MUERE EL POETA LATINO OVIDIO (17 MARZO 17)

    Muy apesadumbrado y abatido se quedó el poeta latino Publio Ovidio Nasón cuando el emperador lo desterró a una ciudad, hoy de Rumanía, junto al mar Negro cuando tenía cincuenta y dos años. Y eso que únicamente le había sido impuesto el simple destierro, el alejamiento, y no lo que los romanos llamaban “deportación”, que llevaba aparejada la pérdida de la ciudadanía y del patrimonio. Pero el daño moral le destrozó para siempre, como reconoce en los versos que escribió tras esa desgracia en un largo poema en cinco libros de alto valor literario, los llamados “Tristia”, o los “Tristes”. Nadie conoce el motivo de esa decisión imperial y sólo hay algunas elucubraciones pero lo que sí es cierto es la repercusión anímica que le produjo. (Sin aclarar más, el autor en esta obra confiesa que le perdieron “dos delitos, un poema y una equivocación”)
      Ya no volvió nunca más a Roma y ni siquiera llegó a salir de su lugar de confinamiento. Allí, en la ciudad que hoy se llama Constanza, murió en fecha no muy precisa veinticinco años después. Sus biógrafos hablan del año 17 y algunos, por razones casi escolares, hasta se atreven a sugerir que el 17 de marzo. Pero la verdad es que de este hecho no se sabe nada. Había nacido, este dato sí es conocido, el 20 de marzo del año 43 a.n.e. en Sulmona, una población del centro de Italia y desde niño se había ido a estudiar a Roma, que acabó siendo su ciudad de referencia.
     Ovidio, perteneciente a una familia rica y noble y que por esa circunstancia había completado su formación en Grecia (costumbre y moda de las familias acomodadas), pasó su vida dedicándose, porque sus posibilidades económicas se lo permitían, a hacer poesía y, al tiempo, llevar una vida dedicada a las relaciones sociales y a las vivencias amorosas. Perfectamente conjuntadas ambas tareas pues gran parte de su obra literaria, en un juego conscientemente confuso de autobiografía, teorías y consejos, coincidió con lo que fue su propia vida.
      Y el caso es que su padre, que tenía negocios inmobiliarios, pretendía que se dedicara a estudiar Leyes y a ejercer la política porque pensaba que eso de los fervores literarios no llevaba a ninguna parte. “Piensa en cómo Homero murió en la pobreza”, le decía una y otra vez, una advertencia que en el fondo tenía un sentido relativo porque en verdad, gracias al dinero de su padre, podía vivir sin trabajar. Pero, nada. Al muchacho es que le salían los versos sin querer. En todas sus biografías se cuenta la anécdota de que, prometiéndole una vez más a su padre que dejaría los poemas, la promesa le salió en verso. “Iuro, iuro, pater, numquam componere versus”, (que en castellano algunos han traducido como: ¡Perdóname, padre!, puedo jurar / que nunca volveré a versificar"). “Cualquier cosa que intentaba decir me salía en verso”, dice en los Tristia ya citados.
       La otra faceta significativa, junto a la poesía y mezclada con ella, es su vida amorosa, a la que por sus condiciones y sus apetencias pudo y quiso dedicar parte importante de su tiempo y de sus afanes. Tres veces se casó pero esta circunstancia no le impidió llevar una desarrollada y abundante actividad  amatoria y pasional. Teórica y práctica.
        En tres bloques podemos clasificar sus libros más importantes. El primero y que le hizo más popular, en su tiempo y a lo largo de la historia, lo constituyen sus poemas dedicados al amor: a contar sus galanteos, aconsejar a los amantes los mejores y más eficaces medios de cortejo o a proponer remedios para evitar sus quebrantos y reveses. En Amores, su primer libro, explica sus aventuras amorosas con una muchacha llamada Corina, que los estudiosos piensan que no existió sino que representaba varios flirteos. Luego vinieron Arte de amarRemedios de amor y Cosméticos para el rostro femenino. En todo caso, y a pesar del diferente sentido que se le ha dado al amor a lo largo de la historia, la literatura amorosa de Ovidio ha estado siempre presente de una u otra manera y ha formado, y forma, parte de cualquier catalogo referido a esta materia. A veces, incluso hasta perseguida por inmoral.  
         Menos conocidos popularmente son los dos trabajos que creó durante el periodo de destierro. En las llamadas Tristes Ovidio explica lo que le ha sucedido, defiende su inocencia y hace una llamada de clemencia al emperador Augusto. En las Cartas del Ponto (el Mar Negro) se dirige a varios amigos para pedirles que aboguen por su causa ante el César.
         El tercer bloque lo integra la que es su gran obra, a juicio de los estudiosos: Metamorfosis, un poema en quince libros que narra la historia del mundo desde su creación, combinando mitos e historia. Terminada en el año 8 d. C., es considerada como una obra maestra de la edad de oro de la literatura latina. Una de las obras clásicas más leídas durante la Edad Media e incluso en la actualidad. (P.t. JCL)
  
