NACE EL EMPERADOR TITO FLAVIO VESPASIANO (17 NOVIEMBRE 9)

Muerto Nerón el 9 de junio de 68, su sustitución como emperador se complicó en exceso. Conatos de guerra civil; pronunciamientos militares; nombramientos a cargo de las legiones, ratificados o no por el Senado; en definitiva, un período convulso en el que el Imperio naufragó en su estructura interna, lo dio lugar a que en un año llegaran a gobernar hasta cuatro emperadores, los tres primeros durante semanas o meses hasta que llegó Vespasiano que ya serenó la vida política y social, y hasta instaló una nueva dinastía hereditaria. El año 69 (entre junio del 68, cuando muere Nerón, y diciembre del año 69 cuando es elegido Vespasiano, quizá mejor por ello 68-69) fue el de los referidos “cuatro emperadores”: Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano. 

Vitelio, tras derrotar a Otón, que decidió suicidarse, tomó posesión como emperador con la aprobación del Senado el 17 de abril del referido año. Pero el problema le vino porque al mismo tiempo las tropas que estaban en las provincias orientales, a donde habían acudido principalmente por la sublevación de los judíos, proclamaron emperador a su general en jefe Tito Flavio Vespasiano el 1 de julio de 69 y de esta forma el conflicto, incluso militar, fue inevitable. Tenía sesenta años y, al decir de los cronistas-historiadores, los llevaba bastante bien. “Completamente calvo, conservaba un rostro abierto, tosco y fresco”
(No había sido casual ni espontánea esta proclamación. De los datos que se tienen se deduce que todo estaba preparado. Cuando los soldados empezaron a darle tratamiento de emperador, ya se había corrido la voz de que así iba a ocurrir, se tenía el apoyo de las legiones que estaban en Alemania y hasta su hermano Flavio Sabino, que era el mayor y el que hasta entonces más había subido en la escala social y económica, le estaba preparando un partido en Roma. Era además políticamente e institucionalmente un momento en el que el Senado, ya no tenía el poder más que de una manera simbólica. Las legiones estaban dispersas por todo el territorio del Imperio, principalmente en los lugares en los que se planteaban problemas de separatismo, y allí, encerradas en sí mismas, ajenas a los asuntos locales no tenían más referencia que su máximo jefe militar. Y situados en ese ambiente, lejos de los centros oficiales de poder, se habían convertido ellas mismas en poder y en consecuencia actuaban de esa manera. En el caso que nos ocupa, de Vespasiano, como refiere el historiador Suetonio, se preguntaban si “eran ellos menos que las legiones de España que habían elegido a Galba? ¿Que los pretorianos que habían proclamado a Otón? ¿Que el ejército de Germania que habla coronado a Vitelio?”. Era un momento en el que cultural y políticamente el emperador tenía que ser militar). 
Por su parte Vitelio, viéndose perdido y apenas apoyos y con la opinión pública muy en contra, trató de aparentar normalidad y de hacer el paripé de que renunciaba y nombraba sucesor a Vespasiano. Pero no le sirvió de nada. Tras encontrarlo escondido en la habitación de un portero mientras huía, fue arrastrado al Senado donde la multitud lo asesinó, arrojó su cuerpo al Tíber y paseó su cabeza por las calles en tono de victoria en un espectáculo dantesco. Era el 22 de diciembre del 69. 
Vespasiano no tomó parte sin embargo de manera personal en los problemas de Vitelio. Cuando fue elegido por el senado (él gustaba decir que había sido emperador desde el 1 de Julio cuando sus soldados habían empezado a saludarle como tal) estaba en Alejandría a donde había ido a asegurarse del  aprovisionamiento del trigo de Egipto, fundamental para el Imperio, tras su designación por los soldados, mientras varios generales, incluido su hijo Tito, se movilizaban por diferentes zonas del Imperio. En su camino hacia el trono imperial, hacia Roma, se alió con el gobernador de Siria, Cayo Licinio Muciano al que luego tuvo como principal colaborador.

(Vitelio ha pasado a la historia como un personaje del que hay opiniones contradictorias. Mientras algunos historiadores hablan de él como político sensato y al que atribuyen algunas decisiones coherentes, que hoy diríamos democráticas, en otros casos se cuentan de él las cosas más peregrinas, como que expulsó de Roma a todos los astrólogos -¡en esa época!- o que, tras gastarse todo el patrimonio en fiestas, mandó matar a todos los proveedores que reclamaran su dinero. En la actualidad ha quedado como personajes en relatos, alguno cinematográfico).  

