INDEPENDENCIA DE LOS PAÍSES BAJOS (15 MAYO 1648)

            Los Países Bajos o una unidad política llamada las “Diecisiete Provincias de los Países Bajos” (integrada aproximadamente por lo que hoy es Holanda, Bélgica, Luxemburgo, una parte del Norte de Francia y otra del Oeste de Alemania) pasaron a dominio español con ocasión de la boda de Felipe (I, el Hermoso), hijo del emperador alemán Maximiliano con doña Juana (“la Loca”), hija de los Reyes Católicos a principios del siglo XVI. El hijo de ambos Carlos (I de España y V de Alemania) heredó y reunió en una sola autoridad el reino de España y todas sus posesiones, y el imperio de Alemania con las suyas, entre las que estaban los Países Bajos.
            Más tarde, cuando, al término de su mandato hacia mitad de siglo, repartió sus posesiones, el emperador Carlos V abdicó en favor de su hijo Felipe II.  

            Pronto empezaron las desavenencias entre esos territorios y la metrópoli, en el mismo acto de la cesión y toma de posesión. A diferencia de Carlos, que,  al llegar a España tras haber nacido allí y desconocer por completo el castellano, fue rechazado por los españoles, a Felipe le ocurrió lo contrario. Criado en España y con intereses siempre más en la línea de Castilla, era visto por los habitantes de los Países Bajos como un monarca extraño y extranjero, lo que se puso de manifiesto de manera notoria cuando en la ceremonia de abdicación, en Bruselas, tuvo que pedir a un nativo que hablara por él ya que desconocía el flamenco.
En seguida, el afán de que se respetase su autonomía; la pretensión del rey de España de imponer el catolicismo en una zona europea en la que cada vez crecía más el protestantismo y el calvinismo; y los intentos de incrementar los impuestos para sufragar las guerras, provocando una caída del comercio y de los salarios, una carestía de alimentos y la subida del precio, (lo que facilitaba la tarea de los calvinistas de criticar la riqueza y el lujo de la Iglesia cuando la población empezaba a sentir el hambre) hicieron estallar la situación.
            Los Países Bajos se enfrentaron a España en una guerra que se llamó, por su duración, “de los ochenta años”, o de Flandes, desde 1568 (en 1566 estallaron los primeros incidentes) hasta 1648. Y que acabó con la independencia de las siete provincias que hoy se llaman Países Bajos u Holanda, de religión protestante, mientras que Bélgica y Luxemburgo, católicas, permanecieron dentro de la corona española.

            Desde el duque de Alba con una política fundamentalmente represiva, fueron nombrados sucesivamente otros gobernadores para intentar resolver el problema con una u otra estrategia, por citar algunos don Juan de Austria o Alejandro Farnesio, pero el conflicto se fue enredando cada vez más y acabó siendo, incluso dentro de los propios Países Bajos, una guerra civil religiosa de católicos contra protestantes (que dio origen a la separación de las Diecisiete Provincias y el origen de Holanda, Bélgica y Luxemburgo como países diferentes). Y hasta internacional pues cada uno de los bandos buscó y consiguió el apoyo de aliados y ayudas exteriores.  
Para colmo se  vio implicada y envuelta en la llamada “Guerra de los Treinta Años” (1618-1648), la primera gran guerra europea que empezó por motivos religiosos y acabó implicando a las grandes potencias, al tiempo que asolaba regiones enteras.

Desde el punto de vista económico, el mantenimiento de la guerra durante un periodo tan prolongado contribuyó en gran parte a provocar las sucesivas bancarrotas de la corona española a lo largo de los siglos XVI y XVII, y al hundimiento de la economía de España, al tiempo que crecían cada vez más las protestas por el reclutamiento de soldados y el aumento de impuestos: ¿es preciso que Castilla se arruine, se preguntaba la gente, porque los holandeses quieran ser herejes? Se ha calculado que España llegó a gastar casi el doble de lo que recibió de la Indias en ese período.

La duración de una guerra tan larga (se habla a veces en plural de “las guerras de Flandes”) supone que se produjeron muchas batallas y bastantes altibajos en uno u otro sentido hasta que el 15 de mayo de 1648 España firmó la independencia de las Siete Provincias Unidas, hoy aproximadamente Holanda, dentro de la Paz de Westfalia, que también fue el final de la guerra de los treinta años.

            La guerra de Flandes, por su desarrollo y su desenlace, representó una gran pérdida de prestigio para la corona española. Y también influyó, y mucho, en la creación de la “leyenda negra”, esa teoría que ha circulado a través de la historia sobre los posibles excesos, especialmente por la Inquisición, de que España se dejó llevar tanto en América como en Europa, al tratar de imponer la religión católica, la Contrarreforma, y su idea del imperio.