NACE SIR FRANCIS BACON (22 ENERO 1561)

      Nacido en Inglaterra y fallecido el 9 de abril de 1626, se crió en un ambiente especialmente privilegiado y culto. Era hijo del guardián del Gran Sello de la reina Isabel I y su madre, que hablaba cinco idiomas, estaba considerada como una de las mujeres más ilustradas de su época.
      Tras estudiar en Cambridge, fue enviado a Francia como agregado del embajador, estancia en el continente que le permitió conocer el ambiente social, cultural y científico de su época. Estando en Francia muere de repente su padre y, al no dejarle herencia, vuelve a su tierra, decidiendo trabajar como abogado y dedicarse a la política en la confianza de conseguir un puesto de importancia como así ocurrió pues fue nombrado por el rey Jacobo I canciller de Inglaterra. Ocupado en esa alta responsabilidad, se vio envuelto en intrigas políticas que lo acusaron de desprestigiar al rey, al tiempo que también de corrupción y maltrato a sus subordinados. Salió sin embargo airoso de esta situación al ser declarado inocente.
      Su labor pública le permitió acumular un capital suficiente para poder abandonar estas tareas y ocuparse únicamente de sus estudios en filosofía y ciencias.
      Fancis Bacon, poco conocido hoy a nivel popular, fue un célebre político, abogado y escritor. Sin embargo la actividad que le ha reservado un puesto de honor en la historia ha sido la de filósofo, lo que hoy expresaríamos como la “filósofo de la ciencia”, al ser considerado uno de los sabios cuyo pensamiento tuvo, y sigue teniendo, una influencia decisiva y trascendental en sus resultados. Y no porque hiciera colosales y maravillosos inventos sino porque supo enseñar qué procedimientos han de seguirse en el proceso de la investigación para que esta sea eficaz y verdadera, lo que se llama el “método científico”.
      Conviene tener presente que acertar en la forma de trabajar en la ciencia es un requisito imprescindible para conseguir el éxito. Dicho de una manera más familiar, Bacon se dio cuenta de que afirmar que algo era verdad simplemente porque así lo habían dicho las autoridades científicas, como hasta entonces venía ocurriendo, imposibilitaba avanzar a la ciencia. Al contrario de esa práctica, propone que el único camino para demostrar la verdad o falsedad de una proposición científica es su comprobación real; que solo se pueden aceptar explicaciones que se puedan probar por la observación; que la verdad no se deriva de la autoridad (aunque sea prudente tenerla presente); y que el conocimiento es fruto ante todo de la experiencia.
      Pero la observación de la realidad y de la experiencia no de cualquier manera sino mediante un sistema firme y riguroso que Bacon expuso en su libro el “Novum organum” y que de alguna forma hoy está vigente.
      (Es interesante recordar una anécdota literaria relacionada con este autor y la obra de Shakespeare.
     Porque ya desde el principio hubo críticos que consideraron que Shakespeare nunca fue el autor de las obras a él atribuidas, que la calidad excepcional de esa literatura no era atribuible a un cómico que andaba de pueblo en pueblo representado ese teatro y, en esa situación, han sido bastantes los nombres que se han propuesto como verdaderos autores. Pues bien, a Francis Bacon, en el siglo XIX, se le adjudicó esa autoría)