El Arte de amar (inicio)

        Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis páginas, y ame instruido por sus versos. El arte impulsa con las velas y el remo las ligeras naves, el arte guía los veloces carros, y el amor se debe regir por el arte. Automedonte sobresalía en la conducción de los carros y el manejo de las flexibles riendas; Tifis acreditó su maestría en el gobierno de la nave de los Argonautas; Venus me ha escogido por el confidente de su tierno hijo, y espero ser llamado el Tifis y el Automedonte del amor.
     Éste en verdad es cruel, y muchas veces experimenté su enojo; pero es niño, y apto por su corta edad para ser guiado. La cítara de Quirón educó al jovenzuelo Aquiles, domando su carácter feroz con la dulzura de la música; y el que tantas veces intimidó a sus compañeros y aterró a los enemigos, dícese
que temblaba en presencia de un viejo cargado de años, y ofrecía sumiso al castigo del maestro aquellas manos que habían de ser tan funestas a Héctor.
       Quirón fue el maestro de Aquiles, yo lo seré del amor: los dos niños temibles y los dos hijos de una diosa. No obstante, el toro dobla la cerviz al yugo del arado y el potro generoso tiene que tascar el freno; yo me someteré al amor, aunque me destroce el pecho con sus saetas y sacuda sobre mí sus antorchas encendidas. 
       Cuanto más riguroso me flecha y abrasa con sin par violencia, tanto más brío me infunde el anhelo de vengar mis heridas.
       Yo no fingiré, Apolo, que he recibido de ti estas lecciones, ni que me las enseñaron los cantos de las aves, ni que se me apareció Clío con sus hermanas al apacentar mis rebaños en los valles de Ascra. La experiencia dicta mi poema; no despreciéis sus avisos saludables: canto la verdad. ¡Madre del amor, alienta el principio de mi carrera! ¡Lejos de mí, tenues cintas, insignias del pudor, y largos vestidos que cubrís la mitad de los pies! Nosotros cantamos placeres fáciles, hurtos perdonables, y los versos correrán limpios de toda intención criminal.
  
Tristes (inicio)

       Cuando me asalta la tristísima imagen de aquella noche, que para mí fue el último momento en la ciudad, cuando evoco la noche, en la que dejé tantas cosas queridas para mí, se desliza de mis propios ojos también ahora una lágrima.
     Ya casi estaba presente la luz del día, en el que César me había ordenado marchar de las extremas fronteras de Ausonia, y no había habido bastante tiempo ni ánimo de preparar las cosas convenientes: nuestro pecho había estado embotado por largo tiempo; no me preocupé de esclavos, no de elegir compañeros, no del vestido o recursos convenientes a un desterrado. Quedé aturdido no de distinta manera que el que vive golpeado por los fuegos de Júpiter y él mismo es ignorante de su propia vida. Sin embargo, cuando el propio dolor removió esta nube de mi espíritu, y, finalmente, mis sentidos se restablecieron, dirijo, por última vez, la palabra, a punto de irme, a mis tristes amigos, que, de muchos, sólo había alguno que otro. Mi amante esposa me retenía a mí que estaba llorando, llorando ella misma más amargamente, cayendo sin cesar una lluvia por sus mejillas, que no lo merecían.

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