CÓMO CONTAR UNA AVENTURA

A modo de introducción

 INCONVENIENTES DE LA PRECIPITACIÓN

     Las circunstancias que han concurrido en la recientemente celebrada Conferencia de Madrid, han desmontado el latiguillo repetido por nuestros abuelos, de que la precipitación no es buena consejera. La eficacia de los efectos organizativos, pues lo del resultado político ya es harina de otro costal, han sorprendido a los que desde el ángulo de lo razonable pensaban que no era posible montar un tinglado tan complejo en un corto  espacio de tiempo y desconfiaban de la capacidad de improvisación, no se sabe muy bien si de los españoles o simplemente del ser humano.
    Pero esta oportunidad ha tenido un efecto sicológico que conviene resaltar para el asunto que nos concierne.  De pronto en muy pocos días hemos sabido hasta la saciedad la historia del problema palestino, las circunstancias que se dieron para la creación del estado de Israel y dónde están situados los altos del Golán. Ha sido una especie de bombardeo precipitado que por su escasa duración no ha resultado empalagoso. Ahora sólo queda el recuerdo del acontecimiento y el deseo de que todo acabe bien. Y los más curiosos han podido apilar una documentación suficiente para construir una tesis doctoral. Por eso cuando tantas veces nos hemos quejado de que las cosas sólo tienen éxito cuando se preparan con suficiente antelación, tendremos que cuidar estos juicios de valor, en apariencia de perogrullo.
    El ejemplo contrapuesto a este acontecimiento es justamente todo lo referente a lo que se ha llamado y se llama el 92. Unos juegos olímpicos preparados de acuerdo a la parsimonia de la gente razonable y organizada y el montaje de la exposición de Sevilla hecha a ritmo de años, son un modelo de cómo se hacen las cosas sin precipitación, aunque al final siempre falte algún detalle. Pero las consecuencias sicológicas de esta forma de trabajar no han podido ser más lamentables.
    El permanente machaconeo del 92 no sólo en los medios de comunicación sino también en las conversaciones de cada día ha producido tal tedio y hartura en la gente que, apenas comenzado el año, ya hay quien desea fervientemente que llegue enero del 93 para olvidarse de un retintín tan molesto por lo reiterado. Y como todos pretendemos ser originales, a muchos les proporciona un aire de modernidad manifestar reticencias ante el diluvio de actos públicos o privados que se avecinan. Y no hay crítico que se precie, que no considere fútiles y superficiales estos decorados de cartón‑piedra que vamos a tener que aguantar. Es una consecuencia lógica después de tanto hablar de lo mismo y tienen su parte de razón.  Seguramente si todo se hubiese preparado con precipitación, como en el caso de la Conferencia de Madrid, nuestra reacción hubiera sido otra.

 LA HISTORIA Y EL OLVIDO.

     Sin embargo hasta la fecha se ha hablado muy poco de las razones que justifican esta celebración. Salvo algún comentario o recuerdo del descubrimiento de América, la conquista de Granada,  la consiguiente salida de España de los últimos musulmanes o la expulsión de los judíos, se ha prestado escasa atención a los procesos históricos e ideológicos de aquella época. Incluso los acontecimientos conmemorativos como los juegos olímpicos o la exposición universal pueden ser un estorbo para acercarse al conocimiento y la reflexión de lo que se conmemora. Y no es del todo lógico que lo que se organiza para recordar aquellas cosas, acabe anulando lo que es su excusa. Unos juegos olímpicos son muy importantes en sí mismos, como lo es una exposición universal o la capitalidad cultural pero en España y en este año cobran un sentido unitario que no se puede olvidar.
    Porque revivir el pasado es una forma de vernos en el espejo y cualquier renuncia a lo que sucedió, representa el retraso de los teóricos y la incapacidad de entender el presente. El olvido histórico más que un pecado es una traición a la condición humana. Pero no porque tengamos que considerar como nuestros los errores o los aciertos de nuestros antepasados sino porque la misión de la historia es hacernos inteligibles a nosotros mismos. La memoria colectiva es un patrimonio común de significados y claves que una sociedad no puede tirar por la borda impunemente ya que bastante de lo que somos es consecuencia del pasado. Por ello no es inútil dedicarse en el 92 a hablar del 92, ocuparse en 1992 de comentar de lo que ocurrió en 1492, hace quinientos años. Al margen de cualquier opinión que se tenga, resulta conveniente aprovechar la excusa del quinto centenario para conocer con serenidad y sobre todo sin sectarismos aquella parte de nuestra historia común.
    A veces nuestra colectividad de tanto mirarse el ombligo para condenar absolutamente o enorgullecerse absolutamente, parece una sociedad cansada de recordar no ya lo que pasó sino la opinión sobre las cosas que acontecieron. Estamos mucho más acostumbrados a juzgar lo que pasó que a conocerlo y nuestros juicios morales han sustituido el estudio ponderado de que hicieron hace quinientos años.
    Y no es que cualquier acontecimiento histórico no merezca nuestra atención sino que los centenarios son una excusa cronológica para repensar parte de la vida de lo que pasó y cuyos resultados aun estamos viviendo. Conocer la historia es una forma indispensable de entender nuestra realidad y nuestras instituciones sociales, políticas, religiosas y culturales. Esto pasó con Mozart el año pasado y volverá a ocurrir siempre que haya alguien interesado.
    Además los acontecimientos de referencia no fueron baladíes sino que produjeron una falla definitiva en el proceso de la historia, algo así como el comienzo de la modernidad. De esa fecha se han dicho demasiadas cosas y casi todas tan interesantes que es poco prudente provocar valoraciones generales que siempre son inexactas. Pero como razones de estilo aconsejan traer alguna cita, ahí va ésta que además puede ser polémica: "Probablemente el año 1492 es el más importante de la historia de España," dice un autor extranjero, "la caída de Granada representó la victoria de los ideales de la reconquista. La expulsión de los judíos representó la victoria de la nobleza feudal sobre la clase más identificada con el capitalismo comercial.  Y el descubrimiento de América significó la apertura de nuevas fronteras para las clases dominantes de Castilla". Hasta el papa elegido ese año era español. ¿Fue todo producto de la casualidad?

LA BIOGRAFÍA COMO PROCEDIMIENTO

     Dice Julio Caro Baroja que la biografía ("un género literario que, de vez en cuando, se dice que se descubre") permite darnos una idea del individuo en su medio y es una forma menos rigurosa pero más divertida de conocer la historia "si se salpica con un poco de psiquiatría, psicoanálisis, etc." La biografía permite analizar los pensamientos y los deseos de quienes tomaron decisiones, muy importantes en el caso que nos ocupa, y apreciar las dudas, vacilaciones, pesares, inquietudes y temores de quienes influyeron de una u otra forma en el proceso y son un símbolo de los debates ideológicos o una estructura de poder. Detrás de cada acontecimiento siempre hay un impulso, un liderazgo o una decisión personal aunque, como dicen los filósofos, nadie ha hecho nunca nada solo, salvo su propio nacimiento y su propia muerte. Las personas públicas, que no necesariamente políticos, impulsaron el progreso o lo detuvieron y se reconocen como arquetipo de su tiempo y su entorno.  Sus biografías también nos enseñan la época. Los impuestos que ahogaron a los moriscos granadinos, no se decidieron en referéndum y sólo fueron posibles por existir una cultura dominante que creía, quizá de buena fe, que era lo conveniente pero hizo falta el impulso de arriba; Colón necesitó el apoyo y el dinero real para llegar a la Indias y la bella Susana facilitó la represión de los de su raza y credo.
    Como género literario, dice Fernando Savater que la biografía es "la novela que sabemos escribir los que no sabemos escribir novelas". Y seguramente tiene razón porque la vida como la historia es una novela en opinión de Paul Ricoeur.
    A través de personajes representativos nos asomaremos durante los próximos meses a algo de lo que pasó el año de 1492 y las consecuencias inmediatas que sobrevinieron. Pero no tanto con la mentalidad del historiador científico que sabe mucho de estas cosas sino como espectador ingenuo y crítico que tiene una excusa para pensar en el hombre.  Los datos que hay de la celebración del IV centenario dicen que se celebró con toda clase de triunfalismos. Quizá sea más sensato buscar las certezas y las incertidumbres que hay detrás de toda aquella historia. Como dice el propio Savater cuando escribe biografías, será suficiente con no cometer errores de bulto.
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      Conquista de la isla de Palma, en el desarrollo de dominación de las Islas Canarias.      Publicación de la primera novela sentimental: Cárcel de amor, de Diego de San Pedro.      Aparición de la primera gramática de la lengua castellana, escrita por Antonio de Nebrija.      Toma de Granada, como final del proceso que los manuales llaman reconquista con la desaparición del reino nazarí.      Descubrimiento de América.       Expulsión de los judíos mediante un decreto de los Reyes Católicos.
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CRISTÓBAL COLÓN

