Aunque es un autor no muy conocido
popularmente, una de sus obras se sigue leyendo y se considera de actualidad.
Por lo demás, José Cadalso representa a quienes en su época estaban preocupados
por la decadencia de España y denunciaban y se lamentaban de la falta de esfuerzo
para su recuperación.
Había nacido en Cádiz el 8 de
octubre de 1741. Los libros lo definen como literato y militar. Escribió una autobiografía:
“Memoria
de los acontecimientos más particulares de mi vida”. Su madre falleció en el parto y su padre,
en América, tardó hasta 13 años en conocerlo. Mientras, se encargó de él un tío jesuita, que lo envió a estudiar a Francia.
Tras pasar por varios países europeos cuyos idiomas, además del latín, aprendió,
volvió por fin a España donde se encontró, en contrate con la experiencia
europea, un país muy atrasado. Esta impresión marcó toda su trayectoria intelectual.
Se orientó hacia la carrera militar,
llegando a obtener casi al final de su vida el grado de coronel.
Residió casi siempre en Madrid,
donde estuvo en contacto con todo el mundo literario de su época. Y en la
capital tuvo lugar unos de los episodios más significativos de su experiencia de
escritor: enamorado de una de las actrices más importantes de la época, María
Ignacia Ibáñez, ésta muere de manera inesperada de tifus, a los veinticinco
años, lo que le produce un dolor tan profundo que trata, según cuenta la
leyenda, de desenterrar su cadáver para darle el último adiós. Invención o
verdad, esta aventura es el contenido literal
de una de sus obras más importes: “Noches lúgubres”, en la que cuenta cómo Tediato,
el protagonista, efectivamente intenta abrir la tumba de su amada una vez ha
sobornado al sepulturero Lorenzo. Tras varios percances y desgracias familiares,
la narración finaliza en la tercera noche en la que Tediato convence a Lorenzo para
que nuevamente le acompañe a cumplir con el propósito inicial del triste
amante. El final quedó sin terminar aunque se han encontrado versiones
apócrifas posteriores.
Participó en el “Gran Asedio a
Gibraltar”, donde, al muy poco tiempo de ser ascendido a coronel, murió en
acción de guerra tras recibir el impacto de una granada en la sien.
Como una de sus obras más
significativas, además de la citada, suele referirse “Los eruditos a la violeta”,
una sátira breve y ligera contra un tipo de erudición meramente superficial. El
subtítulo lo dice todo: “Curso completo de todas las ciencias, dividido en
siete lecciones, para los siete días de la semana, publicado en obsequio de los
que pretenden saber mucho estudiando poco”.
Pero sin duda la gran obra por la que ha pasado a la historia de la
literatura es la titulada “Cartas Marruecas”, una colección de noventa cartas
en las que se resume el espíritu de la España del siglo XVIII, publicada en
1789, siete años después de la muerte de su autor. Son cartas que se cruzan el
marroquí llegado a España Gazel Ben-Alí y un amigo suyo que vive en Marruecos,
Ben-Beley. El tercer personaje es un español, Nuño Nuñez, al que Gazel conoce
en nuestro país. En ellas Gazel va contando a su amigo los aspectos de España,
más algunos detalles de Europa, que va descubriendo y conociendo.
Los investigadores sobre el origen
del cante se han fijado en una de estas cartas, la VII, en la que han
encontrado una de las primeras referencias históricas de su existencia: narrando
una fiesta, a la que asiste el protagonista, describe “… lo destemplado de la
guitarra, el chillido de las gitanas, la quimera entre los gitanos sobre cuál
había de tocar el polo para que lo bailase Preciosilla…” Y, si bien parece que
este polo es aún castellano, el ambiente de la fiesta con el protagonismo de
los gitanos e incluso el nombre del cante, luego prestado o evolucionado, apunta a que se está iniciando el flamenco.
El
sitio de Gibraltar de 1779 o Gran Asedio a Gibraltar fue el tercero, tras
los de 1704 y 1727, llevado a cabo por España desde la pérdida de la ciudad
para recuperarla. Duró cuatro años pero no se pudo conseguir el objetivo.
Complicada con otras acciones militares, Gran Bretaña, Francia
y España acabaron planteando negociaciones para el fin de las acciones
militares y el 3 de septiembre de 1783 se firmó el Tratado de Versalles,
mediante el que Francia cedió Martinica y Guadalupe a Gran Bretaña; España a Francia
Santo Domingo; y Gran Bretaña reconocía
a España la propiedad de la isla de Menorca, que había sido conquistada poco
antes, las dos Floridas y zonas de Honduras y Campeche. Una vez más Gibraltar
no pudo ser recuperada.