EJECUCIÓN DE LOS LÍDERES DE LA JUNTA DE COMUNIDADES DE CASTILLA (24 ABRIL 1521)

       Carlos I (V, de Alemania), nacido en Gante, nieto de los Reyes Católicos e hijo de Fernando (el “Hermoso”) y Juana I de Castilla (que ha pasado a la historia como Juana la Loca) había nacido en Gante y cuando llegó a España, en septiembre de 1517 después de haberse proclamado rey “juntamente con la católica reina” en lo que algunos historiadores califican como golpe de Estado, desconocía nuestro idioma y nuestras costumbres, y llegó rodeado de una corte de flamencos que en seguida ocuparon los puestos más decisivos de lo política, siendo el nombramiento más escandaloso el de Guillermo de Croy, un joven de tan solo 20 años, como arzobispo de Toledo para sustituir al Cardenal Cisneros. Era obvio que “ni su educación ni las personalidades que le acompañaban lo habían preparado para interesarse por sus nuevos súbditos”. Y para colmo la codicia de los flamencos, que llegó a ser proverbial, les permitió entrar a saco en el tesoro de Castilla.
            Ya cuando Carlos salió de Castilla, primeras tierras que visitó, camino de Aragón, en 1518, dejaba un amplio malestar en el pueblo hasta el punto que se inició una campaña de predicadores en contra de los extranjeros.

            Así estaban las cosas de tensas cuando muere el emperador de Alemania, abuelo suyo, y se pone en marcha el mecanismo de su sustitución. En dura competencia con el rey francés, Carlos consigue ser elegido emperador, lo que supone tres consecuencias. Recién llegado a España, tiene que marcharse de nuevo para tomar posesión; ha de anteponerse el cargo de emperador al de rey de Castilla, algo que molesta profundamente a los castellanos a quienes nada interesan esas cuitas alemanas, y, lo peor, para financiar el soborno que hubo de pagar a los electores y, además,  los gastos del  viaje había que aplicar un aumento considerable de los impuestos.
            La ciudad de Toledo encabezó la rebelión, mientras, un grupo de frailes de diversas Órdenes redactaron un manifiesto llamando al levantamiento.
            El rey decidió convocar Cortes en Galicia para votar la nueva fiscalidad, pensando en controlar a los procuradores e incluso, si fuese necesario, convencerlos mediante “promesas, sobornos y presiones”. Al final 12 ciudades votaron a favor del rey, cuatro (Córdoba, Madrid, Murcia y Toro) se opusieron, mientras Salamanca y Toledo se negaron a participar.
A su vez la gota que colmó el vaso de la indignación popular fue la decisión de que, mientras duraba el viaje a Alemania, quedaba al frente del gobierno el cardenal Adriano, un extranjero.

            La vuelta a casa de los procuradores fue terrible: se saquearon sus casas y sus posesiones y alguno fue ahorcado por la muchedumbre. El Consejo real pidió la intervención de la artillería que estaba en Medina pero, cuando el capitán general se presentó en la ciudad, se originó un motín que acabó en un inmenso incendio que causó daños considerables en bienes y edificios.

            La revuelta estalló y al frente de ella se puso la denominada Junta General de Comunidades, a la que se fueron incorporando cada vez más ciudades. Fue entonces cuando decidieron tomar Tordesillas, donde se encontraba encerrada la reina doña Juana, para informarla de lo que estaba ocurriendo y constatar si podían contar con su apoyo. La reina los recibió, les dio su apoyo pero se negó a firmar documento alguno, lo que a juicio de los historiadores salvó el trono para Carlos.
            Aunque la mayoría de los comuneros opinaba que la Junta debía actuar como un verdadero gobierno revolucionario, algunos de sus miembros empezaron a atemorizarse ante la nueva situación. De ello se aprovechó el cardenal Adriano para abrir una brecha entre los sublevados a los que se unieron muchos nobles, ansiosos de entrar en el patrimonio real, que empezaron reunir tropas para defenderse, al tiempo que la Junta decidió crear sus propias milicias. Unido todo ello a que el rey desde Alemania, decidió renunciar a lo aprobado en Galicia y nombró a dos castellanos para que se unieran en el gobierno al cardenal, el enfrentamiento bélico estaba a la puerta.

            Tras tomar Tordesillas los realistas para impedir que los comuneros pudiesen tener informada a la reina, y algunos escarceos militares o batallas de mediana proporción, en Villalar se encontraron ambos ejércitos. En medio de una intensa lluvia, Padilla intentó primero atrincherar a sus prácticamente 6.000 hombres pero no consiguió desplegar a sus tropas y se vio obligado a presentar batalla. La caballería realista, compuesta por unas 500 o 600 lanzas, aplastó al ejército rebelde, que no tuvo tiempo de desplegarse.[]

La batalla se saldó con prácticamente mil bajas por parte de los comuneros y el apresamiento de sus líderes principales: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, que fueron decapitados en la mañana del 24 de abril en un cadalso situado en la Plaza Mayor de la ciudad, estando presente la mayor parte de la nobleza afín al rey, que asestaba así un golpe prácticamente definitivo a la rebelión.

            Aun quedaron algunos comuneros, de los cuales los principales fueron Pedro Maldonado, hermano de Francisco y el obispo Acuña, los cuales fueron ajusticiados más tarde. La viuda de Padilla, María Pacheco consiguió resistir y acabó exiliada en Portugal hasta su muerte. Carlos fue excomulgado por haber ejecutado a un obispo pero el cardenal Adriano fue elegido papa y le perdonó.

            Muchas y variadas interpretaciones ha tenido esta historia. Desde quienes consideran que fue un anticipo de las revoluciones populares europeas a los que la entienden como una alianza de la nobleza y la Corona lo que dio origen al absolutismo que tanto tiempo perduró en España.
            La Comunidad de Castilla y León decidió hacer su fiesta regional el día de la batalla de Villalar en homenaje a los comuneros.