EL SECRETO COLOMBINO

     La cuestión verdaderamente importante sobre la biografía del descubridor de América es conocer los motivos que le llevaron a defender a troche y moche la viabilidad de su proyecto, frente a la opinión de la mayoría de científicos y filósofos de la época, averiguar las razones que  le proporcionaron  la certidumbre en una aventura por la que trabajó tanto tiempo. La circunstancia de que le saliera bien el viaje hacia el oeste y encontrara las Américas al primer intento es asunto baladí más propio de récord que de otra cosa. En esa oportunidad bien pudo haber tenido  dificultades: una tormenta, una avería mecánica o alguna peste propia de la época, incluso algún error del mismo Cristóbal Colón pudieron haberlo hecho fracasar pero no fue así. Cuando la tripulación se amotinó exigiendo la vuelta a España al ver que pasaban los días y no encontraban tierra, la seguridad en el éxito de la travesía le mantuvo firme hasta el final.
     Cualquiera de esas cosas habría estropeado la fiesta, pero no hubiera tenido importancia porque a la segunda o tercera expedición, todo hubiera quedado resuelto. Lo que es digno de resaltar es la firmeza con la que afrontó la aventura, sabedor de que iba a acertar plenamente.  Cuando se sabe a dónde se quiere ir y se conoce el camino, todo es cuestión de buena suerte y buenos vehículos. Por ello lo que  interesa de su vida es averiguar la información de que disponía el almirante para mantener la tozudez que le caracterizó en los tiempos difíciles.  Sus biógrafos le describen como un personaje engreído y orgulloso, posiblemente soberbio y desde luego con una confianza en sí mismo insultante.
     ¿Fue Cristóbal Colón un loco que acertó por casualidad o tenía conocimiento exacto de lo que decía? Pero ¿por qué estaba tan seguro cuando la argumentación que exponía era tan poco sólida? Sus previsiones desde luego no resultaron acertadas porque los cálculos en que se apoyaba, se demostraron erróneos, aunque a fin de cuentas le beneficiasen.  Colón, "gran marinero y mediocre cosmógrafo", que daba por hecho la esfericidad de la Tierra, supuso que la distancia entre costa y costa por occidente era mucho más corta de lo que en realidad resultó, que el globo terráqueo era más pequeño de lo que en realidad es.
     De Colón, que era "de buena estatura y aspecto, más alto que mediano y de recios miembros, los ojos vivos y las otras partes del rostro de buena proporción, el cabello muy bermejo y la cara algo encendida y pecosa”, se saben muchas cosas, quizá demasiadas, pero resultan insuficientes para tener una impresión completa de su personalidad, de sus cavilaciones y sus conocimientos. Desde este punto de vista, el que fuera genovés o catalán, hijo de un lanero o descendiente de ilustres marinos es simple anécdota y curiosidad histórica si no aporta datos para aclarar sus intenciones y su información en lo referente al descubrimiento de nuevas tierras.

LA CAPITAL MARÍTIMA DEL MUNDO.

     La costa occidental de Europa, a finales del siglo XV, era el centro tecnológico del arte de marear, la universidad popular del mar y la navegación.  Todo lo que se sabía de los mares, lo controlaban los marineros portugueses y españoles y no había otro poder marítimo que el suyo. Pero a su vez las relaciones entre ambos no podían ser más tensas.  Componían una especie de monopolio bicéfalo en el que cada parte se cuidaba muy mucho de que sus informaciones no las conociera el adversario, el competidor del otro lado de la frontera.  Y era tal la rivalidad que se castigaba con la pena de muerte el delito de revelar los mapas confeccionados por los exploradores y científicos y más de un traidor pagó con la vida su atrevimiento. En esta situación la existencia de mafias es perfectamente comprensible, como la oscura historia de los porteños.
     El caso es que se jugaban mucho en el envite, nada más y nada menos que  el dominio del mundo a través del dominio de los mares en el que los portugueses llevaban una cierta ventaja. Y el Papa, entonces una especie de emperador de emperadores y legitimador de imperios, intervino más de una vez, para fijar los límites por los que podía moverse cada flota y la zona de influencia que cada país tenía para hacer descubrimientos. El hecho de haber resuelto los problemas de la navegación de altura con embarcaciones más estables de una parte y los conocimientos geográficos de otra les estaba permitiendo ampliar los horizontes del mundo conocido con nuevas tierras y nuevas rutas marítimas en una competición sin descanso por ser el más poderoso. 
     Como más adelante diría Bernal Díaz, la conquista se hacía "por servir a Dios, a su Majestad y dar a luz a los que estaban en tinieblas y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente buscamos." O sea, razones religiosas, políticas, económicas y culturales movían el frenesí de los descubrimientos. Razones de poder, en definitiva como en cualquier otra época de la historia.
     Sin embargo todos estos coqueteos con la aventura tenían un límite: el mar tenebroso, el océano Atlántico. Era fama que quien se aventuraba por él no tenía posibilidades de volver. Había una razón técnica para no adentrarse por el oeste, que era la falta de vientos conocidos de poniente a levante, vientos que aseguraran a las naves su regreso al continente. Pero sobre todo circulaban leyendas de espanto que hablaban  de aguas hirvientes, animales fabulosos al acecho de marineros y navíos o piedras imantadas que arrastraban a los barcos al fondo del mar.
     Y como siempre que hay leyendas aparecen los rumores, se comentaba en ambientes restringidos la existencia de navegantes que después de naufragar, habían conseguido volver a tierra empujados por algún viento misterioso que procedía de poniente. Eran narraciones conocidas solamente por iniciados que cuidaban el misterio y el secreto.  Rumores que hablaban también de navegantes que habían encontrado en el mar restos de árboles desconocidos en Europa.  Bartolomé de las Casas relata que el piloto del rey de Portugal le contó a Colón que una vez navegando a unas cuatrocientas cincuenta leguas al oeste del cabo San Vicente, recogió de la mar un madero "labrado artísticamente y no con herramienta de hierro". De todo ello surgió la tradición del marinero desconocido que todos los cronistas citan, unos para desmentirla y otros para confirmarla: a casa de Cristóbal Colón había venido a morir un náufrago que le había revelado el secreto de la "Tierra firme de Acá". Luego del descubrimiento la existencia de mestizos jóvenes, el caluroso recibimiento tributado en algunas islas y algún otro dato dieron pie a la historia.
     Colón había acabado en Portugal donde su hermano Bartolomé se ganaba la vida pintado mapas de la tierra, negocio del que participó nuestro protagonista. Ambos se mezclaron en seguida con los círculos reservados y oyeron una y otra vez estas leyendas y estos rumores.

COLÓN, AUTODIDACTA

     Cristóbal Colón no estudió en ninguna universidad. Su formación marítima obedecía a lo que hoy llamamos un autodidacta, una persona que se ha hecho a sí misma. Colón tenía experiencia del mar y había leído libros de origen muy diverso pero no  manejaba con soltura y eficacia los instrumentos matemáticos que le permitieran resolver teóricamente los problemas que planteaban los cosmógrafos o estrelleros. Colón mezclaba la Biblia con los textos de los filósofos griegos, con las narraciones de viajeros famosos y con los conocimientos científicos de la época. Sus argumentos eran un revuelto de libros de consejo y de ciencia, propio de alguien que no ha cursado estudios y todos sus saberes le vienen de aluvión.  Lo que servía para los teólogos, no convencía a los científicos y lo que era válido para los filósofos, no interesaba a los cosmógrafos.  Por eso los comités técnicos consultados por los reyes siempre dieron informes negativos a pesar de la importancia política del proyecto, el poco riesgo que se corría ‑sólo aprovisionarle de tres naves‑ y la feroz competencia con Portugal que ya había contorneado el perfil de África, una ruta muy larga y económicamente apenas rentable.
     ¿Qué información aportó a última hora a fray Juan Pérez, que hizo cambiar la decisión de los reyes? Colón, que había tenido que poner poco menos que una instancia en ventanilla explicando los motivos que tenía para solicitar la entrevista a los reyes, no iba a confiar sus secretos a cualquier funcionario, sobre todo cuando se enteró de que el rey de Portugal, después de rechazar su propuesta, había organizado una expedición secreta que fracasó. ¿Por qué el mismo Juan Pérez su representante en la negociación de las capitulaciones para el viaje puso "ha descubierto”? ¿No pudo ser el propio Cristóbal Colón acaso el marinero desconocido de la tradición y la leyenda? En 1501 escribió: "De muy pequeña edad entré a la mar navegando y lo he continuado hasta hoy, ya pasan de los cuarenta años que yo voy en este uso.  Todo lo que hasta hoy se navega, he andado".

