La Guerra de las Naranjas fue un breve conflicto militar que enfrentó a España,
empujada por Francia, con Portugal, el año 1801.
Napoleón necesitaba aislar a Inglaterra en todos sus flancos y uno de ellos
era Portugal, su fiel aliado tradicional. Y con esa finalidad presiona a España
para que le declare la guerra y le impida seguir apoyando a los ingleses. Pero
Carlos IV (1788-1808), un rey con carácter dulce y amable, no acaba de decidirse,
influido además por el hecho de que el rey de Portugal es su yerno. Sin embargo
el primer cónsul francés, para quien esta operación política era muy
importante, sigue insistiendo en su propósito.
En esta situación es nombrado valido, hoy diríamos quizá primer ministro,
Manuel Godoy por lo que se dirigen a él las presiones francesas en una mezcla
de amenazas y dádivas como ofrecerle un reino en Portugal. Godoy, de quien con
frecuencia se dijo que había obtenido el poder por ser amante de la reina (aunque
historiadores relevantes piensan hoy que esta relación le era imposible a la
reina que, además de una vida privada casi inexistente en su condición de
reina, tuvo 13 embarazos y 11 abortos, dando a luz a 14 hijos) convence al rey,
que acaba firmando el 29 de enero de 1801 el “Tratado de Madrid” por el que
efectivamente se compromete a invadir Portugal si esta mantenía su apoyo a los
ingleses. Y en virtud de ello le da un plazo de quince días, al que los
portugueses no responden y el 27 de febrero de 1801 Carlos IV le declara la
guerra.
Sin embargo, dado el escaso interés español y a que un cambio de gobierno
en Inglaterra abría la posibilidad de negociar con sus nuevos responsables, los
combates no se iniciaron hasta mediados de mayo y mientras tanto la campaña se
limitó a dificultar la entrada de buques británicos en los puertos portugueses.
Fue una contienda brevísima que apenas duró dieciocho días. Godoy, que es
nombrado generalísimo, inicia el 19 de mayo un ataque en el que toma diversas
poblaciones portuguesas mientras la resistencia lusa es mínima, en la creencia
de que España no tiene pretensiones territoriales. El 6 de junio Godoy y Luis
Pinto de Sousa firman la paz en Badajoz (en el tratado que lleva su nombre)
devolviéndose mutuamente todos los prisioneros, junto con las armas y
municiones incautadas, y todas las poblaciones conquistadas, con la excepción
de Olivenza y su territorio, que ya era un viejo contencioso fronterizo entre
los dos países. La línea divisoria entre España y Portugal se fija en aquella
zona en el río Guadiana. Y Portugal promete cerrar sus puertos a Inglaterra.
Carlos IV tardó un mes en ratificar el acuerdo, lo que mostró una vez más
el desinterés del monarca en esta guerra, una actitud que molestó a Napoleón
que, para colaborar en ella, había enviado a España 15.000 soldados.
El nombre de “guerra de las naranjas” viene del
hecho de que en Elvas los portugueses se encierran en su castillo, permitiendo a
los atacantes llegar hasta los jardines. De allí cogieron estos unos ramos de
naranjo que ofrecen a Godoy y este no tardó en enviar a la reina. (Algunos
comentaristas, en un tono irónico, dicen que Olivenza y estas ramas de árbol
son el beneficio que ganó España en esta guerra).