DERROCAMIENTO DEL EMPERADOR DE ETIOPÍA HALIE SELASSIE (12 SEPTIEMBRE 1974)

            Dos características hacen de Etiopía una tierra y un Estado singular, que justifican el que se destaque su cambio de orientación política. Situada al nordeste de África, es el país independiente más antiguo de ese continente, y también del mundo, pero, sobre todo, el único africano que nunca ha formado parte de un imperio colonial (exceptuando los cinco años de ocupación italiana durante la Segunda Guerra Mundial). Los etíopes tienen a gala que su país, durante toda la “repartición de África”, siempre quedó libre del colonialismo.
            La otra singularidad de Etiopía estriba en que la ocupación humana es más antigua que en casi cualquier otra zona del globo, y es posible que la aparición del moderno “homo sapiens” haya tenido lugar en territorio etíope. En esa zona, especialmente en la región de Afar, se han encontrado fósiles de especial importancia en la evolución ser humano.

            Aunque existe cierta confusión entre el uso del término Etiopía en la antigüedad y a día de hoy (los griegos lo llamaban «el país de los rostros quemados»), una larga tradición, que algunas fuentes discuten, lo identifica con el reino de Saba, que se menciona en el Antiguo Testamento y cuya reina visitó a Salomón al ser conocedora de la extraordinaria fama de que gozaba el rey de Israel. Según la leyenda, contada en el sagradoLibro de la Gloria de los Reyes de Etiopía”, Menelik I, hijo de Salomón y de dicha reina, de nombre desconocido aunque alguna leyenda la nombra como Balkis o Bilkis, fue el fundador del Imperio etíope.
            Desde el siglo III d. C., el reino de Aksum se convirtió en la principal potencia de la región, como lo atestigua el hecho de que se cita como uno de los grandes imperios de la época, junto con Roma, China y Persia. Y en el siglo IV el cristianismo, en una de sus ramas, fue introducido en el país por un monje sirio.  
            Probablemente del siglo XIV procede el referido Libro de la Gloria, llamado la Biblia de Etiopía. Y es entonces cuando aparece el título de negus negusti, rey de reyes o emperador, que distingue al soberano de Etiopía (que también era llamado León Conquistador de la Tribu de Judá) y que conservó hasta la revolución. La época moderna se inicia con Menelik II, su hija y, tras ésta, el que había sido regente y heredero Haile Selassie, ya el último emperador.
            Coronado en 1930 con ese nombre, que significa “El poder de la Trinidad”, dotó al país de una nueva constitución (1931), merced a la cual amplió sus poderes y minimizó los del Parlamento, y prosiguió su política centralista, lo que motivó el empobrecimiento de las provincias más alejadas de la capital y facilitó el incremento de la corrupción. Además, favoreció los intereses de la etnia amhara, a la cual pertenecía, aniquiló cualquier tipo de oposición y consolidó su régimen dictatorial. Todo ello condujo al país a la bancarrota económica y, a partir de 1960, a la aparición de frecuentes hambrunas entre la población. El 12 de septiembre de 1974 fue derrocado por un grupo de oficiales de baja graduación, apoyado por grupos políticos de izquierda, estableciéndose un Consejo Provisional Militar Administrativo compuesto por 125 miembros que se encargó de controlar y gobernar el país.

            Etiopía es un caso único en África. Ha logrado mantener casi intactas, libres de influencias extranjeras, sus señas de identidad. Etiopía sigue teniendo calendario, horario y alfabeto propios. Su historia, su música y su gastronomía son radicalmente distintas al resto del continente.
            A pesar de ello, no ha logrado evitar ninguno de los males que frenan el desarrollo de África y mantienen a la mayoría de su población en condiciones de pobreza extrema. Las rivalidades étnicas, la corrupción y el caudillismo son factores que contribuyen tanto o más que la sequía a sus hambrunas cíclicas.