EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS (31 MARZO 1492)

A un largo peregrinar con la casa a cuestas, lo que es una manera de hablar porque prácticamente apenas pudieron llevar más que lo indispensable, se tuvieron que enfrentar algo menos de 200.000 judíos, según la mayoría de especialistas, expulsados de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos. La única posibilidad de seguir donde vivían era abjurar de su religión y convertirse al cristianismo. Se les permitió que liquidaran sus negocios y vendieran sus propiedades pero no podían llevar consigo oro ni plata y tuvieron que buscar un país que los quisiera acoger: Portugal, Navarra, Marruecos, Italia... cada grupo buscó refugio donde pudo.
            Poco a poco se les había arrinconado y cada vez sufrían mayores y más terribles gravámenes de todo tipo, obligados a llevar una señal distintiva en la ropa y a vivir en sus propios barrios. Desde el Viernes Santo hasta la Pascua, por ejemplo, ni siquiera podían salir de sus casas. El edicto de expulsión lo firmaron los Reyes en Granada el día 31 de marzo de 1492.
            La presencia en el día de hoy de quienes salieron queda en los llamados sefardíes o sefarditas, palabra que deriva del nombre de España en el idioma hebreo, y que constituyen una de las dos grandes agrupaciones en que se dividen los judíos en la actualidad. La otra rama la forman los askenazíes, que son los que proceden de las comunidades en la Europa septentrional, central y oriental.