la cárcel donde está Leriano instándole a que le escriba una carta que él mismo
llevará, aunque con la advertencia de que, a la vista de su estado, lo más
razonable es que sea una carta "más de testamento, que de pasión" de
enamorado.
Pero
de nada sirven ni la carta ni las gestiones que realiza a su vuelta a la corte.
Laureola sigue firme en su decisión u de ninguna manera desea que le vuelva a
plantear las cuitas de su enamorado. Con el fracaso en el bolsillo y la
esperanza rota, regresa el mensajero a donde se encuentra Leriano y le hace
patente la difícil situación en que están sus negocios amorosos. El amante,
entendiendo que sus expectativas están definitivamente frustradas y que en ese
caso le sobra ya hasta la vida, dice que es mejor " a mi morir pues de
ello es servida, que vivir si por ello ha de estar enojada." Y le envía la
carta definitiva en la que le anuncia su decisión de morir, pidiéndole
simplemente que "honre sus huesos."
Pero
inesperadamente esta carta de despedida impresiona a Laureola de tal forma que
decide contestarle, si bien con la advertencia clara de que lo hace "más
por redimir tu vida que por satisfacer tu deseo." Sin embargo este último
y decisivo matiz ni es apreciado ni interesa a Leriano, que lleno de
entusiasmo, abandona su lugar de penitencia y decide incorporarse a la corte
para seguir en la conquista de su amada, sin suponer siquiera los trabajos que
le aguardaban.
Dada la confusión del caso, la primera vez que coinciden los dos,
"al uno le sobraba turbación y al otro le faltaba el color, ni él sabía
qué decir ni ella qué responder", algo lógico en una situación de este
tipo. Mas los matices de la escena no pasaron desapercibidos a Persio, que
estaba presente en la entrevista, un cortesano de esos que buscan su felicidad
en el dolor ajeno, una persona rencorosa que sólo sabe mirar de reojo, y que
sin más se fue hasta el rey a quien contó que Leriano y Laureola se amaban y se
veían todas las noches cuando él iba a dormir. Esta falsa acusación remueve las
entrañas del rey que manda a su hija a la cárcel y lleva a Leriano a un juicio
de Dios en el que Persio pierde su mano derecha y se salva de una muerte segura
por la intervención personal del rey.
Su
maldad sin embargo es tanta que le exige llevar adelante su calumnia sin mirar
en procedimientos, eso de que el fin justifica los medios, y se le ocurre
entonces comprar tres testigos falsos que acrediten ante el rey, uno a uno, los
amores clandestinos de Leriano y Laureola. Y tienen éxito porque Laureola es
condenada a muerte por su padre el rey, a pesar de los ruegos, súplicas y
llantos de toda la parentela.
Ante
tamaño despropósito Leriano no puede permanecer quieto y viendo que se agotaban
todos los esfuerzos, prepara un ejército de quinientos "hombres de
armas", que matan a Persio, liberan a Laureola y cercan la fortaleza en la
que está el rey. Es el todo por el todo. Al final los testigos confiesan su
felonía, el rey reconoce su error y llama a su hija a su lado.
Todo está, pues, resuelto. Laureola es
inocente y Leriano espera ahora alcanzar el fruto de su esfuerzo con el amor de
su amada. Ansioso por la espera, le escribe diciéndole que mientras llega la
hora de encontrarse, en su ausencia se considera "el más sin ventura de
los más desventurados."
Pero
el desengaño viene en el peor momento y cuando ni lo espera ni lo presiente.
Laureola le escribe en la que será la última carta de la historia, diciéndole
que sería galardón suficiente para él si supiera el pesar que ella lleva dentro
de sí por las fatigas que se ha tomado y la promete toda clase de bienes
materiales, honores y honras pero nada más porque Laureola se ve obligada a
comportarse "no según tu deseo sino de acuerdo a mi honestidad." Esta
es la cuestión. Si ahora cede Laureola a sus pretensiones, todo el mundo
pensará que había antes alguna cosa. El
único modo terminante de confirmar su honestidad es no dar pié a ninguna
figuración. Entre ellos ni ha habido, ni hay ni habrá nunca nada. "Cuando estaba presa, salvaste mi vida y
ahora que estoy libre, quieres condenarla. Y así acabo para siempre de más
responderte ni oírte."
A
Leriano no le queda más salida que su propia muerte aunque, eso sí,
"llamándose siempre bienaventurado porque era venido a sazón de hacer
servicio a Laureola".
