EL GRAN INCENDIO DE ROMA (18 JULIO 64)

            Se conoce con este nombre el incendio que arrasó parte de la ciudad de Roma durante el verano del año 64, reinando Nerón como emperador y, aunque hay entre los historiadores muchas discrepancias sobre el origen y desarrollo del mismo debidas sobre todo a la falta de datos ciertos de la época, sí parece haber acuerdo en que se inició la noche del 18 al 19 de julio de ese año y que duró al menos cinco días, habiendo quedado destruidos cuatro de los catorce distritos de Roma y dañados otros siete. Algunos monumentos importantes de la ciudad, como el templo de Júpiter, fueron pasto de las llamas. El fuego habría empezado en las tiendas que vendían mercancías inflamables (aceites, etc.) y se habría extendido rápidamente. Aunque en la época eran frecuentes los incendios en verano, éste ha pasado a la historia por el ambiente y las consecuencias que se derivaron del mismo.

            Pocos historiadores que vivieron en la época aportaron datos sobre las circunstancias que rodearon el incendio, lo que dio origen a que con el tiempo se fueran creando leyendas sin fundamento como, por ejemplo, que Nerón se entretenía tocando la lira o la cítara mientras Roma ardía. Tácito, que tenía nueve años cuando ocurrió el fuego y que  es el que más información proporciona, asegura que el emperador se encontraba fuera de Roma, en Anzio, a unos cincuenta kilómetros al sur de Roma, cuando se inició el incendio y que perdió gran parte de su patrimonio, básicamente artístico, que guardaba en uno de los edificios que destruyó el fuego. Según este historiador, Nerón, al tener noticia del incendio, regresó rápidamente a Roma y organizó un plan de ayuda y socorro para los afectados, corriendo de su propio bolsillo con todos los gastos que ello supusiera. Incluso tras el incendio, abrió sus palacios y jardines al pueblo para poder así proporcionar un refugio a los que se hubieran quedado sin vivienda, al tiempo que dispuso de suministros de alimentos para evitar la hambruna entre los supervivientes. A raíz del incendio, también inició una reforma urbana, en virtud de la cual los edificios a reconstruir deberían guardar unas ciertas distancias de seguridad entre ellos y tendrían que estar construidos en ladrillo y con fachadas principales porticadas.
            No está claro quién o qué causó realmente el incendio, ni si fue un sabotaje intencionado o un accidente. El propio Tácito descartó la implicación de Nerón y después la versión que más crédito ha tenido entre los historiadores es que, como tantos otros de la época, surgió de manera casual, incluso nuevas evidencias físicas explicadas con los sistemas actuales avalan esta versión. En cuanto al origen de las acusaciones al emperador, se supone que provendrían de sectores aristocráticos muy descontentos con una política que, por otra parte, le daba una gran popularidad entre la plebe.

            Lo que sí parece es que, debido a sus catastróficas dimensiones y a la difícil situación que atravesaba el Imperio, pudo ser aprovechado políticamente, tanto por sectores opuestos a política imperial como por el propio gobierno. En cuanto a las persecuciones de las minorías confesionales no gratas ni a la sociedad ni a la clase dominante romana, como judíos, cristianos, estoicos, etc. es seguro que fueron procesadas y perseguidas pero no lo es tanto que se aprovechara el incendio como excusa para ello. Esta posibilidad se ha discutido entre los expertos sin que se haya llegado a alguna conclusión definitiva. La historiografía cristiana, por su parte, ha señalado el hecho como uno de los primeros martirios sufridos por los cristianos y ha tendido a mitificarlo.