Tras la dimisión, a
finales de enero, del general Primo de Rivera, que da fin al período de
dictadura, el rey designa jefe de Gobierno al general Berenguer, que promete la
vuelta a la normalidad constitucional mediante la convocatoria de elecciones
generales.
Pero con un ambiente cada vez más tenso y contrario a su gobierno y a la
Monarquía y viendo que no acaba de cumplir sus promesas, diversos grupos políticos
conciertan en el mes de agosto en la ciudad de San Sebastián un pacto, que lleva el nombre de la ciudad, en el que
acuerdan iniciar medidas que propicien la instauración de una república
parlamentaria y constituir un comité revolucionario, presidido por Niceto
Alcalá-Zamora, para coordinarlas y dirigirlas, comité que llegaría luego a ser
el primer gobierno provisional de la Segunda República.
Sin embargo viendo que
pasan las semanas y los meses y no acaban de concretarse las acciones acordadas
en la ciudad donostiarra, la impaciencia empieza a cundir en algunos grupos
comprometidos con ese proyecto político, hasta que al fin se señala el día 15
de diciembre para iniciar las actuaciones previstas. Pero el capitán Fermín
Galán, destinado en Jaca (Huesca), que además está preocupado de que las nieves
invernales cierren los puertos e impidan el movimiento de tropas, decide
sublevar su guarnición el viernes día 12.
Se inicia así la
proclamación de la República desde el ayuntamiento de Jaca, en cuyo balcón se
cuelga la bandera republicana, y Galán, que ha decidido marchar sobre la ciudad
de Huesca, publica un bando que manda fijar en las calles de la localidad:
Como Delegado del Comité Revolucionario Nacional, a todos
los habitantes de esta Ciudad y Demarcación hago saber:
Artículo único: Aquel que se oponga de palabra o por
escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente será fusilado
sin formación de causa.
Dado en Jaca a 12 de Diciembre de 1930.
Fermín Galán.
Pero la desorganización
e imprevisión de los sublevados, la falta de infraestructura (muchos de los
vehículos requisados están en pésimas condiciones) y las órdenes del gobierno
de Berenguer de que, desde la Capitanía General de Zaragoza, se organice la
contraofensiva hacen fracasar el intento militar. Galán se entrega y junto a
otros oficiales es detenido. Pocas horas después, en la madrugada del doce al
trece de diciembre, son juzgados por un Consejo de Guerra que apenas dura 40 minutos.
A pesar de los intentos de
salvar a sus compañeros asumiendo toda la responsabilidad, el Consejo dicta
sentencia condenándolo a muerte a él y a García Hernández y a los demás
acusados les aplica la cadena perpetua.
El día 14, aunque por ser domingo es tradición
no ejecutar condenas de muerte, los condenados son fusilados; Galán, que ha
declinado el ofrecimiento del auxilio espiritual de un sacerdote para
administrarle confesión - invitación que sí acepta el capitán García Hernández-
da la orden de fuego al pelotón de ejecución y se desploma con el grito de
¡Viva la República!
Estas
ejecuciones causan una gran conmoción e intensifican un sentimiento
antimonárquico, que se extiende cada vez más por todo el país. Los ejecutados
se convierten, de esta manera, en los mártires de la causa republicana, lo que
precipitará el curso de los acontecimientos con la llegada, cuatro meses
después, de la Segunda República.