La
mayoría de la gente, sus amigos y parientes trataban de disuadirlo y en el peor
de los casos se dolían de su desgracia, viendo cómo día a día la vida se le
escapaba por la ventana. Y aunque él no estaba de acuerdo, coincidían en lo
desgraciado que había sido un joven de la alta nobleza. Y era tanto su amor y
devoción por Laureola que cuando su amigo Teseo, sabiendo que la pasión era la
causa de su muerte aunque naturalmente no el nombre de su amada, empezó a lamentar
ante el lecho del moribundo las afrentas y los desengaños que causan en el
corazón las mujeres, el propio Leriano, incorporándose, le expuso las quince
razones por las que se equivocan los que dicen estas cosas hablando mal de las
mujeres, las veinte razones por las que los hombres están obligados con ellas y
un ramillete de veinte ejemplos de otras tantas mujeres dignas de ejemplo.
Estaban
los presentes maravillados de la bondad de Leriano y esperando el final cuando
se le planteó un problema importante cual fue qué hacer con las cartas que le
había escrito Laureola porque si se las daba a alguien, corrían el peligro de
que desapareciera el secreto y por otro lado destruirlas era una ofensa a su
autora. Por eso decidió en una especie
de extremaunción civil, trocearlas en un vaso de agua y bebérselas
"quedando así contenta su voluntad."
Y
después de decir "acabados son mis males", todo terminó para Leriano,
siendo su muerte el testimonio de su fe.
(Por la transcripción.)
………………………..Primera novela sentimental……………………..
"Cárcel de amor" pasa por ser
la primera novela sentimental en la literatura española. Libro más célebre que
leído, en opinión de Menéndez Pelayo, fue un importante número uno en la lista
de libros más vendidos de su tiempo, traducido a casi todos los idiomas
europeos.
Escrita por Diego de San Pedro, quizá en
1490, el autor pone su terminación en Sevilla el 3 de abril de 1492.
Diversos pasajes permiten afirmar que
influyó claramente en muchas obras posteriores como, por ejemplo, La Celestina
o el Quijote. Incluso en el caso de la primera, hay paralelismos muy notables:
el lamento de la madre de Melibea ente el cadáver de su hija recuerda al que
pronuncia en circunstancias similares la madre de Leriano. O cuando Celestina
llega hasta Melibea para llevarle la noticia del amor de Calixto, ésta le
amenaza de muerte, lo mismo que hace Laureola con el mensajero.
…………………………………………………………………………………….
El
debate sobre el amor.
LERIANO
Lo
que me dices, Teseo, sobre las mujeres, y la opinión que tienes de ellas, me
induce a pensar que tampoco conoces los secretos del amor ni sabes de sus
disfrutes, cosa harto penosa en un joven como tú, que podrías estar gozando de
esa alta perfección que sólo los hombres como seres racionales conocen, que es
doctrina común entre los filósofos, que los animales sólo se aparean para
mantener su especie pero no son capaces, por su falta de raciocinio y de
voluntad, de querer, como nos ha sido dado a las personas.
Y
porque dedicaremos otra tarde a completar las argumentaciones que ya te he
expuesto sobre las mujeres, quiero hacerte saber ahora los caminos intrincados
del amor y cómo hace llegar a los humanos sus misterios para ver si iluminando
tu mente, muevo tu corazón.
Has de saber, en primer lugar, que la virtud
amorosa es un don que no se da a todos los humanos sino solamente a aquellos
que son capaces de respirar los suaves y dulces perfumes que su posesión
produce. Porque como la madre naturaleza es sabia y hace las cosas bien, no
sería justo desaprovechar los manjares más exquisitos en estómagos brutos y
dados a lo vulgar. Y así, habiendo hecho a algunos seres superiores a los demás
en inteligencia y emoción, solo a los espíritus elevados les hace llegar su
mensaje, que no estaría bien ni sería justo desaprovechar tan extraordinarios
bienes.
Debes
imaginar a la vista de mi estado y las consecuencias de mi decisión, que yo he
sido uno de esos afortunados a quien la madre naturaleza ha abierto sus puertas
y por ello doy gracias a Dios y como fiel cristiano que soy, rezo a la Santa
María al llegar el alba un paternoster y tres avemarías.
Pues
el amor es una noble afición que contagia todas las facultades del
entendimiento de forma que por la amada hace ser apetecible todas las cosas,
incluso la misma muerte. Que por eso dicen los físicos que es una variedad de
locura que inflama el cerebro por el deseo insatisfecho, aun cuando hay varias
formas para su cura. Y es ello porque es una fuerza que empuja a todas las
cosas y hasta puede llevar la perdición, como le ocurrió al pobre París, que
causó la guerra de Troya en la que murieron muchos hombres nobles y de muy alto
juicio.
