NACE EL POETA CORDOBÉS ROMANO LUCANO (3 NOVIEMBRE 39)

    Siguiendo al que era su tío, el famoso filósofo cordobés Lucio Anneo Séneca, que triunfaba en Roma y era uno de los personajes más influyentes del Imperio, la familia de Marco Anneo Lucano decidió marchar allí, a su sombra. Nuestro poeta protagonista tenía en ese momento ocho meses de edad.
     Su padre, Marco Anneo Mela, pertenecía a la clase de los caballeros, lo que hoy llamaríamos genéricamente la clase alta, y su madre, Acilia, era hija de un conocido orador. El poeta había nacido, como se ha dicho, el 3 de noviembre del año 39 en la ciudad de Córdoba.

     Lucano, del que podría decirse que era lo que hoy llamamos un niño prodigio, educado y protegido por su tío que se volcó en su formación, ya tenía publicados títulos suficientes para ser considerado un poeta ilustre cuando aún casi no había llegado a la juventud. Se sabe que hacia los dieciséis años, además de poder declamar en griego, ya era un escritor reconocido pues había publicado un buen montón de obras, incluidos una tragedia, libretos de pantomimas, poemas, fábulas y otras modalidades poéticas. A los veintiún años recibió la dignidad de “poeta laureado”.

      En su vida hay un componente decisivo que le condiciona de manera absoluta, en un momento para bien pero en otro es su ruina, que, al principio, fue su gloria y luego su infortunio: el favor, primero, del emperador Nerón y luego su caída en desgracia, que le llevó a la muerte a los veintiséis años.
      Tanto lo estimaba Nerón que de un viaje de formación a Grecia tuvo que regresar con prontitud ante sus requerimientos. El emperador le incluyó en su “círculo de amigos”, le nombró augur y, después, cuestor, en este caso  honorífico pues no tenía la edad requerida para este puesto. (La figura del "cuestor" era muy respetada en la antigua Roma ya que se dedicaban a las finanzas públicas de cada Provincia imperial asesorando a los gobernadores. Los augures, por su parte, eran los sacerdotes que practicaban oficialmente la adivinación). Y no solo ello sino que, a requerimientos del emperador, intervenía en los espectáculos artísticos creados por Nerón.            
    Y de ahí vino el problema. Se cuenta que en estos certámenes Nerón empezó a observar que nuestro poeta era mejor recibido por el público, que lo premiaba con más devoción y entusiasmo y, naturalmente, eso no podía permitirlo el emperador. Es conocido que Nerón se creía a sí mismo un excepcional poeta y que por razones obvias nadie se atrevía a criticar, no podía admitir que en una concurrencia pública hubiese alguien que destacase más que él. Así las cosas, poca salida le quedó a Lucano, que cayó en desgracia como era de prever. Nerón le prohibió volver a recitar en público y hasta escribir poesía.
      Pero este no le hizo caso y durante los siguientes años no solo siguió con su actividad y tarea sino que se permitió en más de una ocasión dirigir sus versos, mediante composiciones satíricas y acusadoras, contra el emperador y sus colaboradores. Y no solo ello sino que, según todos los indicios, participó en una, por cierto fracasada, conspiración contra Nerón cuya consecuencia fue la orden de que se suicidara, muriendo así el 30 de abril del año 65 en Roma.
     (La conspiración, llamada de Pisón por el político que la dirigió, Cayo Calpurnio Pisón,  que había sido preparada para el 19 de abril del año 65, tenía preparada el arma homicida y elegido el lugar y el personaje que iba a llevarla a cabo pero, entre indecisiones e imprudencias de alguno de los conjurados, fracasó. Todo parece indicar que Lucano que participó en ella en la esperanza de que llegase a buen término pero no fue así y todo acabó. Se cuenta que Lucano expiró recitando unos versos en los que había descrito el fin de un soldado que sufría su misma muerte, versos estos que no han llegado hasta nosotros.
     Siguiendo la filosofía de su tío y maestro, Lucano era un estoico, pertenecía al estoicismo, versión romana, una corriente filosófica que había nacido en Grecia en el helenismo (período que se inicia con la conquista de Alejandro Magno) y que gozó de mucha popularidad entre los intelectuales romanos. El estoicismo, dicho de una manera muy escueta, defendía entre otras cosas que la felicidad solo se podía conseguir mediante el ejercicio de la virtud a través de la razón; que las cosas materiales no tienen ninguna importancia; y que la posición moral ante la vida debe ser conseguir la serenidad e imperturbabilidad del ánimo. En el ámbito moral, el estoicismo defiende que todos los acontecimientos del mundo están rigurosamente determinados y forman parte del sentido universal del mundo. Por eso ante este hecho la libertad no puede consistir más que en la aceptación de nuestro propio destino, en aceptar que las cosas son como son y no pueden alterarse. Así el bien y la virtud consisten en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones, que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. Así fue como tanto el tío, que también había sido condenado en otra oportunidad a suicidarse, como el sobrino sufrieron la muerte con el ánimo tranquilo y equilibrado.