Vespasiano había nacido en el centro de la península italiana el 17 de noviembre del año 9 y murió el 23 de junio del 79, víctima de una inflamación intestinal. Según Suetonio, durante el primer ataque de su enfermedad, de acuerdo a la veneración que se daba a los emperadores muertos, dijo: “veo que me voy a convertir pronto en un dios”. Y así fue porque la enfermedad le permitió solo tres dias. De  carácter afable, directo y cercano, campechano, capaz de aceptar una broma. De procedencia de un ambiente más bien rural, pertenecía a la pequeña burguesía y, aunque inició la carrera política (fue ascendiendo por el cursus honorum, trayecto que todo político debía seguir de manera que no se podía ejercer un determinado cargo si previamente no se había pasado por otros de menos responsabilidad), en realidad su profesión fue la de militar. 
Contrajo matrimonio con Flavia Domitila y ambos tuvieron dos hijos, Tito y Domiciano (que luego le sucedieron como emperadores), y una hija, llamada Domitila. Cuando Flavia falleció, decidió vivir con una amante, Cénide, a la que le fue fiel, pero sin contraer matrimonio. 
Tras intervenir de manera brillante en la conquista de Britania el año 43, por lo que recibió muchos triunfos, se retiró de la vida pública hasta que en el 63 fue llamado para gobernador de la provincia de África. Allí rompió la tradición de volver a Roma con un gran patrimonio -la corrupción estaba tan difundida que todo gobernador regresaba de su provincia con los bolsillos llenos- mientras que él tuvo que hipotecar sus propiedades. Después viajó a Grecia integrado en el séquito del emperador Nerón, aunque perdió el favor imperial por no mostrar suficiente atención a los recitales del emperador con la lira. Y en el año 66 le fue asignado conducir la guerra contra los judíos que se habían sublevado, a donde acudió acompañado de su hijo Tito. Flavio Josefo, historiador judío pero muy romanizado, que escribió “La guerra de los judíos”, explica que allí le consideraban un funcionario honorable y justo. 

Como emperador lo primero que hizo fue reorganizar las finanzas. O, dicho de otra forma, subir los impuestos y crear otros nuevos. No había más remedio, dicen los historiadores, porque después del incendio de Roma con Nerón y las batallas de las sucesiones, el Estado no tenía un duro. Y hasta las reservas de grano estaban agotadas. Y eso fue lo que hizo su colaborador Muciano: iniciar la reforma fiscal mediante un buen montón de impuestos, unos ya antiguos que recuperó y otros nuevos, entre los que ha creado fama el de la recogida de la orina, pagar por utilizar las letrinas públicas de Roma (que aún se siguen llamando vespasianas en algunos lugares) para uso de las tintorerías. (La orina era una materia prima de importancia en el curtido de pieles, era uno de los elementos utilizados en la limpieza de las telas por el ácido úrico, así que lo que se gravaba era el mercado mismo de curtidores). Se cuenta que, cuando su hijo Tito se lo recriminó, le enseñó una moneda mostrándole que “el dinero no huele”, anécdota que se supone dio origen al dicho popular. Y para aumentar los ingresos eligió, dicen que a los más pendencieros y bribones, a recorrer el imperio para la recaudación. Montanelli asegura que, cuando regresaron ya ricos, se les incautó con el argumento de que “yo en el templo hago de sacerdote pero con los bandidos hago de bandido. Y se implantó el impuesto de capitación, también llamado “per cápita” o principal, es decir, un impuesto por el cual toda persona sujeta a él pagaría exactamente la misma cantidad de dinero, independientemente de su renta u otras circunstancias. 
También puso orden en el ejército, lo que le facilitó resolver los dos problemas militares más importantes a los que tuvo que enfrentarse: Armenia y el avance en Britania. Y tuvo que continuar la guerra contra Judea, que finalizó cuando las legiones romanas, comandadas por su hijo Tito, asediaron y destruyeron Jerusalén y saquearon e incendiaron el templo, en el año 70. Habiendo sido un militar profesional, supo mostrar la severidad necesaria (no llegó a subir la salario a los soldados mostrándoles que no había presupuesto para ello pero garantizándoles que no habría atrasos en pagas ni pensiones) y al tiempo la comprensión cercana. Algunos militares incluso pudieron ocupar las colonias que para ellos construyó. 
El tercer eje de su actuación fueron las obras públicas. “A pesar de las restricciones económicas, el emperador se veía obligado a gastar pues no podía limitarse a atesorar monedas y dejar a la sociedad sin dinero contante y sonante”. Y una forma de gastar eran precisamente las obras públicas: el edificio, llamado actualmente Coliseo, un templo programático de la Paz… 