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    Cristóbal Colón nace en Génova en 1451, hijo de un lanero. Desde joven se embarca en navegaciones comerciales y en 1476 cuando navegaba frente a las costas portuguesas, su nave es  atacada y tiene que ganar tierra a nado. En Portugal se casa con una dama ilustre, Felipa Moniz, de la que tiene un hijo Diego.
    El rechazo del rey de Portugal a su proyecto marítimo y la muerte de su mujer le empujan a dejar ese país y pasa a España por Palos de la Frontera en 1485.
    A través de los frailes de La Rábida, fray Antonio de Marchena y fray juan Pérez, se pone en contacto con Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel, a quien le hace llegar su proposición de alcanzar las Indias por occidente.
    Siguiendo a la corte real a la espera de una respuesta a su proposición, pasa temporadas en Córdoba, donde conoce a Beatriz Enríquez de Arana con quien tiene a su otro hijo, Hernando, y con la que nunca llegó a casarse.
    Este Hernando o Fernando fue su primer biógrafo y a través de una calculada ambigüedad hizo descender a su padre de ilustres marinos. También le hizo estudiante de la universidad de Pavía, lo que está demostrado que es falso.
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SANCHO  RUÍZ  DE  GAMA   (Fragmento del diario del piloto de La Niña)

Viernes, 3 de agosto de 1492

     Hoy hemos salido de la barra de Saltés. Un poco antes de la amanecida el extranjero mandó levar las anclas y nos pusimos de camino a las Canarias como destino intermedio.      Hoy hemos dado el primer paso hacia la nueva ruta a las Indias en beneficio de nuestra Santa fe y Religión Cristiana. Allí encontraremos las mayores riquezas del mundo, piedras preciosas que se pueden coger a espuertas y una tierra rica en oro y donde las madreperlas se cogen con la mano y los árboles de la canela y la pimienta crecen por todas partes. Seguramente hallaremos a los hombres con cola, a los esciápodes y puede que a los pandas que, según cuentan, son hombres que tienen el pelo cano en la niñez y luego negro en la ancianidad, al contrario de lo que nos pasa a nosotros, y otros muchos seres monstruosos que viajeros de fama que fueron a oriente y a las Indias, han visto en sus viajes. A lo mejor incluso descubrimos el paraíso terrenal que estuvo a punto de encontrar el beato monje Macario. Y llegaremos a la corte del Gran Khan, al que podremos prometer la llegada de los misioneros que pidió a Marco Polo. Y que el Papa no ha enviado, para convertir a los mogoles.  Precisamente el capitán lleva cartas de presentación que les han dado Sus Majestades.     De todas formas no las tengo todas conmigo porque este extranjero, que se hace llamar Cristóbal Columbus o algo así, no estoy seguro de que esté bien de la cabeza. Y a mi me parece que, salvo los condenados a muerte que están dispuestos a lo que sea con tal de salvar la cabeza, más o menos todos los que nos hemos embarcado, estamos igualmente suspicaces. Bien es verdad que ya hemos cobrado muchos maravedíes por adelantado y que a lo mejor volvemos cubiertos de riqueza y además podemos convertir a los infieles a la religión verdadera pero me temo que si no hubiese sido por los hermanos Pinzones, especialmente Martín, aquí nadie se hubiese embarcado en la aventura. Que el extranjero vino de la corte con unas ínfulas de que nos iban a castigar los Reyes si no nos enrolábamos. Que a mi no me parece bien del todo. 

Domingo, 26 de agosto

     Desde el día 9 de agosto estamos en las Canarias mientras arreglan el timón de la Pinta, que ha saltado en los días anteriores, y se hacen las provisiones necesarias para este viaje tan dramático y tan peligroso porque a lo mejor vamos al abismo del Mar Tenebroso.  Pero también quizá encontremos a gentes extrañas a los que podremos predicar la fe de Jesucristo.  Y también llevamos un anhelo muy humano de mejorar económicamente porque encontraremos las minas de oro que se puede coger con una pala y echarlo al barco para bien de Sus Majestades y nuestro propio, que todos los hombres buscamos naturalmente las riquezas.

Jueves, 6 de septiembre

     Hoy es cuando en realidad hemos empezado el camino de lo desconocido. Hoy empieza la aventura porque hasta ahora hemos viajado por rutas y mares conocidos de todos pero es a partir de ahora cuando tenemos que confiar seriamente en la divina Providencia y en la suerte y la sabiduría de este extranjero que parece estar demasiado seguro de sí mismo y de sus conocimientos hasta el punto de que esa certidumbre es tan fuerte que bordea la certeza y la locura.     Dicen algunos que entre los marineros hay bastantes presos que se han aprovechado del indulto que han prometido los Reyes para librarse de la cárcel y de la condena a muerte. Incluso hablan hasta de 24. Pero yo no conozco nada más que al bueno de Bartolomé Torres de Palos que por culpa de una mala bebida disputó con su amigo Juan Martín y acabó matándolo el día de Santa Cecilia. Luego tres compadres suyos, Pedro Izquierdo, Alfonso Clavijo y Juan de Moguer, enfadados por lo que consideraban una injusticia, lo sacaron de la cárcel por lo que se convirtieron también en reos de muerte. Pero los cuatro son buenas personas y con experiencia suficiente en asuntos marinos y serán muy útiles para la navegación.     En total somos noventa hombres los que componemos la tripulación, 25 en cada una de las naos y el resto en la Santa María aunque también he visto que el extranjero ha metido algunos criados suyos y de sus amigos por lo que creo que seremos unas cien personas. No viaja ninguna mujer porque en un viaje de aventura lejos de ser útil, hubiera sido un grave peligro para la tripulación. En los barcos van todos los especialistas necesarios de marinería y también los que harán frente a los asuntos que se presentarán una vez arribemos a Tierra Firme, a Cipango y a las Indias. Así tenemos al lengua que conoce varios idiomas y también el árabe que dicen es la madre de la todas las lenguas. Por más que estoy pensando que si ésta es una expedición de religión, no entiendo cómo no viene ningún sacerdote.

Jueves, 20 de septiembre

     Llevamos varios días en los que aparecen señales ciertas de tierra próxima. Antesdeayer la Pinta de Martín Alonso no quiso esperar al extranjero porque desde su nave había visto muchas aves ir hacia poniente y esperaba encontrar tierra. Hoy hemos visto varios alcatraces y otros pájaros propios de río. La navegación es hasta ahora ágil y no nos hemos topado con ninguna tormenta. La tripulación está tranquila y esperanzada en que todo acabe pronto y bien.

Martes, 25 de septiembre

     La esperanza sigue muy fuerte entre la tripulación. Hoy ha habido un momento en el que todos estábamos seguros de que veíamos tierra. Incluso el extranjero aseguró que estaba a 25 leguas. Precisamente el entusiasmo está muy alto porque hace tres días hemos sentido vientos en sentido contrario, lo que nos hace tener grandes esperanzas de que  podremos volver a casa.  El mar está tan en calma que algunos marineros se han echado a nadar.

Sábado, 6 de octubre

     Las esperanzas empiezan a faltar. Todos los días hay señales de tierra pero luego nunca se cumplen las previsiones.  A estas alturas ya llevamos treinta jornadas y en verdad nada ha cambiado.  La gente empieza a cansarse y hoy se han plantado algunos exigiendo volver a España.  Martín Alonso ha propuesto cambiar el rumbo a Sudoeste cuarta del Oeste pero el capitán no ha aceptado.  La cosa se ha puesto tan tensa que la tripulación se ha amotinado pero Martín ha defendido al extranjero diciendo que no podemos volver a España de esta manera después de la importancia del viaje y del interés de los Reyes, que una armada con tan altos vuelos no puede volver de vacío.

Domingo, 7 de octubre

     El extranjero se ha visto obligado a cambiar el rumbo tal como lo propuso Martín a la vista de la presión que hay y de que hasta el propio Martín empieza a desconfiar de él.

Martes, 9 de octubre

     La situación se está poniendo cada vez más difícil. Algunos empiezan a maldecir de su suerte por haberse fiado de ese loco extranjero que parece un iluminado, que prometió llevarnos a los entornos del Mar Tenebroso. Bien es verdad que siguen apareciendo señales de tierra pero pasa el tiempo y cada vez estamos mucho más lejos de nuestra casa. Y corre el rumor entre los marineros que si el extranjero dio un bebedizo a Martín aprovechando un descuido suyo o le ha hecho un conjuro. Porque él nos insistió en que no anduviésemos más en miserias sino que viéramos que con la ayuda de Dios íbamos a descubrir tierras en las que encontraríamos casas con los tejados de oro y nos aseguraba que todos volveríamos ricos y con muchas fortunas y nos insistía en que saldríamos de miseria, ofreciendo halagos y dinero, que tuviéramos confianza en él que no se embarcaría si no estuviese seguro de lo que hacía. ¿Estaría embrujado?  ¿Quién puede asegurar que volveremos a casa? Los hombres ciegos de ira están exigiendo  al extranjero que dé orden de volver atrás y él se defiende unas veces con amenazas y otras con razonamientos.

