CONCESIÓN DEL PREMIO NOBEL DE LITERATURA AL ESCRITOR ESPAÑOL JACINTO BENAVENTE (9 NOVIEMBRE 1922)

Con el comienzo del siglo XX, precisamente el año 1901, se iniciaron los premios Nobel. Su nombre y origen provienen del químico e inventor sueco, Alfred Bernhard Nobel, nacido en Estocolmo el 21 de octubre de 1833 y fallecido en San Remo el 10 de diciembre de 1896.
            Fue un brillante inventor en el terreno de los explosivos y su mayor mérito científico consistió en el descubrimiento de la dinamita.
            Sus productos fueron de enorme importancia para la construcción, la minería y la ingeniería, pero también para la industria militar.
            Nobel acumuló una enorme riqueza, pero también sufrió un cierto complejo de culpa por el mal y la destrucción que sus inventos pudieran haber causado a la Humanidad en los campos de batalla. La combinación de ambas razones le llevó a legar la mayor parte de su fortuna a una sociedad filantrópica que lleva su nombre y es la encargada de otorgar los premios anuales a las personas que más hayan hecho en beneficio de la Humanidad, en el ámbito de la física; química; medicina y fisiología; literatura; y la paz mundial.
  
            El Premio Nobel de Literatura por tanto es uno de los cinco específicamente señalados en el testamento. Según sus palabras, debe entregarse cada año «a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal» y la institución encargada de seleccionar al ganador es la Academia sueca. Se concede a un escritor vivo y, aunque pueda haber alguna más destacada (que los editores suelen resaltar por motivos comerciales) el premio lo es al conjunto de sus obras.
            Si la concesión de cualquier premio en muchos casos genera polémica porque el elegido difícilmente lo es a gusto de todos, en éste de literatura esta circunstancia es especialmente complicada ya que el número de candidatos merecedores del mismo supera con mucho las posibilidades de que dispone la Academia sueca. Ello ha motivado que grandes autores clásicos reconocidos mundialmente no hayan recibido el premio. Escritores del talento y la talla de León Tostoi, James Joyce, Marcel Proust o Jorge Luís Borges no lo consiguieron y, entre los actualmente vivos en castellano, tampoco al menos todavía Mario Benedetti, Carlos Fuentes, Miguel Delibes o Mario Vargas Llosa, por mencionar sólo algunos.

            A lo largo de la historia, cinco escritores españoles lo han obtenido, alguno de los cuales apenas es conocido por las generaciones actuales: José de Echegaray, que lo compartió con Frédéric Mistral, en 1904; Jacinto Benavente en 1922; Juan Ramón Jiménez, 1956; Vicente Aleixandre, 1977 y Camilo José Cela, en 1989.
            
            Jacinto Benavente y Martínez, que es el autor que se presenta hoy, nació y murió en Galapagar (Madrid), respectivamente el 12 de agosto de 1866 y el 14 de julio de 1954.
            Fue sobre todo dramaturgo y también participó en el cine como director, guionista y productor. Estudió e hizo una incursión en la política como diputado pero dedicó su vida fundamentalmente a la literatura. El premio Nobel le fue concedido el día 9 de noviembre de 1922, “por haber continuado dignamente las tradiciones del teatro español".
            Jacinto Benavente era homosexual y en aquella época esta condición le produjo muchas dificultades hasta el punto de que sus obras fueron retiradas de los teatros y las librerías durante algunos años.
            Abordó casi todos los géneros teatrales: tragedia, comedia, sainete y drama. En la presentación de sus obras suele destacarse que “todos los ambientes encontraron cabida y expresión en su escena: el rural y el urbano, el plebeyo y el aristocrático. Su teatro constituye una galería completa de tipos humanos. Su comedia, típica, costumbrista, moderna e incisiva, toma como fundamento la vida. Realismo, naturalidad y verosimilitud son los tres supuestos de que parte su arte, sin excluir en muchos momentos cierto hálito de poesía o de exquisita ironía. Conoce perfectamente todos los recursos escénicos y sabe dar relieve dramático a las acciones más intrascendentes. En realidad puede decirse que con su primera obra, “El nido ajeno” en 1984, en que plantea un problema de celos entre hermanos, abre un nuevo periodo en la dramaturgia española”.
            Además de autor de teatro, cultivó la poesía, el cuento y el periodismo, en este caso también como crítico de teatro.
            Cuando murió, había escrito 172 obras (alguna de las cuales fue luego pasada al cine).
            Su obra más conocida sin duda y tal vez la única hoy con cierta frecuencia “Los intereses creados”, una historia sobre los conflictos de un pícaro, un corrompido, con la política. Se pueden citar también “La malquerida” (un drama rural especialmente intenso); “Señora ama” (una mujer asediada por los celos); y “El nietecito”, inspirada en un cuento de los hermanos Grimm.