     Sobre la obra de Lucano, poco se puede decir. Sus estudiosos han establecido una especie de relación de trece o catorce obras, de mayor o menor extensión, pero con la circunstancia de que no se conservan ninguna y solo se conocen sus títulos y algún que otro verso por referencias de otros autores. Así habría escrito, por ejemplo, un poema épico sobre Troya, Iliacon; Alabanzas en elogio del emperador; unas Saturnales, probables poemas para sus amigos con ocasión de esas fiestas; 10 libro de Silvas; Fábulas satíricas; algunos poemas a su esposa; o una tragedia inacabada, Medea. Y un tratado en prosa sobre el incendio de Roma del año 64.
     La única obra que se conserva es la inacabada Bellum Civile (Guerra Civil), más conocida como la Farsalia, un poema épico en diez libros sobre la guerra civil entre los generales Cayo Julio César y Pompeyo el Grande, la llamada “Segunda Guerra Civil, cuyos tres primeros libros estaban dedicados a Nerón y se publicaron en vida. Los restantes, por las razones antes indicadas,  solo aparecieron después de su muerte. Y también por las circunstancias de su vida la obra quedó incompleta. De todas maneras, tal y como ha llegado hasta nosotros, está compuesta por 8.000 (versos) hexámetros en diez libros, interrumpiéndose el décimo en el verso 546. En el proyecto inicial, Lucano pretendía llevar su relación histórica versificada hasta la muerte de Julio César o la batalla de Filipos pero la interrupción brusca de la secuencia de los hechos así como la mayor brevedad del último libro hacen pensar que Lucano dejó su epopeya sin terminar. Tal como era habitual en aquella época la obra sigue un orden cronológico. La Farsalia fue una obra muy leída durante la edad media y de ella se hicieron varias traducciones al castellano.
     La “Farsalia”, nombre de la batalla decisiva en esa guerra civil, narra este grave e importante acontecimiento político y militar. Es un poema único en la épica latina porque, aunque haya notable presencia de los dioses, éstos no intervienen en los acontecimientos. Precisamente este tipo de presencia divina hace que algunos comentaristas lo consideren más una historia que una epopeya pero no parece ser así por sus indudables aciertos expresivos y líricos. Por otra parte es asimismo un poema narrativo muy realista que narra la la referida guerra y, aunque el héroe parece ser un republicano, Catón de Útica, que se suicidó representando las virtudes del estoicismo, lo cierto es que la familia de Lucano era hispana y los hispanos eran pompeyanos, por lo que en el poema aparece más simpática la figura de Pompeyo frente a la del ambicioso César. Sí es evidente que en él dominan los efectos retóricos y declamatorios.

La batalla de Farsalia

    Fue una batalla decisiva en la que los historiadores llaman “Segunda guerra civil”.