Miércoles, 10 de octubre

     Al fin se ha decidido. Si en tres días no encontramos tierra, damos la vuelta. Es la promesa que el extranjero ha hecho a Martín. También le ha dicho algún secreto importante y le ha confesado que hemos recorrido cada jornada más leguas de las que decía.


Domingo, 14 de octubre.

     La alegría de encontrar estas tierras de oriente se ha visto empañada por la injusticia que el capitán ha hecho con Juan Rodríguez Bermejo, llamado Rodrigo de Triana, que ha sido el primero en gritar tierra en la amanecida y tiene el derecho a los diez mil maravedíes anuales que los Reyes habían prometido y que son una miseria para este hombre que desde hoy se ha convertido en el más rico del mundo y un tesoro para el trianero. La razón que ha dado es que él ayer por la tarde vio moverse una señal de luz, que Pedro Gutiérrez dijo ver pero no Rodrigo Sánchez. Bien ha ido el navegar pero mal empieza la gobernación del que desde ahora es Virrey, Almirante y Gobernador perpetuo.

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     Según cálculos modernos, el barco estaba a unos 90 km.  de la playa por lo que no parece probable que Colón viera ninguna lumbre y en ese caso no le correspondía la pensión pero los tribunales acabaron por confirmarla. Pasado el tiempo, la cedió a perpetuidad a doña Beatriz de Enríquez Arana, cordobesa, con quien había tenido a su hijo Fernando. El desarrollo de la aventura hubiera sido muy otro si el Almirante no acepta el cambio de rumbo propuesto por Martín Alonso porque en ese caso hubieran arribado a la península de Florida.
    A la vuelta de las Indias, La expedición llegó a la península separada por el mal tiempo. Martín Alonso Pinzón recaló en Galicia y Colón unos días más tarde, el 4 de marzo de 1493, en Lisboa.
    El navegante de Palos llegó a España enfermo y murió unos pocos días después. Es seguro que si él no se decide, las cosas hubieran sido de otra manera tanto en el enrole como durante la navegación porque era el líder natural de la marinería. El descubrimiento en el mejor de los casos se hubiera retrasado. Nadie le ha hecho nunca justicia.
    El diario de a bordo de Cristóbal Colón ha sido trasmitido, en parte con textos originales, por Bartolomé de las Casas.
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Explicación religiosa y científica

DON CRISTÓBAL COLÓN

     Dilecto amigo: Habiendo sido retirado por Sus Altezas los Reyes Católicos del negocio y gobernación de las Indias, en parte por haber cumplido la misión que me fue encomendada de descubrir el camino para llegar a ellas, y en parte porque ciertos insidiosos con poder, que hasta han osado negar que yo las hubiese alcanzado, se han aprovechado de algún error mío para influirles contra mi persona, he decidido  dedicar desde ahora mis afanes y preocupaciones en la lectura de los profetas, que me sirvan para mejor cumplimiento a la otra misión que la divina Providencia me ha encomendado y a la que me está llamando con los brazos abiertos. Y ello no es sino para cumplir el final de lo que hasta ahora he hecho.  Y es alcanzar el Paraíso Terrenal cuyo lugar yo he encontrado y así preparar el fin del mundo con la conquista de Jerusalem y la reconstrucción del templo de la Casa Santa para mayor gloria de la Cristiandad. Y este es el motivo por el que he escrito a Sus Majestades algunos memoriales y también he enviado una carta al Papa Alejandro anunciándole mi propósito y determinación.
     Por eso la importancia de mis descubrimientos es debida a la necesidad urgente que tenía la Cristiandad de que se encontrasen estas tierras porque, como dijo Nuestro Redentor, deben cumplirse todas las profecías que un día hicieron los enviados de Dios antes de la consumición de este mundo y por ello, dado lo poco  que resta para el final de los tiempos, no podía esperarse más a abrir los horizontes para convertir a los infieles. Porque sabido es que, según aseguró San Agustín, el mundo terminará a los siete mil años de su creación. Y como desde esa fecha, o sea desde Adán, hasta la llegada de Nuestro Señor Jesucristo pasaron cinco mil trescientos cuarenta y tres años (y trescientos dieciocho días, que ahora no son al caso) y si le sumamos los mil quinientos de nuestra era cristiana, resulta que sólo quedan ciento cincuenta y siete años para el juicio final, como ya les dije yo a Sus Altezas los Reyes Católicos de nuestra tierra.
    Y si bien es verdad que por circunstancias diversas no me fue posible llegar hasta Cipango y alcanzar Cibao con los tejados de oro, que yo había prometido a Sus Altezas que le podía dar cada año ciento veinte quintales de oro y como Satanás lo estorbó para que yo no pudiese cumplir lo prometido, por eso imaginé que con la venta de esclavos podría satisfacer los muchos gastos de la Corona y los míos propios en el asunto de Indias hasta que la divina Providencia permitiera alcanzar los tesoros prometidos en los libros de los sabios. Pues ya había asegurado que las Indias eran el mayor señorío rico que hay en el mundo y hablé del oro, las perlas, piedras preciosas y espeserías que hay en ellas. Y por eso envié a España con Antonio Torres, alcalde de Isabela, en mi segundo viaje a las Indias quinientos indios como esclavos pero tomados en combate porque la esclavitud sólo podrá aceptarse cuando se trata de guerreros tomados en batalla y estos quinientos indios lo eran y de esa forma con las ganancias también se quitaría crédito a los malpensados e insidiosos que pensando sólo en los beneficios materiales, dudaban de que en verdad yo hubiera descubierto las Indias porque no veían que el oro llegara y que las especias atiborraran los mercados españoles, empujados por una impaciencia malévola y desconocedores por su propia industria de que la extensión de las Indias no permite alcanzarlas todas de una sola vez o en un solo viaje.
     Y así los reyes aceptaron estos esclavos de acuerdo con sus deseos porque ya habían pedido a Bastidas que les dieran el cuarto de todos los metales preciosos que encontraran, perlas, piedras preciosas, joyas, esclavos, negros y loros que se encontraran en los términos de los reinos y fueran considerados como esclavos, monstruos o serpientes. Y en mi tercer viaje quise mandar otros cuatro mil esclavos que valdrían unos veinte millones de maravedíes y que se convertirían a la santa religión. Si bien es verdad que los reyes recapacitaron y creyeron después que los indios eran vasallos suyos reales y por eso no podían ser esclavos y mandaron el veinte de junio de este año de mil quinientos que quedasen libres los que vinieron en las cinco carabelas que había enviado por lo que no fue posible el negocio que yo había propuesto de llevar ganado a las Indias con barcos que a su vuelta podían traer esclavos caníbales con gran beneficio del tesoro real.

Jerusalem

     Y el dinero que yo quería traer y el oro y las ganancias de la venta de esclavos es para organizar la cruzada que libere a Jerusalem y así reconstruir el Templo Santo que fue ignominiosamente destruido, en especial ahora después que he llegado a las tierras elegidas y todos andan en deseo de descubrir, que hasta los sastres lo hacen, y he cumplido la misión para la que fui elegido. Y así he recibido el mandato divino de que debo dedicar todos mis esfuerzos en estas tareas. Y espero que Dios me haga digno de poder ayudar en algo para ganar el Santo Sepulcro, que por eso propuse poner dinero en la banca San Jorge de Génova para preparar esta ganancia.
     Y de esta forma se dará cumplimiento a lo dicho por el profeta Isaías cuando anuncia que extranjeros reconstruirán los muros de Jerusalem porque ha llegado su luz y Dios se ha compadecido de su pueblo. Y así la paloma mencionada por el profeta no es otra sino yo, que he sido llamado Columbus, que por eso dijo el abad Joaquín que Jerusalem y el monte Sión serían reedificados por alguien que saliera de España. Y está dicho de acuerdo con otros libros sagrados como en los Salmos y en los libros de los Reyes. Y las señales de lo hecho hasta ahora demuestran lo cerca que estamos de alcanzar nuestro propósito porque Salomón enviaba desde Jerusalem sus navíos a traer oro para el Templo a al monte Sopora, que ahora tienen los Reyes de España, en el que mi hermano Bartolomé con unos mineros ha encontrado los túneles excavados en los tiempos de los antepasados de donde sacaban entonces las riquezas.
     Por eso ha de ser mi mayor dedicación desde ahora el leer a los Profetas que son los que deberán guiar mis pasos como lo hicieron en el principio de mi aventura, que para esta empresa de Indias no me sirvieron ni la razón ni matemática ni mapamundis sino lo que dijo Isaías. Porque de una empresa tan importante como ésta ¿no iban a hablar las Escrituras?

Paraíso Terrenal

     Sabido es que no hace demasiado tiempo el beato Macario confesó que había estado muy cerca del Paraíso Terrenal y es lógico que hallándome yo también próximo a él, quisiera viajar hacia el sur por encontrarlo. Bien es verdad que no hay escritura de latinos ni de romanos que certifique el lugar exacto de su emplazamiento, aunque algunos gentiles dijeron que se encontraba en las islas afortunadas, que son las Canarias, pero esa afirmación a mi juicio no tiene demasiado fundamento científico. Porque san Isidro y Beda y Estrabón y el Maestro de la Historia Escolástica y san Ambrosio y Escoto y todos los teólogos coinciden en que está en el oriente. Y precisando más, dijeron que está en el fin de oriente porque es un lugar de temperatura ideal, como abril y mayo en Andalucía y las sementeras como trigo en el mes de mayo en la campiña de Córdoba.
     La sagrada Escritura atestigua que Nuestro Señor hizo el Paraíso Terrenal y en él puso el árbol de la vida y de él sale una fuente de donde resultan en este mundo cuatro ríos principales, uno de los cuatro es el Ganges que está en la India. Por eso yo cuando vi que había encontrado tierras infinitas y el agua del mar dulce porque la corriente del río impedía en más de cuarenta leguas el agua salada, en seguida supe con toda seguridad que lo había encontrado y que me hallaba cerca del dicho Paraíso Terrenal y creí aquello que dicen los sabios y santos teólogos.
     Y esto además se demuestra porque la tierra no es redonda del todo sino como una pera en la que subiendo como el pezón de una mujer uno se acerca a los cielos y de esta manera al Paraíso Terrenal porque es necesario que esté más cerca del cielo. Y como yo me encontraba en las Indias y en el golfo que llaman de Paría, la temperatura era ideal y la corriente que venía de la tierra era tan poderosa que no podía ser de otra manera, vi que era el río que procedía del mismo Paraíso Terrenal.
     Y ahora espero dedicar los años que me restan, a organizar esta misión con el beneplácito de Sus Majestades y del papa Alejandro. Para lo que vuestra reverencia mandare, El Almirante.

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     Don Cristóbal Colón volvió de su tercer viaje a América preso y esposado en la bodega de un barco. Los Reyes Católicos, a la vista de las informaciones que recibían de la mala gobernación del asunto de Indias, que corroboraban las presiones de sus enemigos en la Corte, decidieron nombrar un juez pesquisidor, don Francisco de Bobadilla,  que investigara el asunto aunque éste acabó extralimitándose en sus competencias y enviándolo a España en esas condiciones junto con sus hermanos.  Cuando los reyes supieron la noticia, dieron orden de que fuese puesto inmediatamente en libertad y en seguida lo recibieron con todo el cariño posible.  Allí el Almirante se arrojó a sus pies llorando y sintió todo el afecto y agradecimiento de los reyes que sin embargo ya no volvieron a encargarle funciones de gobierno. Fue como una jubilación, que luego no llegó a cumplirse.
    Durante la edad media los geógrafos se sintieron en la obligación de localizar en los mapas los pasajes bíblicos. Estas informaciones se confundían con los relatos de los viajeros famosos como Marco Polo y con las narraciones de la literatura fantástica. El Almirante mezcló todo esto con sus conocimientos científicos.
    Cristóbal Colón hizo cuatro viajes a América. El primero, del descubrimiento, desde el 3 de agosto de 1492 hasta el 4 de marzo del año siguiente. El ambiente era de tal optimismo que en seguida se organizó el segundo, en el que algunos afirman que ya encontró tierra firme pero que lo ocultó, y que empezó el 25 de setiembre de 1493 y terminó el 11 de junio de 1496. Después de este viaje el entusiasmo se fue diluyendo al ver que con el negocio de las Indias sólo aparecían problemas pero ni el oro ni las especias se encontraban como Colón había asegurado.  Por eso hubo muchas dificultades para encontrar voluntarios para un tercer viaje, que fue desde el 30 de mayo de 1498 a primeros de octubre de 1500.  Empujado por los Reyes Católicos, porque temían que los portugueses, que ya andaban por América, tomaran la delantera, y confiaban en la reflexión de Colón que quería encontrar el paso para el final del oriente, acabó embarcándose por cuarta vez desde el 11 de mayo de 1502 hasta el 7 de noviembre de 1504.
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El penúltimo lamento

DON CRISTÓBAL COLÓN

     Una de las cosas que más quebrantan mi alma, a estas alturas de mi vida cuando los años empiezan a resquebrajar mi cuerpo, que no mi voluntad, y tengo la certeza de haber cumplido plenamente el encargo que el Altísimo me hizo de hacer realidad los mensajes de los Profetas y de esta forma haber llegado a la cuna de la Cristiandad, es la torpeza de los hombres vulgares que no aciertan a entender por su negligencia y sus pecados, el último sentido de mi proeza. Y no es que no me haya costado esfuerzos y sinsabores, que los mandatos divinos suelen producir dolor en el alma cuando llevan aparejados cosas de fe y de misterio, es que sufro en mis sentidos y entendimiento el vacío de la incomprensión y el desamparo. Porque bien se puede entender la incredulidad primero del descubrimiento pero cuando ya todos conocen que el imperio de Castilla ha llegado hasta el oriente para salvar a la Cristiandad, sólo es posible que no entiendan estas verdades quienes son ruines a la gracia divina. Y sé que algunos en su delirio se han burlado de mi encargo divino mientras otros cual gentiles lo han entendido como una adivinación supersticiosa.
     Por eso desde que supe que la divina Providencia me había elegido para ganar para la Cristiandad las tierras más grandes que imaginarse pueda alguna mente humana, ofrecí mis servicios al Señor Rey de Portugal don Juan II como príncipe cristiano en cuyas tierras estaba acogido y donde había establecido mis lazos familiares.  Pero una decisión sin duda torpe e incomprensible en quien tiene la misión divina de hacer rico y próspero un pueblo, me hizo abandonar las tierras lusitanas, en las que además mi mujer había muerto, y alcanzar la patria andaluza de la España poderosa con mi hijo don Diego aun pequeño, por si este país, adelantado en conocimientos marinos, era capaz de entender mi mensaje y el encargo divino que se me había hecho. Pero las malas lenguas que siempre son ambiciosas y no perdonan el éxito de los demás y no entienden que haya personas elegidas para atender las misiones divinas, dijeron que había salido huyendo como un perseguido y que incluso había robado documentos importantes de la Corte lusitana, en los que me había basado para el negocio del descubrimiento. Que es seguro que todo ello fue inventado por espías portugueses que tanto han maldecido que yo fuera atendido por los Reyes de Castilla que a ellos cupo la gloria del descubrimiento. Y eso aconteció porque las relaciones entre ambos países eran tan malas que hasta se consideraban prisioneros de guerra los marineros que se pasaban de las líneas de meridiano señaladas por los tratados.
     Aquí pasé unos años difíciles sólo compensados por el cariño de los frailes de la Rábida, en especial Fray Juan Pérez y Fray Antonio de Marchena, la ilusión de ver cómo mi hijo iba creciendo en edad, salud y sabiduría y cómo la Santa Trinidad le había regalado con un hermano español y andaluz. Aquí también en esta tierra tuve muchas dificultades en hacer llegar a los reyes mis proyectos y mis servicios aunque comprendo que la situación política y militar no era la más adecuada para iniciar nuevas tareas complejas y difíciles. Por eso tuve paciencia y aguardé serenamente a que las cosas se fueran aclarando para ver si había tiempo oficial para atender mis ofertas y mis regalos al reino. De todas formas he de confesar que a veces las fuerzas flaqueaban y por ello mandé a mi hermano Bartolomé a Inglaterra y Francia para que se entrevistara con el rey y le fuera explicando la misión que la Providencia había tenido a bien encargarme. Aunque debo reconocer que a diferencia de lo que pasó en Portugal, aquí los Reyes tomaron algunas sugerencias interesantes que al menos servían para darme esperanzas porque suponían que no rechazaban del todo mis propuestas.
     Estas iniciativas como la creación de una comisión de expertos con los que debía discutir mis proyectos, tuvieron efectos beneficiosos para mis intenciones aunque fuera de manera indirecta. Y así además de mantenerme, conseguí ganarme el afecto de personas influyentes que a la postre fueron valedores ante los Reyes de España.  De todas formas mis problemas fueron muy grandes porque tuve que sufrir la humillación  no sólo de tener dificultades económicas y de subsistencia sino que lo más grave fue tener que discutir con una turba de inexpertos e ignorantes las cuestiones científicas y religiosas que avalaban mi proyecto. Estos supuestos conocedores de asuntos de estrellería, cosmografía, marinería y sobre todo de teología pretendían convencerme de que yo estaba equivocado en mis cálculos y de que era imposible alcanzar el oriente por el occidente. Pero sobre todo su torpeza era mayúscula porque no supieron nunca captar el encargo que la divina Providencia ponía en mis palabras y en mis intenciones. En este punto sobre todo fue dónde pude descubrir su racionalismo limitado y sus escasos conocimientos de la Biblia.
     Pero al fin la inspiración divina alcanzó a los Reyes de España y a su secretario don Luis de Santángel que les hizo ver que en todo caso nada perdían con ayudarme a conseguir lo que yo prometía. Y así me fue posible llegar a las Indias y alcanzar tierra firme en ese territorio que han dado en llamarle Cuba, tal como juraron todos los que me acompañaban en ese viaje feliz por sus resultados y a los que amenacé con cortarles la lengua para evitar que mintieran y que ahora cuando me faltan las fuerzas incluso para escribir, recuerdo con nostalgia y veneración y agradezco a la Santa Trinidad por el resultado feliz de tantos esfuerzos como he tenido que realizar. Por eso me pareció justo motivo dirigir mi proclama en la que anunciaba el descubrimiento de las Indias al mundo entero, a don Luis de Santángel que había sido el protector enviado del cielo para defender los derechos del Altísimo. Y a él le hice saber en 15 de febrero de 1493 la gran victoria que nuestro Señor me había dado en aquel viaje en el que hallé muchas islas pobladas con gente sin número y cómo de todas ellas tomé posesión en nombre de Sus Altezas con pregón y bandera real extendida. Y cómo así mismo alcancé Mangi, de la que hablaba ya el famoso viajero Marco Polo.
     De esta forma yo, únicamente con la ayuda de la divina Providencia que ha sido benigna, he conseguido para la Cristiandad lo que los profetas y los hombres más sabios del mundo habían predicado que se cumpliría antes del fin de los tiempos  que está muy próximo a llegar.
     Pero el encargo que se me hizo por el Creador no ha estado libre de angustias y sobresaltos. Antes al contrario, he tenido que sufrir todas las humillaciones posibles que un hombre como yo, elegido para extender la Cristiandad por el mundo, ha soportado, como también lo hizo el divino Salvador, en toda su vida. Y así me he visto maldecido, insultado, burlado y despreciado por seres miserables que sólo buscaban atender sus intereses y sus egoísmos y no como yo, la gloria divina y el engrandecimiento de nuestra Sacrosanta Religión. Y por ello yo he vestido desde mi segundo viaje a las Indias el hábito de franciscano para que todos entiendan que es mi devoción la que me impulsa y ha impulsado a los trabajos que me ha dado la vida. Y así a mí y a mi familia, a quienes hice  partícipes de la gloria del descubrimiento, se nos ha insultado llamándonos los faraones como si hubiese sido nuestra intención aprovecharnos de la gobernación para intereses propios inconfesables. Y ahora no quiero sino recordar la gran afrenta que se me hizo cuando se me abandonó sólo con los míos y mis amigos más de un año a punto de perecer en la isla de Jamaica en donde un enviado del cielo como yo hubiese sido perdido para la historia y para el mundo muerto por el hambre y las enfermedades y de que me pude salvar por mi industria según que les anuncié a los indígenas que un eclipse que sabía acontecería, era castigo de los dioses por no ayudarnos más en los alimentos.
     Y hasta se me ha desposeído de aquello que gané en justa lid y que me había sido cedido graciosamente por Sus Majestades los Reyes de España y que me veo ahora en la necesidad de que se me restituya no ya para mi, que estoy muy próximo a rendirle cuentas al Altísimo, sino para mis sucesores que tienen el derecho de gozar de lo que es legítima herencia suya. Que los negocios importan sobre todo.
     Por ello he tenido que dedicar estos últimos años de mi vida en pleitos y demandas para ver si la torpeza humana era capaz de superar su error y aceptar la justicia de mis exigencias. Pero en estos momentos cuando la gota no me deja casi moverme y las fiebres me tienen derrotado, mis ojos se llenan de lágrimas por el desamparo en que me encuentro y que ahora no tengo ni el consuelo de las cartas amigas y sólo me queda mi familia y mi estimado amigo el reverendo Gaspar Gorricio, a pesar de que yo he sido, por la gracia de la divina Providencia, uno de los hombres a quienes la Cristiandad le debe perpetuo agradecimiento. 

