XVI CONCILIO DE TOLEDO (25 ABRIL 693)

            Los “Concilios de Toledo” es el nombre que reciben un conjunto de dieciocho asambleas político-religiosas celebradas en esa ciudad entre los años 397 y 702, prácticamente todos, salvo el primero que lo fue durante la época de los emperadores Arcadio y Honorio, en el período en el que dominaron la Península los visigodos.
            La calificación de “político-religiosos” les viene dado del hecho de  que eran convocados por el rey, el monarca visigodo, y presididos por la autoridad eclesiástica, primero, por el arzobispo más antiguo y luego después por el de la ciudad. La representación se reducía a las altas jerarquías eclesiásticas y a la nobleza.

            Estos concilios, de los que no existe un paralelo en ningún país, tuvieron una gran importancia y trascendencia tanto en los asuntos civiles del reino como en el ámbito religioso.
            En el aspecto cívico-político, establecieron las pautas a las que debía ajustarse la marcha del Estado y la conducta de los monarcas. Constituían una forma de apoyo al rey o a su política, las condiciones necesarias para la elección del monarca, o la forma en que debía llevarse a cabo. Aunque también, en bastantes casos, justificaron la legitimidad de los levantamientos otorgando su refrendo moral a quienes por la fuerza habían alcanzado el poder. Siempre las decisiones adoptadas iban en la dirección sugerida por el Rey y raramente vulneraron los deseos de éste y en caso de que fuese así, el rey podía vetar cualquier decisión.

            En el plano eclesiástico se trataban tanto asuntos doctrinales como el abandono del arrianismo (una doctrina que defendía que Jesús no era Dios y la Iglesia señaló como hereje pero que tuvo mucho alcance político social en todo el mundo de la época) o normas de comportamiento de los clérigos. Los obispos que defendían las posiciones derrotadas estaban obligados a asumir las decisiones conciliares bajo pena de excomunión.

            A juicio de bastantes historiadores, los más relevantes fueron el III y el IV.

            El concilio XVI fue convocado por el rey Égica para deslegitimar y abortar la sublevación de Sunifrido. Comenzó el 25 de abril de 693 y concluyó el 2 de mayo. Asistieron sesenta y dos obispos (los de la región Narbonense, situada en el suroeste de Francia que entonces pertenecía al reino visigodo, no pudieron asistir a causa de una epidemia que asolaba la provincia), cinco abades y seis condes palatinos.