Todos destacan su carácter de campechano y sus maneras propias de un emperador de origen campesino. Por eso de él se cuentan muchas anécdotas más o menos verosímiles. Valgan estas dos. Se decía que un mujer se había enamorado locamente del él ya viejo (y se supone tras la muerte de Cénide) y que le había suplicado que se acostara con ella, lo que esta consiguió, al tiempo que el emperador le había obsequiado con una buen suma de dinero, y cuando el contable le preguntó cómo consignar el desembolso en el presupuesto dijo: “gasto originado por la pasión inspirada por Vespasiano”. La otra ocurrió después de su muerte. En Roma era costumbre que en los entierros (se entiende que en los de gente importante) acudiese un actor que, con una máscara,  encarnaba al difunto y trataba de representarlo incluso en sus maneras.  En la del emperador, su representante preguntó a voz en grito cuánto costaba la ceremonia y, al serle respondido una suma ingente, Vespasiano, es decir el actor, respondió (como lo hubiera hecho el propio personaje): “pues mejor hubiera sido darle un poco de dinero y después arrojar su cuerpo al Tíber”. 

Vespasiano siempre gozó de fama de que en su vida habían aparecido muchos augurios positivos y que ello era lo que le había llevado  a ser emperador. Naturalmente que para nosotros eso era un tontería pero no era ese el caso de los romanos que hasta tenían sus funcionarios los augures, con la tarea de interpretarlos. A continuación se ha copiado el texto en el que el historiador romano Suetonio relata las once que se consideraron válidas.  
“Concibió Vespasiano la esperanza de alcanzar el puesto (de emperador), esperanza que alimentaba desde antiguo y que fundaba en los siguientes prodigios: (1) en una finca de campo perteneciente a los Flavios, situada cerca de Roma, existía una encina vieja consagrada a Marte; cada vez que Vespasia dio a luz allí, la encina produjo un retoño, indicio cierto de los destinos del niño que había nacido; el primero fue débil y se secó rápidamente; así la niña nacida no pasó del año; el segundo, robusto y grande, prometía gran prosperidad; el tercero fue tan fuerte como un árbol. Sabino, padre de Vespasiano, fue, a lo que dicen, bajo la fe de un arúspice, a anunciar a su madre que le había nacido un nieto que llegaría a emperador; de lo que rió la mujer, asombrada —contestó— de que su hijo chochease ya cuando ella conservaba su razón. (2) Más adelante, cuando Vespasiano fue edil, furioso C. César porque no había mandado barrer las calles, hizo arrojarle fango, lo que ejecutaron los soldados, una parte del fango le cayó por dentro de la toga hasta el pecho, y testigos del caso, interpretaron el hecho diciendo que algún día, hollada la República, desgarrada por la guerra civil, se refugiaría bajo su protección y como en su seno. (3) En otra ocasión, mientras estaba comiendo, un perro vagabundo entró hasta allí, trayendo de la calle una mano humana, que dejó bajo la mesa. (4) Cierta noche, mientras cenaba, habiendo roto el yugo un buey de labor, se precipitó en el comedor, ahuyento a todos los esclavos, y dejándose caer de repente como vencido por el cansancio, a los pies de Vespasiano, bajó la cabeza ante él. (5) En el campo de su abuelo, un ciprés que fuese arrancado de raíz y echado al suelo, sin que ocurriese esto por violencia de tempestad, a la mañana siguiente apareció plantado en el mismo sitio y más verde y robusto. (6) En Acaya soñó Vespasiano que empezaría para él y los suyos una era de prosperidad el día en que extrajesen una muela a Nerón; a la mañana siguiente, cuando entró en la cámara de este príncipe, el médico le mostró una muela que acababa de extraerle. (7) Mientras cerca de la Judea, consultaba el oráculo del dios del Carmelo,  las suertes le contestaron que, por más grande que fuera la empresa que meditase, podía estar seguro del éxito. (8) Josefo (se refiere al historiador Flavio Josefo), uno de los prisioneros judíos más distinguidos, no cesó de afirmar mientras le cargaban de cadenas que no tardaría en devolverle la libertad el mismo Vespasiano. Vespasiano emperador. También de Roma le anunciaban presagios favorables; (9) le decían, por ejemplo, que Nerón, en sus últimos días, había sido advertido en sueños para que sacase del santuario la estatua de Júpiter Optimo Máximo, que la trasladase a casa de Vespasiano y desde allí al Circo; (10) que poco tiempo después, cuando Galba reunía los comicios para su segundo consulado la estatua de Julio César había dado la vuelta por sí misma hacia oriente; (11) y, por último, que antes de la batalla de Betriácum, dos águilas habían peleado en presencia de los dos ejércitos y que después de haber vencido una de ellas, otra llegada de la parte de Oriente ahuyentó a la vencedora.”

No hay comentarios: