Pero para llegar a ese
pacto europeo de aceptación de Felipe, nuestro país hubo de hacer no pocas
concesiones recogidas en dicho tratado, la más significativa y que aun pervive
es la cesión de Gibraltar.
Descontento con las
pérdidas territoriales que le imponía la paz de Utrecht, Felipe V intentó
recuperar las antiguas posesiones en Italia pero Gran Bretaña, Francia, Países
Bajos y Alemania se unieron en la “Cuádruple Alianza” (1718) con el objetivo de
obligarle, incluso por la fuerza, a acatar las citadas resoluciones de Utrecht.
Derrotada España por la alianza, Felipe V acabó aceptándolas.
Pero Francia, que aunque se había adentrado en
territorio español con sus conquistas, había perdido algunas posesiones en
Italia, y no olvidaba además su cercanía familiar con el rey de España, propuso
una alianza a Felipe V en la que además de devolverse mutuamente las plazas arrebatadas
(Fuenterrabía y San Sebastián, por ejemplo, que habían sido tomadas en el
transcurso de la última guerra), y mediar ante Gran Bretaña para la restitución
de Gibraltar a España, incluía varios matrimonios al más alto nivel político. El
27 de marzo de 1721 se firmó un primer tratado de amistad franco-española.
Al ofrecimiento francés
con los tratados de amistad, Felipe V respondió proponiendo bodas entre ambas
familias: del Príncipe de Asturias con la princesa francesa Luisa Isabel de
Orleáns y el de la infanta española María Ana Victoria con Luís XV.
Fue a partir de esa
propuesta cuando se inició lo que los historiadores llaman políticas
matrimoniales de los Borbones, que duraron muchos años en el siglo XVIII aunque
algunas propuestas se frustraron, dando lugar a enfrentamientos y venganzas con
los mismos procedimientos. Como, por ejemplo, fue el caso, después del segundo
pacto de familia, cuando una vez acordado el enlace de la infanta Maria Teresa
hija de los reyes de España con el delfín o heredero francés, ésta falleció
prematuramente y Luís XV se negó a la propuesta del rey español Fernando VI de
que la sustituyera su hermana en venganza porque previamente el infante Carlos
se había casado con una princesa sajona.
Las alianzas matrimoniales durante toda la historia
han sido siempre uno de los instrumentos
de la política monárquica, bien para ratificar una reconciliación bien
consolidar una alianza. A lo largo de la historia de la Humanidad en la que las
bodas eran el resultado de componendas y decisiones de los padres, en el caso
de los reyes acababan siendo una razón de Estado. Esta ha sido un uso del sacramento
del matrimonio en el que primaban los intereses, por encima de cualquier otro
motivo.