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     Cristóbal Colón murió en Valladolid el día 20 de mayo de 1506 mientras esperaba una nueva cita del rey Católico, a quien pretendía leer su enésimo memorial de agravios. Murió solo y abandonado y nadie se hizo eco de su muerte.
     Los últimos años los había pasado en pleitos permanentes con la Corona reivindicando lo que consideraba sus legítimos intereses. Las demandas siguieron después y se hicieron famosas por su complejidad jurídica y su duración. El propio Colón aconsejaba en su testamento a sus herederos que no abandonasen y que en lugar de hacer menguar la herencia, se esforzasen por  aumentarla.
     A este olvido contribuyó su carácter de una altanería insoportable, sus nulas cualidades de gobernante y su trato con la gente. Es famoso el juramento que obligó a hacer a sus acompañantes cuando estaban en Cuba, de que la tierra que pisaban, era el continente, lo que es una muestra de soberbia y falta de respeto, incluso en el caso de una opinión técnica, y una forma intolerable de avasallar. Colón estaba empeñado en demostrar que de ninguna manera había fracasado en su deseo de llegar a las Indias y siempre defendió que había llegado al oriente. Murió con ese convencimiento. O su orgullo no le permitió reconocer una realidad que ya se hacía palpable.
     De todas formas y pese a sus defectos, no fue justa la forma en que se desentendieron de él al término de su vida la opinión pública y las autoridades. Al fin y al cabo alcanzó la que quizá pueda ser considerada la mayor proeza de la historia. 
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DERROTA DEL IMPERIO AZTECA

Los aztecas

MOCTEZUMA I

     Los aztecas creían que el mundo había existido ya varias veces consecutivas. Concretamente cuatro. Una era había sido dominada por la materia, otra por el agua, la tercera por el viento y la cuarta por el fuego. En su opinión estamos en la quinta, que es la del Sol, que vive y se alimenta con la sangre especialmente humana, de la que necesita para su subsistencia. Y que se encarna en Huitzilopochtli (Vichilobos le llamaban los españoles) que tiene como misión someter a todas las naciones de la tierra. La vida del Sol es la que alienta esta quinta era en la que existimos y nos movemos.
    Es por tanto la primera obligación de los creyentes dar su sangre al Sol y buscarle toda la que sea necesaria para que se conserve fresco y lozano y pueda a su vez darnos a nosotros la vida. El pueblo elegido debe ser fiel a este compromiso para no caer en pecado y por ello en desgracia. Todo lo que no sea favorecer este imperativo, será castigado severamente por los dioses guardadores del Sol. A Huitzilopochtli lo representaban con unos ojos dramáticos y tenía el vientre rodeado de grandes serpientes de oro.
    Para cumplir con la liturgia "se hacían muchos sacrificios de sangre así de las orejas como de la lengua; otros se sacrificaban de los brazos y del pecho y de otras partes del cuerpo pero porque en esto de sacarse un poco de sangre para echar a los ídolos es como quien esparce agua bendita." El rito del sacrificio se hacía así: "Tenían una piedra larga en la que tendían a los desventurados de espaldas y con el pecho muy tenso porque les tenían atados los pies y las manos. El sacerdote con un navajón, como el pecho estaba tan tenso, abría al desventurado y de presto le sacaba el corazón con el que hacía una mancha en el umbral del altar de la parte de fuera."  Todo este proceso suponía la antropofagia y la embriaguez como parte del rito. Y como el ansia de sangre que tiene el Sol, según los sacerdotes, era tremenda, los aztecas se veían obligados a buscar cautivos y esclavos entre los pueblos que dominaba, para satisfacer esa demanda de carne humana. Cuando los españoles entraron en la sala de los sacrificios, había un ambiente vomitivo. Las paredes y el suelo chorreando sangre así como los sacerdotes que tenían horribles mutilaciones. Se veían esparcidos trozos de carne humana. Algún historiador ha cifrado en 20.000 las víctimas sacrificadas en un año.