    El conflicto vino porque, como siempre ocurre en cualquier grupo social y en especial si es político, el Senado Romano estaba dividido en dos bloques o facciones, hoy diríamos dos partidos políticos, uno el de los optimates, es decir, la derecha tradicionalista y conservadora cuyo líder militar era Pompeyo Magno, y otro el de los populares, con Marco Antonio aliado de César al frente, que podrían ser la izquierda. Los primeros, viendo los éxitos militares de César, que se movía más en la facción popular y cómo aumentaban las simpatías del pueblo, tras la conquista de las Galias, temieron por su poder y trataron de arrebatarle el nombramiento de gobernador. Pero no lo consiguieron porque, tras diversos movimientos parlamentarios de votaciones y vetos, César acabó “pasando el Rubicón” y presentándose en Roma con su ejército de manera rápida y sorprendente. (El Rubicón es un río italiano del nordeste de Italia que servía de frontera entre las provincias que constituían el núcleo del imperio y la Galia por lo que a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas para que así Roma quedara protegida de amenazas militares internas). .y que pasó tras pronunciar la famosa frase “alea iacta est”, la suerte está echada. (Como curiosidad, indicar que la palabra latina alea tiene el acento prosódico en la primera sílaba, en al “a” y no, como suelen leer o citar los desconocedores del latín en la “e”). 
      Pompeyo y los suyos, que no esperaban esta reacción y por tanto no estaban preparados, decidieron salir huyendo hacia Brindisi, en el sur de Italia, para desde allí dirigirse a Grecia donde esperaban encontrar apoyo militar y aumentar así sus fuerzas militares. César, por su parte, decidió venir primero a España, a Hispania, para evitar tener una retaguardia peligrosa y venció a los pompeyanos y conservadores en la llamada batalla de Ilerda, en Lérida. De allí, tras pasar por Italia para revisar sus bases en la capital del imperio, partió para Grecia para enfrentarse a Pompeyo y fue en Farsalia, una ciudad de la Tesalia griega, donde produjo el enfrentamiento en el que César obtuvo una gran victoria.
     César escribe en sus “Comentarios a la Guerra Civil” (obra que no pudo terminar pero que trataba de narrar todos estos acontecimientos, de la misma manera que había hecho con la guerra de la Galia) tras narrar cómo al término de la batalla encontraron en el campamento de Pompeyo multitud de objetos de lujo, platería, tiendas alfombradas, “sin duda por su confianza ciega en la victoria”, aporta sus datos sobre los soldados y afirma que “no echó en falta a más de 200 soldados pero perdió cerca de 30 centuriones, hombres esforzados”. “De los pompeyanos, continua, se suponía que habían muerto cerca de quince mil pero se rindieron más de veinticuatro mil” y que después del combate “le llevaron ciento ochenta enseñas militares y nueve águilas”. Termina estos datos lamentando cariñosamente la muerte de sus generales más cercanos, destacando en especial como “el valor de Crastino fue sobresaliente”.
     Pompeyo huyó hacia Egipto intentando encontrar aliados y César confiesa en su obra que “considera que debía dejarlo todo y perseguirlo fuera cual fuera el lugar en el que se refugiara tras su huida, para que no pudiera preparar nuevas tropas y reanudar la guerra”. Al llegar a Egipto Pompeyo fue asesinado por orden del eunuco del faraón Ptolomeo XIII, que pretendía ganarse los favores de César pero no fue así y César, en un gesto de humanidad, cuando le llevaron la cabeza y el sello fueron más tarde entregados a César, quien no sólo lamentó este insulto a la grandeza de su anterior aliado y yerno (lloró cuando recibió el sello de Pompeyo, en el que estaba grabado un león con una espada en la garra), sino que además castigó a sus asesinos y sus conspiradores egipcios,
     Terminada la tarea en Egipto, César vino a España, Hispania, que como se dijo antes era mayoritariamente pompeyana, para acabar de una vez todo lo que quedaba de esta Guerra Civil y en Munda, cuya localización aún se discute pero que anda por tierras de Córdoba y Sevilla, derrotó finalmente a los hijos de Pompeyo, poniendo fin a la Guerra Civil.
     (Para quien no esté al tanto de datos biográficos conviene decir o recordar que Pompeyo Magno era yerno, lo fue durante un período de su vida, de Julio César pues estuvo casado con Julia César, hija del general romano. Julia se casó muy joven con el futuro rival de su padre, de quien quedó embarazada de un hijo innominado ya que ambos (la madre Julia y el bebé) murieron producto de un difícil parto en el 54 a.n.e.).

     Por si es de interés para el lector, copiamos a continuación este conocido comentario de Menéndez Pelayo sobre la Farsalia: "¿Quién ha de negar que la Farsalia, además de haber sido para los modernos el tipo de la epopeya histórico-política, era un poema novísimo por el alarde y el abuso del detalle pintoresco, por la entonación solemne y enfática, por el pesimismo sentencioso y principalmente por la concepción de lo divino, tan diversa de la concepción homérica y virgiliana? Poema abstracto y triste el de Lucano, árido en medio de la afectada prodigalidad de color; poema sin dioses ni ciudad romana, pero henchido de misteriosos presentimientos románticos, y alumbrado de vez en cuando por la misteriosa luz de las supersticiones druídicas y orientales. Recuérdense los terribles cuadros de la hechicera de Tesalia y de la evocación del cuerpo muerto, o bien los prodigios del bosque sagrado de Marsella, y se comprenderá hasta qué punto es poeta moderno Lucano, y que no ha sido mera ingeniosidad de la crítica el suponer que, no ya solo el arte de Góngora, sino el arte de Víctor Hugo, se hallan en él en germen".

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