Los
últimos años del reinado de Isabel II (reina desde 1833) estuvieron llenos de
sobresaltos políticos con sucesivos y demasiado frecuentes cambios de gobierno,
y graves conflictos como, por ejemplo, el de la llamada noche de san Daniel el
10 de abril de 1864: dada la penuria de la Hacienda, a la reina se le había
ocurrido que el Estado vendiese parte del real patrimonio, ingresando en el tesoro el 75% y quedándose
ella con el 25% restante. Este proyecto, que llegó a entrar en las Cortes,
provocó, además de una indignación popular, un par de artículos de don Emilio
Castelar, atacando con chanza e ironía esa medida. Como se había prohibido que los
catedráticos emitieran opiniones por cualquier medio contrarias al concordato y
a otras medidas del Gobierno, el caso fue que desde el Ministerio se le obligó
al rector a que cesase a Castelar (que además fue detenido). Mas como éste se
negó, fue cesado inmediatamente, nombrándose en su lugar uno de tendencia
neocatólica. Conocedores los estudiantes del día de la toma de posesión,
convocaron la noche anterior una serenata en la Puerta del Sol que fue durante
reprimida con diversas cargas, disparos, ataques a bayoneta calada y la Caballería.
Las consecuencias fueron la muerte de catorce manifestantes siendo ciento
noventa y tres los heridos de diversa consideración. Cuando se
trató el asunto en Las Cortes, se estableció la censura completa y a los
periódicos se les prohibió hablar del asunto, lo que motivó que varios de ellos
salieron en esas jornadas con las portadas en blanco.
En este ambiente de represión y
caos, cada vez con más intensidad, y que acabó desterrando a aquellos militares
de ideas avanzadas, el ambiente se fue tensando dando lugar a una mayor
reacción popular.
En el mes de septiembre, mientras la
Corte veraneaba tranquilamente en San Sebastián, el general Prim y el almirante
Topete, con otros deportados en Canarias, organizaron una insurrección desde
Cádiz contra la Reina, al frente de la cual iba el general Serrano, duque de la
Torre, que inició su marcha hacia Madrid.
A su encuentro se dirigieron las tropas realistas de Manuel Pavía. Se
encontraron cerca del puente de Alcolea, junto a Córdoba, y allí se decidió
entablar combate entre ambos bandos el 28 de septiembre de 1868. La victoria se
decidió rápidamente del lado revolucionario, obligando a los restos del cuerpo
isabelino a huir hacia el norte.
La trascendencia e importancia en la historia de España
de la batalla de Alcolea está en que, tras su resultado, la reina Isabel, que
se hallaba en San Sebastián, huyó a Francia el día 30 de septiembre, al cabo de
treinta y cinco años de reinado. Y de esta manera se inició el llamado sexenio
revolucionario, período en el que, tras la experiencia fallida del rey de
origen italiano Amadeo I, se implantó la Primera República el 11 de febrero de
1873, llamada La Gloriosa.
Se cuenta que alguien oyó decir a la Reina: “creí tener
más raíces en este país”.