Había
estudiado Filosofía y Letras y Derecho pero las dos tareas que llenaron su vida
estaban ambas relacionadas con la literatura. Profesionalmente fue profesor
universitario. Ocupó cátedras de literatura tanto en España como después en los
Estados Unidos. En este ámbito desarrolló trabajos de investigación y ensayos.
Mas
donde ocupa un lugar relevante en la opinión pública es en su otra faceta, la
de poeta, poeta del amor como se ha dicho. También escribió novela y teatro
pero quizá su faceta más conocida, por la belleza, naturalidad y cercanía de
sus versos, es la poesía.
Casado
con Margarita Bonmatí Botella, una alicantina natural de Santa Pola, Salinas le
escribió cada día una carta de amor y ese epistolario fue recogido en Cartas de amor a Margarita (1912–1915)
por su hija Soledad. Sin embargo la mayor parte de sus libros de poemas están
relacionados con otra relación clandestina (cuando su mujer se enteró intentó
suicidarse) con una muchacha norteamericana. Siendo secretario general de la
Universidad Internacional de Verano de Santander, allí conoció en el verano de
1932 a una estudiante, Katherine R. Whitmore, que sería luego profesora de
lengua y literatura española en Massachusetts La historia terminó cuando Katherine,
impresionada por la actitud de su esposa, decidió poner fin a la situación y
acabó casándose con un colega suyo. 15 años había durado esa relación.
Pedro
Salinas pasó algunas vacaciones de verano en un pueblo de Alicante, El Altet,
pedanía de Elche, donde su mujer poseía una hacienda familiar, de nombre «Lo
Cruz». La Guerra Civil Española le sorprendió en Santander y marchó a América
para enseñar en la universidad. Falleció en Boston el 4 de diciembre de 1951,
siendo enterrado sin embargo en San Juan de Puerto Rico.
Los
estudiosos de su obra la dividen en tres períodos. Tras uno primero de
iniciación, en el que publica Presagios,
Seguro azar y Fábula y signo, se
considera su etapa de plenitud la que desarrolla en los tres libros que escribe
bajo la influencia de Katherine, destinataria de La voz a ti debida, Razón de
amor y Largo lamento, con una poesía
genuinamente amorosa, fruto de esa apasionada relación, en la que celebra el
amor que da sentido al mundo, y la amada es una criatura
concreta con la que el poeta mantiene un coloquio continuo. Su amor no es nunca
angustiado sino una fuerza prodigiosa que da sentido a la vida.
La última etapa, del exilio, incluye El contemplado, Todo más claro y otros poemas y Confianza.