Has
de saber también que la llegada del amor al corazón de los hombres viene con señales
muy fuertes y que producen determinación, como en justicia pertenece a
espíritus delicados de conocimiento y voluntad. Lo que juzgan los jueces del
amor que son uso, costumbre y naturaleza como es bien sabido desde siempre. Y
estas señales son dignas de admiración porque traen delectación y disfrute,
aunque produzcan pena y sufrimiento. Y sabrás por lo que a mi toca, que el
enamorado cambia de color cuando se encuentra con su amada y balbucea palabras
de ventura y dice razones dulces y concertadas y busca remedio en el no comer y
no beber y así otras muchas cosas.
Y
como el amor tiene sus reglas y éstas han de ser cumplidas con cuidado para
bien atender a sus propósitos, estimo que debes conocerlas para mejor
seguirlas, que ya decía el Filósofo que la sabiduría y el conocimiento es la
forma que tiene la voluntad para su recto proceder. Y de ahí deducir las
cualidades que debe tener el perfecto amador, que en negocio tan importante, es
necesario como dicen los poetas, hacer bien todas las cosas.
Y así te las enumeraré como las leí en las
doctrinas de los antiguos.
Y
es la primera ley, que el buen amador ha de servir siempre y por encima de
todas las cosas, a su amada porque no hay manera de ser más afortunado que la
ventura de amar pues el amor a las mujeres les dota a los hombres de las cuatro
virtudes teologales y las tres cardinales y la pasión amorosa cuando domina
todas las potencias del alma, les hace a
los hombres más contemplativos y dichosos. Y no hay mejor hazaña que aquella
que cumple al amante con la amada, ni servicio más grande que morir por ella,
que la torpeza suele confundir las mentes de los débiles.
A
la segunda, que hay que prestarle mucha atención y cuidado porque el durar de
las cosas es señal de lo que son, que el tiempo es la mejor medida para conocer
la verdad del amor porque ¿cómo podría el amante demostrar mejor su disposición
para con la amada que siéndole fiel hasta el final de su vida?. ¿No suelen
acaso los falsos amadores olvidar con facilidad sus promesas cuando la amada
les niega una mirada o se presenta cualquier inconveniente?. El amante debe
vencer los obstáculos que se le ofrecen para alcanzar a su amada, que no es
propio de quien ama de verdad, abandonar su deseo cuando aparecen las
dificultades. Y habrás de saber, querido Teseo, que la perseverancia no es
virtud pasajera sino prueba de lealtad y fortaleza de espíritu, cualidad propia
de enamorados.
La
tercera ley del amor es que el enamorado ha de ser por encima de todas las
cosas discreto, lo cual es señal de buena condición y singular nobleza, que no
es bueno para la amada que su nombre lo conozcan los demás porque eso afectaría
a su honra y honestidad. El amador debe antes morir que oscurecer la fama de su
amada, de forma que debe cuidar que ni su vestido ni sus cartas ni las quejas
amorosas le hagan conocer a nadie el nombre que guarda en su corazón.
Hay
una cuarta ley que algunos discuten y que dice que el amante sólo ha de gozar
de la vista de su amada y en modo alguno debe pedir nada deshonesto. Pero sobre
esta cuestión me gustaría, noble Teseo, disputar contigo si se pueden pedir
otras mercedes diferentes de la contemplación, que en lo tocante a conseguir el
amor de la amada, muchos yerran creyendo que su posesión está reñida con la galanura
que le es propia a los enamorados. Y aseguran los que dicen estas cosas, que
quien siempre bebe, no tiene sed ni tiene hambre quien a todas horas come pero
a ello yo respondo que nadie quiere ni busca su mal sino que antes al contrario
es de natural tendencia huir de los pesares que la fortuna acarrea y que la
posesión del bien absoluto nunca puede producir enojo porque como dice el
Filósofo, si el amor es la inclinación a buscar el bien, ¿cómo éste puede ser y
no ser bien al propio tiempo?. Y no lo sería si su posesión produjera pesar. Y
de ahí yo deduzco que la posesión de la amada, que es el mayor bien que el
hombre puede alcanzar, luego de producir hartura, es el beneficio que mejor se
alcanza al hombre y fuente de toda la felicidad.
Debes
recordar estas cuatro leyes si alguna vez te tocan los dardos de Cupido, que la
fortuna las más de las veces a unos engaña y a otros conserva fieles.
Disputan
algunos si en los negocios del amor es más importante el corazón que los ojos.
Y sobre esto dígote que si bien éstos son las ventanas del cuerpo y la puerta
abierta del alma y no hay cosa importante que por ellos no entre, sin lo cual
el amor no tiene por donde penetrar, es el corazón el culpable de los
movimientos de la memoria y de la fantasía y de ahí la fuerza de la voluntad.
Pero como antes dije, los ojos llevan al conocimiento y la contemplación de la
amada y para ello el alma debe estar precavida, por lo que te advierto que tu
razón esté atenta para sufrir el gozoso placer de los efluvios amorosos.
Y
es lo postrera y definitiva razón sobre el amor que no hay bien alguno, entre
los verdaderos amantes, que morir por la amada porque en ello muestran hasta
dónde puede alcanzar una voluntad entregada y servidora. Y no es penosa esta
situación, antes al contrario gozosa y lisonjera porque el ansia de amar pide
la posesión de la amada, siempre que en ello no haya detrimento de su honradez.
Que de no ser así, mejor es al perfecto amante morir en servicio de su amada,
como decían los antiguos siglos y dirán los venideros.
…………………………Cárcel de amor……….……………………..
Rebuscando papeles antiguos un viejo
clérigo aficionado a las letras y al estudio, encontró entre los legajos de la
sacristía un pergamino en el que se exponen las condiciones y leyes del buen
amor, así como las razones a favor de las mujeres.
Desconociendo a su autor, supuso por
algunas circunstancias, que podrían ser los argumentos que el protagonista de
la novela "Cárcel de amor" de Diego de San Pedro, manifestaba a
parientes y amigos mientras esperaba su muerte por amor de Laureola, por lo que
le llamó el testamento apócrifo de Leriano.
El escrito se presenta como tal con las
adaptaciones elementales para que conserve su frescura y pueda entenderse en el
lenguaje de hoy.
El
debate sobre las mujeres, que constituye una segunda parte, se dará otro día.
…………………………………………………………………………………
El
debate sobre las mujeres.
L
A U R E O L A.
Discutíamos
el otro día, amigo Teseo, sobre las reglas que el amador necesita cumplir para
dar gusto y reverencia a la amada de manera que su vida sea un servicio propio
de quien ha sido elegido por la fortuna para tan alto menester. Pero has de
saber que todo ello no es sino producto y consecuencia de la obligación que los
hombres tienen para con las mujeres como decían los antiguos y es doctrina
común entre los verdaderos sabios.
Es
por ello conveniente que analices las razones que nos obligan a su veneración y
nunca las olvides para mejor provecho tuyo y honra de quienes han sido creadas
para enaltecer lo que tiene de mejor la creación. Y para un más fácil ejercicio
de tu razón y tu voluntad y memoria, te quiero anunciar algunas de las
argumentaciones que debes tener presentes cuando hayas aprendido la
significación de lo que las cosas son, así como advertirte de los errores que
algunos maestros han escrito, no por negligencia sino porque es propio de
humanos equivocarse alguna veces aun en la evidencia, que hasta a los más
sapientes toca el diablo.
Y
no otra puede ser la explicación que nos pareciera digna de ser entendida,
cuando recuerdas aquellas cosas que algunos preclaros hombres decían en la
antigüedad sobre las mujeres como aquel abad de Cluny, Odón, que recordaba las
tripas y las heces de las mujeres para provocar hastío y rechazo a su belleza o
aquel filósofo de la virtud que recordaba también que cuando coges los miembros
de las mujeres, debes contemplar el insoportable hedor que será dentro de poco
cuando la muerte la haya acogido en sus entrañas. Pero advertirás en seguida, querido Teseo,
que estas consideraciones están hechas para
el común de los mortales que no saben de las finuras del amor y sólo
aprecian en las mujeres las cosas de las bajas inclinaciones de manera que antes
buscan su propio beneficio que el placer de la donación y la entrega. Y a esos
es prudente advertirles sobre las ventajas que tiene el uso y cumplimiento de
las virtudes y los peligros de la perdición.
Por
eso gentes de todos estados que en posterior tiempo fueron santos y afamados
varones acordaron retirarse del mundo y de la vanas apariencias para hacer
penitencias en el desierto o en el claustro y dañar su cuerpo antes que su
espíritu y vencer las tentaciones que Satán en forma de mujer les ofrece. Y
conocerás sin duda historias célebres de famosos penitentes que ganaron la
batalla al Maligno. Y el Doctor Angélico, que fue uno de ellos y lo venció, que
también los hombres del servicio a Dios son tentados, contestó a los que
culparon a la Divina Providencia de que si la mujer es la seducción y por ello
la perdición de los hombres, si no hubiese sido más apropiado que no hubiese
existido para así no hacer daño a las almas de los que caen en sus redes
maliciosas. Y a ello responde que si Dios hubiese quitado del mundo a todas las
cosas que puedan servir de tentación, entonces el mundo sería imperfecto porque
no es justo destruir el bien común para evitar el mal particular. Es Satán el
que, conocedor de la atracción que la belleza de la mujer produce en los
hombres, no duda en aprovechar sus cuerpos hermosos y elegantes para conseguir
su perdición y así el Santo Padre Inocencio ha bendecido la cruzada contra las
brujas que no son sino víctimas de la posesión del Maligno.
Pero
además la belleza de las cosas externas, coincidirás conmigo, querido Teseo, es
una muestra de la Bondad divina que ha querido en sus inescrutables arcanos que
los hombres gozan y aprovechen de las criaturas. Y así la perfección femenina,
a la que otro día me referiré con más detenimiento, debe ser resultado de la posesión
de las virtudes que es propio de la hermosura del cuerpo servir de signo de la
del alma, como ya decían los antiguos y así Friné que por su hermosura y
lindeza había servido de modelo a Praxíteles para esculpir a la bella Venus,
fue salvada del delito de impiedad del que le habían acusado algunos envidiosos
porque el orador Hipérides le rasgó la túnica delante del tribunal al tiempo
que decía que una belleza tan perfecta no podía en modo alguno encerrar un mal
espíritu.
Quiero
decirte sin embargo, amigo Teseo, que ha sido doctrina común en las habladurías
de los hombres rudos que el comercio del cuerpo de las mujeres es el vicio que
dicen más antiguo de la humanidad y a este respecto debo convenir contigo que
si bien es verdad que siempre ha habido mujeres que han hecho este comercio,
ello es beneficioso para la gente vulgar y por ese motivo los Concejos han
creado y protegido casas de lenocinio o mancebías como la muy afamada de
Córdoba, en las que el común de los mortales desahoga sus bajas inclinaciones y
así aprovechan al beneficio del matrimonio, siguiendo en esto lo que decía el
santo de Africa que es necesario que un palacio tenga letrinas para su propio
bien, que asno de muchos, lobos los comen. Pero en lo de que fue el primer
pecado, debemos distinguir para un mejor raciocinio entre pecado y vicio y hay
que recordar que el pecado más antiguo no es sino la soberbia que hizo que el
ser humano rompiera sus vínculos con el Creador y luego hay que rememorar el
crimen que el bueno de Abel sufrió de manos de su hermano Caín por lo que hemos
de concluir que el comercio del cuerpo ha sido en todo caso el tercer pecado
que el hombre cometió y ello es necesario saber para acordar la historia de los hombres.
Otros,
sin duda más reflexivos, afean en las mujeres la conducta de Eva, la primera
mujer, el pecado de desobediencia que llevó al género humano a la perdición y a
la muerte del alma y así publican sus maldades y despropósitos en todas sus
acciones como si la mancha original las hubiera marcado en su voluntad y sus
potencias del alma como aquel poeta famoso que cantaba la maldición de las hembras diciendo que
todas son lobas a la hora de escoger y anguilas a las de retener, y malignas y
sospechosas, malsecretas y mentirosas, móviles que se mueven como una hoja al
viento, que ponen en olvido en seguida al ausente y quebrantan las cosas
vedadas y llevan liviandad en sus cosas y presunción, engaño, osadía,
vanagloria, locura, alteraciones y alcahuetería, que no hay criatura en el
mundo que haya recibido tantas y tan variadas acusaciones así de moros y de
cristianos y hasta de gentiles, en que coinciden muchos desdeñados. Pero has de
imaginar que estos juicios son producidos por el enfado de los que las
aborrecen por el pecado de nuestra madre común Eva y así argumentan en sus
razones que es mandato divino que la mujer ha de parir con dolor por haber
engañado al hombre llevándolo a la perdición. Y es justo su reproche como
propio de almas engrandecidas por el amor a Dios que hubieran gustado de servirle
siempre y de todas maneras y no tener la mancha original del pecado, que fue
por esto que todos los sermones dicen que el mundo es un valle de lágrimas y
que es verdad nadie lo duda. Y es razón también que cumple a este propósito que
hay muchas mujeres santas y virtuosas que ofrecen remedio para sufrir y fuerza
para las cosas del espíritu.
Y
en lo tocante a los filósofos hay otra opinión muy general y es que las mujeres
son imperfectas como resulta necesariamente de creer que no son sino hombres
imperfectos y ésta es la opinión que expone el Filósofo, que dice que el varón
es más apto para la dirección que la hembra y por eso la virtud de la fortaleza
de los varones es diferente de la que se atribuye a las mujeres que es propia
para servir. Y por eso dice Tomás de Aquino que naturalmente la mujer está
sometida porque en el hombre abunda más la discreción de la razón y con
respecto a la naturaleza particular la mujer es algo deficiente y accidental. Y
en esta opinión coinciden también algunos teólogos seguidores de tales
doctrinas que afirman que al ser el varón cabeza de la mujer, era conveniente
que se formase del mismo.
Pero
a este respecto tengo que confesar la evidencia de que el Filósofo no acierta
en este razonamiento porque si la esencia de la mujer fuese la no perfección o
imperfección, no habría sido creada en el mundo perfecto del paraíso terrenal
antes del pecado, que una cosa es tener una naturaleza limitada como tienen los
animales y las plantas, que sirven al hombre, y otra que la imperfección sea su
definición. Y además hay otros filósofos y teólogos que afirman que la mayor
capacidad de discernimiento de aquel al que le es propio ordenar la vida, no es
mayor cualidad y que esto se demuestra en que el varón fue creado del barro de
la tierra que es vil y la mujer lo es del varón y el Señor la formó no de una
parte inferior sino de la costilla para que fuese su compañera, como lo dice el
propio Génesis.
Y
por estas y otras razones vengo en concluir que no hay motivo más alto de
adoración que la mujer porque si ésta procede del varón, aquel lo hace de la
mujer porque ¿cómo sería posible la vida si no fuera por el don de la
naturaleza que son las mujeres?. ¿Acaso los hombres seríamos capaces por
nuestra propia industria de engendrar y procrear nuevos seres que sirvan a Dios
y ayuden a su gloria y engrandecimiento? Más aún nosotros mismos no somos sino
hijos de mujeres pues a ellas mismas debemos nuestra vida y lo que somos.
Has
de saber que de siempre los filósofos han demostrado que desde el principio la
divina Providencia repartió los dones y las gracias de la naturaleza entre las
criaturas de forma equitativa y complementaria para que así la colaboración de
los unos con los otros permitiera alcanzar con afán y con trabajo las cosas más
amadas en esta vida. Y porque debemos analizar con cuidado todas las razones de
los beneficios que las mujeres nos proporcionan, otro día te diré algunas de
las más principales.
……………………..………Cárcel de amor…………………………………
Las conversaciones que Leriano, personaje
central de la novela “Cárcel de amor” de Diego de San Pedro publicada en abril
de 1492, mantuvo con su amigo Teseo mientras aguardaba la muerte por amor de
Laureola, tienen una enjundia propia de la mentalidad del amor cortés de la
época y reflejan las emociones y los pensamientos de ese tipo de literatura.
Después de haber analizado las reglas del
amor, ya publicadas, el debate llevó necesariamente a los fundamentos de esa
relación y supuso discutir sobre las diferentes opiniones que en torno a las
mujeres se debatían en lo que se ha llamado históricamente la querella o la
disputa de las mujeres. Y en esta dialéctica Leriano no puede por menos que
ponerse de parte de los defensores.
………………………………………………………………………………………….
Elogio
de las mujeres
LERIANO.
Debemos
finalizar este día, querido Teseo, las pláticas que nos han entretenido los
pasados y no porque hayamos hecho toda la ponderación que las mujeres merecen,
que nunca un bien tan alto puede ser honrado como es propio a su naturaleza,
sino a causa de que mis fuerzas ya flaquean, que el continuo ayuno y no comer
como hace a mi decidido propósito, acarrea la muerte y no otra ventura mayor
deseo que esta dulce enemiga, que se me resiste demasiado, quizá por causa de mi
juventud y fortaleza física. Y como
advierto que ya se me quiebra la lengua al hablar y la vista noto casi perdida
y mi entendimiento empieza a sentir una fuerte turbación, es por lo que percibo
que el morir me acompañará a no pasar mucho tiempo y por ello de no comer,
puedo asegurar que está próxima la hora de mi último suspiro. Y pues no otra
cosa que mi amor por Laureola me tiene en este estado, has de saber que mi
deseo es que sólo sea el pensamiento de ella el que llene mi corazón y mis
pensamientos en los postreros momentos de mi vida.
Pero
como parece obligado acabar nuestros razonamientos sobre el amor y las mujeres,
quiero contarte, Teseo, para tu provecho y el de otros mancebos los últimos
argumentos sobre estas cosas, de manera que expliquen y aclaren las razones por
las que las mujeres, de las que nosotros nacemos y hasta el Creador usó para su
Nacimiento y Redención, deben ser veneradas y honradas para siempre jamás.
Y
si no fuera porque el tiempo apremia mi corazón y las leyes del amor me obligan
y se torna para los amantes el morir por la amada como la mayor fortuna que un
hombre puede alcanzar y yo estoy ansioso de que así ocurra, te recordaría otras
muchas cosas que amantes conocidos por sus esfuerzos y sacrificios y escritores
de fama han dicho sobre ellas. Y así
sería beneficioso para nuestra alma recordar los cantos y loores a la más
principal de todas las mujeres, Nuestra Señora, tan de tradición en versos y
narraciones y los milagros famosos que a sus devotos y contemplativos siempre
hizo aunque a veces cometieran pecados malignos. Y también sería de provecho
para este propósito que nos anima, hacer memoria de mujeres que por su castidad
o por su denodado amor pueden servir de ejemplo para nuestras argumentaciones.
Y aunque el tiempo ya se me agota en demasía, no quiero dejar de citar algunas
tanto cristianas como gentiles o judías. Y así te diré de Penélope; de Julia,
la hija de César; de Porcia, mujer del noble Bruto, que después de saber de su
muerte, acabó sus días comiendo brasas para hacer sacrificio de sí misma;
Débora; Ester o Isabel de la cual fue san Juan. Y muchas otras como doña María
Coronel; o doña Mari García, la beata; o Claudia, o Camila. Y a mi me conmueve
Artemisa, que fue casada con Mausolo y al que amó tanto que después de muerto,
le dio sepultura en sus pechos, quemando sus huesos en ellos, la ceniza de los
cuales poco a poco bebió y después de acabados los oficios, se mató con sus
manos, que el amor es la mayor ventura de la creación y así yo también estoy
muriendo ya por causa de Laureola. Y más todavía te haría memoria de otras
muchas.
Y
a ellas es justo añadir otras cuyos nombres no nos son conocidos, pero sí su
piedad y devoción que les hizo tomar los hábitos de la religión. Y aquellas
otras muchas que son hacendosas en el hogar y aunque casen con señor muy
principal, siempre guardan en mucho su modestia y viven sin ninguna mancilla.
Pero
es necesario volver a nuestro propósito antes que mi agonía impida el
raciocinio pues hay algunas cosas que es imprescindible manifestar. Porque son
muchas las razones por las que los hombres están obligados con las mujeres,
como has podido colegir de las pláticas anteriores, y es de ella la principal
que las mujeres suplen lo que la naturaleza no dio a los hombres.
Ellas,
querido Teseo, nos proveen de las más hermosas virtudes que el alma humana
pueda poseer y de las cuales son principales algunas que ahora te puedo
acordar, y así nos dan la templanza con la que tenemos mesura en el hablar y en
las obras así como en el comer y en el beber; y la fortaleza por la que crecen
las fuerzas y nos hacen fuertes para sufrir los dolores del amor y por ella
probamos que somos verdaderos amadores porque deseamos antes nuestra muerte que
la afrenta de la amada y comprenderás por el estado en que me hallo, que ha
sido esta virtud la que me ha permitido sostenerme en ello en bien y por amor
de Laureola, que si yo no tuviese fortaleza, ya le habría sido infiel y
desleal, que son los mayores pecados del amador; y también nos proveen de la
esperanza, por la que los hombres siempre esperan alcanzar la gracia y los
favores de su amada y así están unidas con esta virtud otras que como hijas
suyas adornan su estirpe y son la constancia y la paciencia que ambas a dos
serenan el alma del joven mancebo que antes desea alcanzar lo que todavía no ha
merecido y comprenderás que si un árbol se arrancase sin que madure, morirá al
instante y así son las cosas del verdadero amor. Porque coincidirás conmigo en
que el hombre es de natural indolente y más dado al cansancio que al esfuerzo
continuo y de esta forma nunca germinaría el amor, que debe ser regado con las
lágrimas de la paciencia y el abono de la constancia y todo esto lo aprendemos
de las mujeres. Nos hacen también contemplativos y contritos, honrados y
sufridores con los tormentos del amor.
Has
de saber también, amigo Teseo, que las mujeres ofrecen y acrecientan en los
hombres unas cualidades necesarias que les hacen tener galanura y cortesía con
los demás porque de esta forma ya no son rudos, que con frecuencia los asuntos
de la guerra producen aspereza porque las virtudes de los hombres se acomodan
mejor a las lides y combates y torneos, para lo que han sido hechos por el
Creador. Y así la limpieza que nos procuran en la ropa y en el vestir, que es
la mejor forma de cortesía y la primera que se ha de tener y así nos ponen en
buena crianza de que sabemos honrar a los pequeños y a los mayores y de esta
forma somos bien criados. Y usan para esta buena crianza de la música de que
nos hacen gozar por su dulcedumbre y cantamos lindos romances y los trobadores
troban las canciones o coplas que quieren hacer y nos afinan las gracias.
Y
por último pero no menos importante, las mujeres mantienen y acrecientan
nuestros haberes y rentas, que no hay ninguna duda de que el hombre asimismo es
dado a dilapidar su fortuna y no está reñido el dinero con el amor, antes al
contrario, que con las mujeres se alcanzan grandes casamientos con muchas
haciendas y rentas, que tanto causan bien la virtud y la riqueza que ambas
aprovechan al alma y al cuerpo, que los dos componen al hombre como desde
siempre dijeron los filósofos.
Y
la consecuencia de todas estas obligaciones para con las mujeres es que se
equivocan los que hablan mal de ellas porque has de saber, amigo Teseo, que
necesariamente todas las cosas hechas por Dios han de ser buenas por lo que no
es posible a nuestro entendimiento y a nuestra razón pensar que el Supremo
Hacedor pudiera haber creado incompletas a las mujeres porque eso sería como
ofender a su propia Madre, que también quiso que fuese mujer y así se dice en
los libros sagrados que quiso venir de mujer que la pariera. O acaso ¿no nos ha
venido todo el bien al mundo por Nuestra Señora? Y por todo esto y otras razones que se te
alcanzan, verás que los que hablan mal de ellas yerran cuando lo hacen porque
olvidan sobre todo que ellos mismos son hijos de mujeres que los llevaron en
sus entrañas y habiéndolo hecho la madre naturaleza, es grave pecado ir contra
el orden natural y que de ellas nacieron hombres virtuosos y no hay mayor y más
agradable obligación de un hijo que honrar a la que lo parió porque Dios quiso
que la madre fuese acatada sobre todas las cosas.
Y
por esto no es noble quien se ejercita en este mal trabajo, que además hace un
mal ejemplo porque si las maltrata con la palabra, los rudos se lo creen y las
pegan y las matan. Y por esta causa de siempre todos los maldecidores han sido
odiados y malditos de todos y más aun cuando hacen ocupación de sus maledicencias
a las que deben ser objeto de veneración por su nobleza y virtudes singulares.
Y de esta forma ves que mi estado lo causa la honestidad de Laureola que por
evitar la maledicencia, antes permite mi muerte que algún ignorante ponga en
duda su virtud, de lo que yo estoy orgulloso y ennoblecido y consiento con
fervor.
Y
por último la hermosura que tienen es de tanta excelencia, que no hay en la
tierra ni flor que se le parezca ni virtud que las iguale porque ellas son
todas las virtudes juntas...
……………………………Cárcel de amor………………………….
Mientras Leriano, protagonista de la novela
"Cárcel de amor", espera la muerte por amor de Laureola, confía a su
amigo Teseo las veinte razones por las que los hombres están obligados con las
mujeres y las quince por las que se equivocan los que hablan mal de ellas.
Luego, a modo de ejemplo, enumera nombres de mujeres que por diversas razones
han sido famosas en la historia. Con ese material de la novela ha sido
confeccionado este artículo.
"Cárcel de amor", novela de Diego
de San Pedro, fue publicada hace quinientos años, en 1492 y narra las aventuras
de su protagonista, Leriano, que después de muchas vicisitudes y ante la
negativa de su amada Laureola a corresponderle por amar más su honra que
ninguna otra cosa, decide dejarse morir de inanición. Con su muerte finaliza el
argumento.
De Diego de San Pedro se saben muy pocas
cosas y muchas de ellas sin seguridad. Estuvo al servicio de don Pedro de
Girón, maestre de Calatrava, y después fue alcalde de Peñafiel. También ejerció
de oidor del Rey y de su Consejo. Era bachiller. Además de "Cárcel de
amor", escribió, entre otras cosas, otra novela "Tratado de amores de
Arnalte y Lucenda" y una especie de arte de amar, titulado "Sermón."
Es muy amplia su colección de poesías. "Cárcel de amor" fue el
"best‑seller" europeo de la época e influyó en toda la literatura
posterior.
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