NACE EL ESCRITOR MANUEL BRETÓN DE LOS HERREROS EN QUEL - LA RIOJA - (19 DICIEMBRE 1796)

            Aunque el escritor Manuel Bretón de los Herreros es hoy poco conocido, en su época fue muy popular y muy leído y sus obras de teatro acompañadas de grandes éxitos. Nacido en un pueblo de La Rioja, Quel, de 2.000 habitantes, pasó en realidad casi toda su vida en Madrid, donde falleció el 8 de noviembre de 1873.

            Gozó siempre de una gran facilidad para hacer poesía, que ya hacía a los cinco años de edad. En su juventud perdió el ojo izquierdo en un duelo que sostuvo en Jerez de la Frontera, sobre cuyo episodio escribió esta quintilla:

Dejome el sumo poder
por gracia particular
lo que había menester:
dos ojos para llorar...
y uno solo para ver.

Tras unos años en la carrera militar y en alguna otra tarea, trató de ganar prestigio y fama como autor, lo que muy pronto consiguió con el estreno de una obra de teatro A la vejez viruelas, en 1824. A partir de ese momento se dedicó a la literatura escribiendo teatro, poesía y artículos periodísticos, traduciendo comedias francesas, participando en tertulias y ocupando puestos en la Biblioteca Nacional y la Academia de la Lengua.

La popularidad de que disfrutó se debió no sólo a sus cualidades literarias sino también, y tal vez sobre todo, a haber realizado gran parte de su obra como una sátira de las costumbres populares.
Como enumeran los comentaristas de su obra, los ambientes que describe son los lugares típicos de Madrid, como el Prado; las costumbres del brasero y la verbena; las modas del baile; los cambios sociales con el ascenso de la burguesía y la decadencia de la vieja nobleza empobrecida; o la corrupción administrativa. Y sus personajes, tópicos y típicos, son gente de la calle, nunca héroes o dignatarios: las castañeras, las lavanderas y las nodrizas; hidalgos dignos y arruinados, galanes enamoradizos, viudas en estrecheces económicas, patronas de casas de alquiler, andaluzas engañadoras, paletos provincianos de buen corazón, militares sin dinero…
Entre sus composiciones satíricas, siempre se cuenta la anécdota de aquel médico vecino suyo cuyos pacientes se confundían con frecuencia llamando a su casa en lugar de a la del sanitario. Harto de tantas equivocaciones escribió en su puerta

En esta mi habitación  
no vive ningún Bretón,

 mientras que en la del doctor, que se apellidaba Mata y con el que se llevaba bastante mal, colocó estos versos:
Vive en esta vecindad
cierto médico poeta
que al pie de cada receta
pone "Mata". Y es verdad.

Su producción literaria fue muy extensa dejando más de cien obras, casi cuatrocientos poemas y otros tantos artículos, fundamentalmente de costumbres y de crítica teatral.
Entre sus múltiples obras, que hoy cabe leer con razonable entretenimiento, se pueden destacar las siguientes, cuyos títulos además son suficientemente expresivos: Marcela, o ¿a cuál de las tres?, Muérete y verás, El pelo de la dehesa, Flaquezas ministeriales, El hombre pacífico, El editor responsable, La batelera de Pasajes, Dios los cría y ellos se juntan, Un francés en Cartagena, La escuela de las casadas, Un novio para la niña, La escuela del matrimonio, Todo es farsa en este mundo y Un tercero en discordia.
         
       Su ideología y manera de ver de la vida coincide con el punto de vista de una burguesía conformista, con remedios ajenos a heroísmos; alejado de cuestiones sociales, prefiere que las cosas se queden como están; propugna el matrimonio de conveniencia y condena el exceso de pasión y el melodrama; y critica la moral romántica importada de Francia. El ideal para él es la vida rutinaria, prevista y ordenada por la razón común y el buen sentido.