CHILE ADOPTA EL SISTEMA MÉTRICO DECIMAL (29-01-1848)

Como es bien conocido porque ya forma parte casi natural de nuestra cultura, nuestros pensamientos y nuestra vida, el Sistema Métrico Decimal es un sistema de unidades de medida (tres magnitudes básicas: longitud, capacidad y masa o peso) de que nos valemos los seres humanos para organizar una gran parte de nuestras actividades y en el que los múltiplos y submúltiplos están relacionados a su vez entre sí por múltiplos o submúltiplos de 10. La referencia de diez viene dada, según los investigadores, por ser ese el número de dedos de las manos, (aunque algún pueblo antiguo utilizó el 20, al contabilizar también los dedos del pie).

Desde el principio de la historia, cuando aparecieron los primeros excedentes, y por consiguiente los primeros intercambios, se vio la necesidad de buscar un sistema de referencia que permitiese el entendimiento en los trueques y negocios, un tipo de medida que hiciera justa y proporcionada la transacción comercial y sirviera de referencia para entenderse la gente. En las épocas antiguas, además de objetos materiales que se consideraban unidades de medida y que después acabaron transformándose en las monedas, por lo general se utilizaban referencias relacionadas con el cuerpo humano. Del sistema de medidas parece que la más antigua y general, aún con longitudes diferentes, fue el codo, la distancia que hay desde esa parte del brazo hasta la punta del dedo corazón de la mano. Y que empezaron a utilizarse hace unos 7.000 años.

Luego, a través de la historia, cada país, incluso cada región y en ocasiones cada comarca o pueblo fue teniendo su propio sistema de medición. La disparidad era tal que incluso con frecuencia una misma denominación representaba un valor distinto en lugares y épocas diferentes. Un ejemplo es la vara, medida de longitud que equivale a 0,8359 m, si se trata de la vara castellana, o a 0,7704 m, si nos referimos a la aragonesa.

Fue mucho más tarde, según se fueron generalizando las relaciones comerciales, cuando se vio la necesidad de que todos los pueblos afectados por los negocios adoptasen los mismos patrones de medición.

El sistema métrico decimal se adoptó en Francia por primera vez en 1791. La Revolución con su defensa de la razón como sistema de organización social facilitó este cambio y propuso como unidad fundamental el metro (palabra griega que en ese idioma significa medida). El rey Luis XVI lo aprobó la víspera de intentar huir de su país a la vista de los acontecimientos políticos y sociales que se estaban desarrollando.

Según narran las crónicas que tenemos al alcance de la mano, el proceso culminó con la entrega a los Archivos de la República de los patrones del metro y el kilogramo, confeccionados en aleación de platino e iridio, acto que fue presenciado por funcionarios del gobierno francés y de varios países invitados y muchos renombrados científicos de la época. A partir de ese acontecimiento la mayoría de los países europeos lo fueron adoptando poco a poco. El Reino Unido así como los Estados Unidos sin embargo se han resistido tanto que hasta hace unos años han conservado sus unidades de medida tradicionales.
En España se adoptó el metro como unidad fundamental de longitud por la Ley del 19 de julio de 1849, creándose la Comisión de Pesos y Medidas como un órgano consultivo del Gobierno para precisar todas las equivalencias necesarias. Un Real Decreto de 14 de noviembre de 1879 estableció la obligatoriedad del Sistema a partir de julio de 1880.

Hacia finales del siglo XIX, en 1875, se creó la Conferencia General de Pesas y Medidas (CGPM) con la finalidad de extender a todas las naciones y Estados el mismo sistema internacional. Integrada por los delegados de los Estados, se reúne cada cuatro años, habiéndolo hecho la primera vez en 1889. Los delegados se basan en los informes de un denominado Comité Internacional de Pesas y Medidas para adoptar las necesarias decisiones técnicas como, por ejemplo, la necesidad de reajustar los patrones del siglo XVIII a la vista de las mejoras posteriores de los sistemas de medición tanto del tamaño de la Tierra como de las propiedades del agua, en que se habían basado para su definición: los tornillos y las tuercas, por ejemplo, básicos en la nueva mecánica, exigen una alta precisión milimétrica.

En 1960, en la undécima CGPM, el sistema fue llamado oficialmente Sistema Internacional de Unidades.

La referencia de Chile es puramente anecdótica. Se le cita por coincidir con el día de hoy del año 1848 y para hacer un sencillo homenaje a esta gestión humana, de la que se cuenta que el gran científico Lavoisier llegó a decir que «nada más grande ni más sublime ha salido de las manos del hombre que el sistema métrico decimal». Y mucho de verdad hay en eso. Acostumbrados como estamos a la alta tecnología, nos resulta difícil entender las gravísimas dificultades que debieron sufrir nuestros antepasados para ir entendiendo el mundo y la forma de dominarlo. Lo que hoy es materia familiar, costó docenas o cientos de siglos entenderlo y manejarlo.

Conviene advertir que muchas decisiones que hoy interpretamos como técnicas y carentes de ideología, neutras, no han sido así entendidas en su momento. Un estudio sobre el calendario ofrece comportamientos cuando menos sorprendentes y también en la aplicación del sistema métrico decimal. Es el caso, por ejemplo, de los llamados “quiebrakilos”, un movimiento promovido por el Apóstol Ibiapina en el Brasil de finales del siglo XIX que llevaron a cabo una sublevación campesina, una cruzada contra el sistema métrico decimal por entender era una modernización sacrílega. Los rebeldes asaltaban las tiendas y almacenes y destrozaban los nuevos pesos y medidas -las balanzas, los quilos y los metros- adoptados por la monarquía con el propósito de homologar el sistema brasileño al predominante en Occidente y facilitar de este modo las transacciones comerciales del país con el resto del mundo. Este intento modernizador pareció sacrílego al Padre Ibiapina y muchos de sus partidarios murieron y mataron tratando de impedirlo.