No están claros para los historiadores los motivos que llevaron a Felipe V a abdicar. Aunque en su documento hablaba de que quería dedicarse a la salvación de su alma y después se ha sabido que había hecho un voto conjunto con su esposa para retirarse de la vida pública, es opinión bastante general, aunque discutida por otros historiadores, que en su interior aspiraba al trono de Francia en el caso de que Luís XV muriese sin sucesor. De todas maneras, sin descartar ese propósito, es muy posible que los desengaños políticos y sobre todo las crisis depresivas de su salud mental que tanto le afectaron contribuyeran a esa decisión.
En el escrito de abdicación refería las «serias y detenidas reflexiones que había estado haciendo durante cuatro años sobre las miserias de esta vida y las enfermedades, guerras y revueltas con que Dios había querido probarle». Por ello, y habida cuenta de que hijo Luis, «jurado príncipe heredero de España, se hallaba en edad suficiente, estaba casado y tenía la capacidad, juicio y cualidades bastantes para regir y gobernar con acierto la vasta monarquía española», le cedía la corona.
Poco se puede decir de este reinado. Además de corto, en realidad estaba teledirigido por su padre ocupándose Luis I únicamente de fiestas con sus amigos. El rey, que contaba dieciséis años, dio pocas muestras de gran juicio, saliendo incluso de noche a “robar fruta con otros jovenzuelos bulliciosos”.
Su joven esposa, por otra parte, tenía escandalizada a la corte con sus salidas de tono y extravagancias, muestras de mala educación.
A los siete meses de haber ascendido al trono, el monarca murió de viruela en Madrid el 31 de agosto de 1724, con diecisiete años recién cumplidos. Su padre, Felipe V, tomó de nuevo el poder.