Coincidiendo más o menos con el periodo que medió entre las dos guerras mundiales, triunfó en un amplio sector de la filosofía y la literatura un movimiento que se llamó del “absurdo”. Como la misma palabra lo indica, quienes así entendían la vida y la expresaban en sus teorías y en sus obras, por una parte, la angustia de la existencia y, por otra, la duda de un universo inexplicable.
Nuestro autor, en “Días felices”, expresa la ansiedad ante la muerte mediante la imagen de una mujer hundida hasta la cintura en el suelo en el primer acto y hasta el cuello en el segundo. Y en “Final de partida” dos personajes están atrapados en sendos cubos de basura y de los cuales de tarde en tarde asoman la cabeza para conversar.
La base teórica de lo absurdo suele atribuirse al autor, entre otras obras, de “La peste” el premio Nóbel Albert Camus, y, junto a Beckett, el más conocido es E. Ionesco autor de “La cantante calva”. Entre los españoles podemos citar a Fernando Arrabal.
Samuel Beckett, que escribió en francés y en inglés, nació en Dublín y murió en París el 22 de diciembre de 1989. Fue galardonado con el Premio Nóbel de Literatura en 1969, según la Academia Sueca por su escritura, que “adquiere su grandeza a partir de la indigencia moral del hombre moderno”.[
Su obra más conocida fue “Esperando a Godot”, en la que todo el argumento está en ver cómo dos vagabundos aguardan siempre en el camino la venida de Godot, alguien que se supone resolverá todos los problemas y cuitas. Pero Godot nunca vendrá, no se llega a saber quién es, ni siquiera qué asunto se va a tratar con él. Los personajes, en el transcurrir de sus ilusiones, unas veces lloran, otras ríen, en ocasiones se cansan, o miran el horizonte con esperanza.
“No vendrá hoy pero mañana seguro que sí”.
Entender, valorar y calificar la vida como un momento absurdo, como una realidad de sufrimiento y sin sentido ha sido una tentación demasiado frecuente en la literatura y en la vida. Samuel Beckett ha sido uno de sus autores más principales.
