La batalla de Sagrajas (también llamada de Zalaca) tuvo lugar en ese lugar,
hoy una pedanía de Badajoz, entre el rey de León Alfonso VI y las tropas
musulmanas y supuso una dura derrota de los cristianos a manos de los integrantes
de un movimiento social, religioso y militar integrista formado por
monjes-soldados que dominaba Marruecos y que se llamaban a sí mismos los “almorávides”.
(Hay quien cuenta que Zalaca deriva del verbo Zalaqa que significa deslizar,
resbalar… por lo resbaladiza que se volvió la tierra del campo de batalla a
causa de la gran cantidad de sangre derramada).
Dos acontecimientos o particularidades condujeron
a esta batalla, más famosa por la acometividad con que se peleó que por las
consecuencias directas que se derivaron de su resultado.
Uno fue la conquista de Toledo, ciudad
simbólica por haber sido la capital del reino visigodo y con una situación
geográfica de muy difícil acceso, en 1085 por el rey Alfonso VI lo que había
provocado en el mundo islámico un terremoto emocional que les hacía temer una
derrota estrepitosa en Al Ándalus.
La otra circunstancia era que en esa
época, una vez desaparecido el califato de Córdoba, los musulmanes habían
formado lo que en historia se denomina los reinos de taifas, es decir, que en
lugar de una autoridad común fuerte, todo su territorio estaba ocupado por
pequeños reinos de escaso poder y a los que los cristianos podían acceder en
cualquier momento.
En estas condiciones el rey o taifa de
Sevilla Al-Mutamid decidió pedir ayuda al líder de ese movimiento, Yusuf ben
Tasufin aunque con la promesa de que, una vez vencido el ejército cristiano,
regresaría a África. Aceptó este la oferta y, tras desembarcar en Algeciras, se
dirigió hacia el norte cuando se encontró junto a Badajoz con Alfonso VI.
Dicen las crónicas que los dos líderes
intercambiaron mensajes antes de la batalla: Yusuf ibn Tasufin ofreció tres
posibilidades al enemigo: convertirse al Islam, pagar tributo o luchar. Alfonso
VI decidió esta última opción.
La batalla comenzó al amanecer y, tras un
día de lucha intensa, las bajas del ejército de Alfonso VI fueron tremendas. Según
los relatos de la época, sólo 100 caballeros lograron regresar al castillo. El
rey, por su parte, sobrevivió pero fue herido en una pierna. Menéndez Pidal
cuenta que la noche de la victoria Yusuf mandó degollar los cadáveres
cristianos y los almuédanos al amanecer subieron sobre enormes montones de
cabezas para anunciar la oración de la mañana.
Muchas y diversas cifras se han ofrecido
sobre el número de combatientes, desde varias docenas de miles hasta
estimaciones de menos de diez mil combatientes.
Sin embargo del gran éxito
militar no sacaron los triunfadores apenas fruto político. Yusuf ben Tasufin
tuvo que volver a África por la muerte de su hijo primogénito y el ejército
debió quedar muy quebrantado pues de otro modo no se entiende que no intentara
reconquistar Toledo. Lo que sí consiguió Yusuf fue convertirse en líder de
Al-Ándalus y ser nombrado “príncipe de los creyentes”. Y, naturalmente, hacerse
dueño del paso por el estrecho de Gibraltar.