MUERTE DEL TERCER CALIFA CORDOBÉS HIXEN II (18 MAYO 1013)

Para la historia, el califato de Córdoba ha pasado con la gloria de haber sido un acontecimiento político de resonancias universales, y la miseria de que apenas duró un cerrar y abrir de ojos: proclamado por Abderramán III en el año 929, en realidad se puede decir que se extinguió tras la muerte de su nieto Hixem II en el año 1013, aun cuando en 1031 un consejo de notables lo declaró formalmente concluido. En esta fecha las treinta ciudades más importantes de Al Andalus ya tenían un gobernante más o menos independiente del califa de Córdoba y en la práctica funcionaba lo que después se ha llamado “reino de taifas”, es decir, ausencia de un poder central y soberanía de cada territorio. A Abderramán III, que representa el esplendor universal del califato y que reinó de 912 a 961, le sucedió su hijo Alhakem II, un califa dedicado especialmente a las artes y las letras, y que ha pasado a la historia como el mecenas extraordinario de ese período. Cuando éste muere en el año 976, su hijo Hixem II sólo tiene once años de edad y, aunque por ese motivo algunos notables preferían al hermano del califa desaparecido, poderosos funcionarios de la corte (entre los que estaba Ibn Abí Amir, conocido como Almanzor) consiguen colocarlo en el trono recibiendo el sobrenombre de “el que recibe la asistencia victoriosa de Dios”. Pero su minoría de edad permite una lucha sin cuartel entre los cercanos para hacerse con el poder real. La reina madre Subh conforma un consejo de regencia y recluyen a Hisham en palacio donde, aunque figura como gobernante, carecerá de cualquier influencia política. Almanzor, eliminando a los influyentes de la corte, incluido su propio suegro (se dice que tuvo relaciones con Subh) fue quien triunfó en todas las intrigas y, mientras tenía apartado al califa, instauró la que se ha llamado “dictadura amirí”. Su hijo mayor, Abd al-Malik, la continuó aunque con menos fortuna hasta su muerte seis años después. Su desaparición La muerte de supuso el ascenso al poder de su hermano Abderramán, segundo hijo de Almanzor, conocido con el sobrenombre de Sanchuelo porque se decía que descendía del rey Sancho II de Navarra por vía materna. Una vida dedicada, junto con el califa a los placeres desentendiéndose de sus responsabilidades y el intento de que Hixem II le nombrara su sucesor como califa provocó que, en 1009 se produjera un levantamiento popular depuso a Hixem II y, tras dar muerte a Sanchuelo'', puso fin a la dictadura amirí. Hixem II fue encarcelado en Córdoba y apartado del poder pero repuesto al año siguiente, 1010, por tropas mercenarias eslavas al mando de al-Wahdid que paso a ser el hombre fuerte Poco se sabe de la muerte de Hixem II. La mayoría de los estudiosos la señala el 18 de Mayo de 1013. Diversas razones no aclaradas aún del todo originaron el final de ese régimen político. Bien es verdad que, si queremos contabilizar toda la etapa de dominio de la familia Omeya en Córdoba, tenemos que remontarnos al año 756 cuado llegó a la costa de Almuñécar (otros afirman que Nerja) huyendo de la matanza que los abbasíes estaban llevando a cabo contra su familia en Bagdad (se dice que fue el único que se salvó) el que se llamó Abderramán I y organizó el emirato independiente. Abderramán III, que había empezado su mandato también como emir independiente, se declaró califa en 929 y el califato como tal sólo duró mientras su mandato y el de su hijo. Con el nieto, Hixem II, ya se ha dicho: fue una especie de dictadura de Almanzor, la dictadura amirí en la que el califa apenas pintó nada. A su muerte diversos dirigentes trataron de reivindicar para sí el título de califa: unos duraros meses y ninguno más de dos o tres años, hasta que, como también se ha dicho, en 1031 un consejo de notables lo declaró formalmente concluido.