MUERTE DE LUIS I, REY DE ESPAÑA (31 AGOSTO 1724)

Introducción Poca gente conoce e incuso recuerda que en España hubo un rey en el siglo XVIII llamado Luís I. Las circunstancias de su reinado (su escasa edad -17 años-, la brevedad de su mandato -229 días- y los inexistentes acontecimientos políticos acaecidos en ese período) han provocado que apenas aparezca en los libros de texto y sea poco conocido a nivel de la opinión pública. De más interés son en todo caso las condiciones que provocaron el ascenso a su reinado y la renuncia de su padre, Felipe V. Felipe V Tras la guerra de Sucesión, que terminó con el Tratado de Utrecht (para mayor información, ver 16 de julio) a la muerte de Carlos II sin sucesores, como se ha dicho, reinaba en España Felipe V. Había casado con María Luisa de Saboya, con la que había tenido cuatro hijos, el mayor de los cuales, Luís al que nos estamos refiriendo. Tras quedar viudo, casó con Isabel de Farnesio en 1714, con la que tuvo siete hijos. La renuncia El 10 de enero de 1924 de manera imprevista, aunque no sorprendente, (tenía 40 años y la reina treinta y dos) Felipe V decide abdicar en su primogénito Luís. Luego se supo que había hecho un voto secreto con la reina, renovado cuatro veces tras largas meditaciones y tras haber comulgado, de renunciar el día de Todos los Santos de 1723. Aunque el hecho cogió de improviso no sólo a los españoles sino también a todos los ambientes políticos europeos pues no hacía demasiado tiempo que había finalizado la larga guerra que le había permitido consolidar el reinado de España y en la que habían estado comprometidos todos ellos, la verdad es que, dados sus perturbaciones emocionales y sus trastornos sicológicos, la decisión pareció totalmente lógica y resultado de sus desequilibrios. Felipe V, siempre colgado de sus sucesivos confesores (convertidos de hecho en verdaderos poderes políticos), oyendo misas en cuanto tenía algún escrúpulo, de carácter pueril y melancólico, llegó a tener verdaderos deslices mentales. Los historiadores cuentan algunos de sus extravagancias como cuando llegó a creer que el sol le traspasaba su cuerpo, o la época en la que estaba convencido de que querían envenenarle e iba cargado de antídotos en todos los bolsillos, o la vez en que decidió trabajar por la noche y dormir de día... (Es simpática la anécdota de cuando decidía dejar abierta la ventana del dormitorio por la noche en pleno invierno. Como la reina se quejaba de frío, ordenó que cerraran “media ventana para la Reina y dejasen abierta la otra media para él). Tuvo una vejez muy desgraciada porque se le acumularon todas las patologías y ni siquiera se consolaba con el “castrato” Farinelli que su mujer había mandado traer. En su mensaje oficial del mismo día al Consejo de Castilla decía que los motivos de su renuncia eran las serias y detenidas reflexiones que había estado haciendo durante cuatro años sobre las miserias de esta vida y las enfermedades, guerras y revueltas con que Dios había querido probarle, y los desengaños que había tenido en su vida política y el deseo de consagrarse al servicio de Dios y a trabajar en la obra importante de la salvación de su alma. Dos son las interpretaciones que se han dado a esa “cesión, traspaso y renunciación de la Corona”. * Una, con menos partidarios, política: que trataba de posicionarse para recibir la corona de Francia en el caso de que Luís XV falleciese como parecía probable. El tratado de Utrecht había prohibido que una misma persona fuese rey de España y de Francia al mismo tiempo. * Otra, personal: el rey era consciente de su incapacidad para ejercer su trabajo. Felipe V, desde su adolescencia, era lo que hoy llamaríamos un enfermo mental con ataques transitorios de depresión que fueron cada vez más frecuentes e intensos a lo largo de su vida y que le impidieron cumplir con sus tareas de gobierno. Si bien es verdad que España se modernizó y los resultados políticos del reinado fueron positivos, ello se debió a la influencia francesa y al trabajo de sus ministros algunos cortesanos. De todas forma es justo reconocer que Felipe V, a pesar de todas sus desgracias síquicas, tuvo muchos momentos de lucidez cuando se presentaban cuestiones políticas y bastante acierto en resolverlas. Luís I Luís I, que había nacido el 23 de agosto de 1707, era delgado, rubio, gran nariz borbónica, bailón, juerguista y compulsivo cazador. Tomó posesión como rey el 14 de enero de 1724, cuatro días después de la renuncia de su padre. Se había casado (en realidad, en una época en la que no existían matrimonios de amor entre la realeza, lo habían casado) con su prima la princesa francesa Luisa Isabel de Orleáns, perteneciente a la familia real de su país, en 1722. Contaban quince y doce años, él y ella, respectivamente. Luisa Isabel, que como reina se había hecho acreedora de fuertes censuras por su conducta, sin embargo, cuando el joven rey enfermó, lo cuidó solícitamente, exponiéndose al contagio, como así ocurrió aunque con distinto desenlace al de su esposo. A los siete meses de haber ascendido al trono, el monarca murió de viruela en Madrid el 31 de agosto de 1724, a los diecisiete años recién cumplidos. El reinado Sobre el reinado del joven Luís I se pueden destacar tres observaciones, suficientes para definir ese período. En primer lugar hay que señalar que en tan breve espacio de tiempo apenas hubo cambio político de importancia ni se produjo acontecimiento de interés en ese sentido. La segunda es que, independientemente de que su edad no le permitía gobernar ni estaba interesado en ello, sus padres, en especial su madrastra no estaba dispuesta a permitirlo. Isabel de Farnesio, a quien interesaba sobre todo colocar a sus hijos como reyes, y su marido siguieron dominando la política española desde su retiro de La Granja de san Ildefonso, mientras su hijo era un títere de sus padres. Por último fueron las extravagancias del comportamiento de la Reina y, en su caso del Rey. Luisa Isabel, era poco agraciada y algo contrahecha, pero tan desinhibida y graciosa que ventoseaba y eructaba en público. Quizá por su edad, utilizaba frases desenvueltas y escabrosas, era glotona y no tenía reparo en presentarse ante la corte vestida en ropa interior, hasta el punto de que estuvo arrestada alguna semana. Según cuentan, el embajador francés, que hacía algo así como tutor o detective, comunicó a su gobierno que no hacían vida marital aunque la reina “ya venía con todo aprendido desde París”. La verdad es que tampoco el rey estuvo a la altura de sus responsabilidades y andaba en otras cosas como saliendo, por ejemplo, por la noche a robar fruta con otros amigos de su edad o paseándose, vestido de chulo madrileño, por ventas y burdeles. A la muerte de Luís I, su padre, Felipe V, tras muchas discusiones de Consejos, incluido el de los confesores, volvió a asumir el trono en detrimento de su hijo Fernando, el que luego fue Fernando VI.