Cultura de la guerra

     Los aztecas habían venido del norte. Como otras tribus de la misma familia, huían de los ambientes inhóspitos en los que la nieve hacía difícil la existencia y buscaban climas más cálidos que facilitaran un sistema de vida más razonable.
    Pero su camino no había sido de rosas ni lo habían recorrido saludando afablemente a las tribus autóctonas con las que se encontraban porque la lucha por la supervivencia siempre es cruel y despiadada y ellos mismos tampoco se andaban con chiquitas. Precisamente en su deambular por los caminos se toparon con una tribu llamada de los culhúas y no tuvieron otra cosa que hacer que desollar viva a la hija del jefe, y sacrificarla a sus dioses. Por ello de ésta y otras aventuras de ese estilo, les vino la fama que tenían entre los pueblos vecinos, de pendencieros, crueles, depredadores, ladrones y falsos a su palabra. Lo que se dice, una joya.
    El imperio azteca se sostenía en el dominio y vasallaje de una multitud de pueblos sometidos que se limitaban a pagar tributos pero que no asimilaron esa cultura dominante. Posiblemente ni siquiera se interesaran por ello los propios aztecas a los que les bastaba cubrir las necesidades que surgían de sus obligaciones religiosas y las que derivaban de su propia subsistencia. Y como eran poderosos, supieron crear un mercado floreciente, que sorprendió a los conquistadores. Periódicamente enviaban a sus agentes a reclamar los impuestos y gravámenes en personas y mercancías y no volvían a tener contacto con esas tribus. Fueron precisamente estos pueblos, especialmente los tlaxcaltecas y tetzcocanos aliados de Cortés, los que, hartos del dominio azteca, ayudaron a los españoles en su conquista. Su civilización era bastante compleja, lo que sorprendió a los españoles que notaron en seguida el fuerte contraste con el bienestar templado en que se vivía en las islas del Caribe.

Conservadores y progresistas

     Pero en la clase dirigente había también otra forma de pensamiento diferente a la conservadora místico‑guerrera. Bien es verdad que era un partido minoritario pero ejercía de conciencia crítica sobre la permanente huida hacia adelante de los seguidores de Huitzilopochtli que cada vez eran más exigentes.
    Los progresistas cuestionaban la intransigencia de ese espíritu guerrero y hablaban de un dios más cercano y más próximo a los hombres. Esta corriente de opinión había asumido la antigua cultura tolteca, un pueblo pacífico que había sido absorbido por los aztecas y que practicaban una religión mucho más templada y humana. "Sólo un dios tenían, / lo tenían por único dios, / lo invocaban, le hacían súplicas, / su nombre era Quetzalcoatl" cantaban en un himno religioso los antiguos toltecas. Una vez unos hechiceros le pidieron que siguiera el rito de los sacrificios humanos pero él nunca quiso porque "amaba mucho a su pueblo."
    Por eso a la hora de juzgarlos, las cosas no son tan sencillas, sobre todo cuando los testimonios son interesados. De los aztecas hay suficiente información como para tener una opinión meditada. A pesar del eterno argumento de los intransigentes (o estos libros dicen los mismo que los textos sagrados y por tanto son inútiles o dicen algo diferente y por ello son heterodoxos, por lo que en ambos casos merecen ser quemados) que destruyeron mucha información cuando la conquista, quedan reseñas tanto de su vida como del proceso de la conquista desde la visión de los vencidos. Códices con jeroglíficos ideográficos y narraciones en lengua nahuatl con caracteres del abecedario castellano. Cantares compuestos por poetas indígenas supervivientes o narraciones que se tomaron de la tradición oral de otros documentos. Sirva como ejemplo la "Historia general de las cosas de Nueva España" que recoge testimonios de viejos indios que fray Bernardino de Sahagún se dedicó a tomar.
     En el lado opuesto están las opiniones de los pueblos sometidos cuyos testimonios sobre las virtudes aztecas no podían ser muy favorables. Y luego los conquistadores que naturalmente necesitaban justificarse en nombre de la cultura y sólo apreciaron lo escandaloso.

QUETZALCOATL

     Todas las religiones tienen en su esquema conceptual el pronóstico de una segunda venida o el regreso de quien vendrá a poner las cosas en su sitio. Convencidos de la transitoriedad de esta vida y descontentos con la realidad de cada día, que es injusta, pecadora y descreída, incluyen en su escatología un final de los tiempos en el que se resolverán las frustraciones de la vida. Es un tipo de espera que sirve como terapia y arquetipo de la felicidad. Y esta utopía de la segunda venida también la consideraban los aztecas. La referían a Quetzalcoatl.
    Pero el aplazamiento permanente de esta esperanza humana en un bien futuro, el no fijar fecha y dejarlo para más adelante sin saber cuándo, resuelve la tensión que produciría su llegada.  Una mezcla de temor e ilusión rodean esta profecía porque si es verdad que con su cumplimiento todo empieza, también lo es que todo acaba y no es fácil la certeza de que será necesariamente bueno el futuro.  Una cosa así les pasaba a los aztecas cuando alguien recordaba la profecía, por lo que el tema se tocaba de pasada.
    Quetzalcoatl era probablemente el dios más popular entre los mejicanos porque lo respetaban todos los pueblos nahuas que habitaban esta zona del mundo. Se le representaba en forma de Serpiente Emplumada y generalmente se le consideraba el dios de los vientos. Un dios tribal que después de civilizar a su pueblo, se había marchado hacia oriente dejando el mensaje de su regreso de salvación. Seguramente el pensamiento de los naturales de estas tierras confundió al dios con un sacerdote del mismo nombre del que habían recibido la sabiduría y el conjunto de todas las artes. Que vivía en la meditación, la abstinencia y la castidad hasta que desapareció un día de un año 1‑Caña en el golfo de Méjico. Era el dios‑hombre de la esperanza. Lo imaginaban de color blanco y con largas barbas. 

…………………….Espíritu guerrero…………………….
     Moctezuma I había nacido en 1390 y murió en 1469, siendo emperador azteca desde 1440 hasta su muerte.
    Por su carácter y energía fue llamado de sobrenombre "rayo del cielo" o "cólera divina" o simplemente "el colérico."
    Con él empieza el verdadero imperio azteca, que en realidad era una confederación formada por Méjico, Tezcoco y Tlacopán.
    Los aztecas o mexicas fueron una de las tribus que se llamaron a sí mismas "nahuas" porque hablaban el idioma "nahuatl". Llegaron al valle de Méjico en 1215 y fundaron la ciudad de Tenochtitlán (Méjico) en una zona pantanosa en el siglo XIV. Según su doctrina oficial la elección del sitio vino dada porque se habían cumplido las profecías que anunciaban que encontrarían la tierra de promisión cuando vieran un águila comiendo una serpiente. Sus enemigos dicen que se establecieron allí porque habían sido rechazados por todas las tribus vecinas debido a la mala fama que tenían y a su espíritu guerrero que les hacía intratables.
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 El cumplimiento de los presagios

 MOCTEZUMA  II

     La posibilidad del regreso de Quetzalcoatl empezó a barruntarse hacia 1506‑1507 de la era cristiana cuando apareció en el cielo una cosa maravillosa y espantosa al mismo tiempo, al decir de los cronistas, que parecía una llama de fuego muy grande que se levantaba por oriente después de la media noche y desaparecía al llegar la mañana. Su luz era tan intensa como a pleno día. Y este fenómeno duró al menos un año. Los sacerdotes lo interpretaron como una señal de alarma, como el anuncio  de que iba a ocurrir alguna gran desgracia, que era lo que todos sospechaban.
    Poco a poco las cosas se fueron complicando. Un tiempo después  se incendió un templo de tal forma que el agua que echaban para apagarlo más parecía hacer crecer las llamas hasta que al final todo quedó reducido a cenizas.  En otro templo cayó además un rayo cuando llovía apaciblemente y no había ninguna señal de tormenta y no hubo trueno ni ruido de ninguna clase.
    Y así se les fue enturbiando la vida a los aztecas con las señales que no paraban de producirse. Una voz de mujer, la de la diosa Madre, se oía por las noches gritando: "¡Hijos míos, ya nos perdemos. ¿Dónde os llevaré?" Y así hasta ocho señales diferentes, que los sacerdotes siempre interpretaban en el mismo sentido. Lo último fue la aparición de monstruos en cuerpos monstruosos que una vez que se los presentaban a Moctezuma, desaparecían sin dejar rastro.
    El desconcierto empezaba a extenderse por todas partes y los adivinos echaban mano de sus conocimientos y la imaginación para averiguar por donde vendrían los tiros. Que si el imperio estaba en peligro, que si serían derrotados por un gran ejército, que si los dioses les castigarían con pestes o temblores de tierra por no haberles sacrificado las víctimas necesarias. Alguien recordó que el dios‑hombre Quetzalcoatl se había marchado hacia oriente, prometiendo su regreso algún día. Puestas así las cosas, esto no era necesariamente malo.
    Con todo ese ambiente, cuando aparecieron los primeros navíos españoles, a los que estaban en la costa y nunca habían visto a nadie venir por el agua ni pensaban que fuera posible, les causó un gran espanto y admiración lo que estaban viendo y corrieron a dar cuenta a Moctezuma de la noticia. Hacía ya algún tiempo que se comentaba que se habían visto en el mar casas flotantes y eso les tenía en guardia pero ahora venían también seres vivos en forma de hombres.

 Los dioses

     Todo ese lío de los presagios había originado entre la clase política y religiosa más influyente uno de los debates teológicos más enconados que se recuerdan de la época. Solo que la llegada de los españoles les había puesto más nerviosos.
    Los dos bandos estaban claros. El grupo de los sectores ortodoxos tenían por cierto que se habían cumplido las profecías y era llegada la hora del regreso de Quetzalcoatl.  Ya lo venían diciendo desde que aparecieron las señales adivinatorias y esta realidad confirmaba sus predicciones. ¿No estaban acaso en un año 1‑Caña, el mismo en el que había nacido Quetzalcoatl y también el mismo en el que había salido para oriente?
    Pero los racionalistas no acababan de convencerse de que los recién llegados fueran dioses y buscaban explicaciones provisionales a la espera de comprobar documentalmente su naturaleza. Con las primeras informaciones, por ejemplo, habían afirmado que los llamados barcos no eran sino peces voladores o pequeños monstruos que a veces, decían, aparecen en el mar.
    Por su parte Moctezuma se movía entre la astucia del político y la fe del creyente. Su espíritu estaba extrañamente inquieto y pensaba que lo mejor era ganar tiempo y así entre la incertidumbre, la estrategia y el recelo, jugaba a la ambigüedad y enviaba recados de reverencia a Hernán Cortés para que al tiempo sus enviados le trajeran información precisa que aclarara el barullo. Y por si acaso, le mandó las ropas de Quetzalcoatl que estaban guardadas en el templo y le recibió como a alguien que volvía a su casa y a su pueblo.
    Pero la gente de la calle, que era más inculta y por tanto más timorata, empezó a dejar a un lado las disquisiciones bizantinas y aceptó de entrada que los navegantes eran sin lugar a dudas dioses y como a tales empezó a llamarles y a temerles.  La tensión era  bastante contradictoria. Por una parte la llegada del hombre‑dios que había vivido siempre de manera ejemplar y era un ser muy sabio y muy cariñoso tenía que traer necesariamente la buena nueva a su pueblo y desde ese punto de vista las cosas se presentaban con razonable optimismo. Pero los sacerdotes, quizá porque temían perder el poder, seguían diciendo que las señales y los presagios no eran favorables. Y la verdad es que cualquier cambio, sobre todo si es una ruptura total con lo que se está viviendo, produce mucha inquietud a cualquier ser humano.
    Por eso la situación era muy compleja y difícil para todos. Además uno puede creer que los dioses adoptan cuerpos humanos para visitar el mundo de los mortales, como decían los libros sagrados, pero de ahí a tocarlos, verlos, hablarles y convivir con ellos hay mucha diferencia. El propio Moctezuma, cuando oyó la narración que le hicieron sus emisarios no sólo del aspecto físico de los españoles (eran blancos y con barba como por tradición se decía que era Quetzalcoatl) sino sobre todo de su capacidad de hacer prodigios, se espantó muchísimo, comenzó a temer, a desmayarse y a sentir gran angustia. Pensó incluso huir y esconderse en alguna cueva o irse de este mundo al infierno o al paraíso terrenal o a algún otro lugar secreto. Y su temor se acentuó cuando envió a los nigromantes y adivinos para que le cerraran los caminos y vio que eran totalmente ineficaces.
    Moctezuma era en verdad un personaje más de maneras que de fondo. Como esas personas que anteponen la formalidad y el rito a cualquier otra cosa. Por eso lo describen como serio, religioso, pulcro, autoritario, duro y preocupado por el orden, la obediencia y la disciplina.

Los hombres

     Luego poco a poco las cosas se les fueron aclarando a los mejicanos. Habían llegado incluso a creer que eran seres mitológicos, mezcla de ciervo y hombre, los que cabalgaban sobre caballos. Ciervos de Castilla los llamaron. Y hasta eso se les derrumbó.
    En la convivencia apreciaron sus defectos, su avaricia por el oro, al que buscaban por encima de todas las cosas. Vieron que venían en son de guerra y no soltaban bondad por ninguna parte y que incluso se aliaban con los pueblos enemigos para conquistarlos más fácilmente y tenían un dios de la guerra al que llamaban Santiago y al que invocaban en las batallas. Era verdad que tenían unas armas muy poderosas pero eso sólo significaba  que eran más fuertes pero de ninguna manera formaban la corte de Quetzalcoatl. Para colmo ni siquiera se lavaban.
    Y como humanos, eran crueles y despiadados con las personas y no respetaban ni sus tradiciones ni a sus dioses a los que destrozaban en cuanto podían. Por eso llegaron a la conclusión de que en lugar de ser teteos ‑dioses‑ eran popolocas, es decir, bárbaros. Y desde ese momento comprendieron que era una lucha sin cuartel por la supervivencia de forma que o les derrotaban o eran aniquilados. Y en la tesitura en que estaban, no cabía otra opción. Ello explica que se sublevaran incluso contra Moctezuma, que se había pasado al enemigo y los había traicionado.

………………………….Perfil del personaje………………….
     Moctezuma II, el joven, nació en 1466. Era sumo sacerdote cuando fue elegido para suceder a un tio suyo como emperador azteca en 1502. Estaba en el poder cuando llegaron los españoles.
    Murió en junio del año 1520 a consecuencia de las heridas que recibió al ser apedreado por sus súbditos una vez que Hernán Cortés le obligó a arengar a la multitud para aplacarla en su deseo de venganza a los españoles. Entonces ya había perdido todo su prestigio porque los aztecas habían percibido su traición. Los cronistas indígenas dicen sin embargo que fue asesinado por los españoles.
    Cuando Hernán Cortés preguntó por primera vez cómo era, los enviados se lo describieron como hombre de mediana edad, ni viejo ni gordo y delgado y enjuto. Bernal Díaz del Castillo lo describe como "de buena estatura y bien proporcionado, cenceño, de pocas carnes, ni muy moreno sino del color propio de indio. El rostro  algo largo y alegre y los ojos de buena manera y mostraba en su persona en el mirar por una parte amor y cuando era menester, gravedad”.
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Los trabajos de los lenguas

DOÑA  MARINA

    Aunque casi toda su vida la pasó guerreando con la palabra y viviendo de la milicia, si doña Marina era o no de armas tomar, es algo que no está muy claro entre los cronistas porque el perfil que describen, siempre es de consideración y respeto ante alguien superior. En ello posiblemente influya el agradecimiento a su trabajo porque es evidente que sin su colaboración, o no se hubiera llegado a Méjico o se hubiera hecho con muchas más dificultades y muchos más problemas. Pero también debió influir y mucho, su propia personalidad, que sobresalía entre sus compañeros de ejército. Marina o doña Marina tenía "mucho ser", y era "señora de vasallos y bien se le parecía en su persona".
    Dos detalles del lenguaje ofrecen una pista muy clara de la servidumbre que le tenían unos y otros, invasores e invadidos, españoles e indígenas. La india regalada a Cortés por los naturales de Tabasco como esclava y bautizada después con el nombre de Marina, era doña Marina, título que ni el capitán general tenía aunque hubiese pasado un par de años en Salamanca. Doña Marina no era bachiller, no había estudiado a Aristóteles ni conocía las artes liberales pero consiguió los grados académicos por su personalidad, fortaleza y su "ser", es decir, su valor metafísico.
    Además en ella se dio una transferencia insólita para la época e incluso en nuestro tiempo. los españoles habían traducido su nombre natural de oídas por Malinche y así la llamó todo el mundo. Pero esta palabra dejó de usarse como nombre propio y pasó a ser sinónimo de jefe, rey, capitán y cosas por el estilo. Y hasta al propio Cortés se le llamó Malinche. El nombre de una esclava como signo de distinción cuando todavía hoy es la mujer la que recibe el apellido del marido.
    Doña Marina, "hermosa como diosa", dicen los que la conocían que era de natural simpático, parlanchina pero prudente, elegante con recato y con la mirada misteriosa y sugerente de sus antepasados orientales. Bernal Díaz del Castillo, narrador y protagonista de la conquista de Nueva España, asegura que era "gran cacica e hija de grandes caciques" y también "de buen parecer y entremetida y desenvuelta". Sin embargo Hernán Cortés no debió apercibirse al principio de todas esas buenas cualidades cuando la cedió en el reparto a Hernández de Portocarrero, que "era muy buen caballero y primo del conde de Medellín". Y es más sorprendente todavía su despiste cuando se leen en los cronistas de la época las críticas que a veces le hacían por su falta de justicia en el reparto de las indias guapas. Y tampoco se entiende que esperara el regreso a Castilla de Portocarrero para tomarla consigo cuando era dueño y señor de vidas y haciendas.

Los españoles

     Oficialmente doña Marina fue para Hernán Cortés una lengua, como se llamaba entonces a los intérpretes y a ella correspondió traducir a los aztecas todo el discurso de los españoles, algo bastante complejo por las condiciones en que tuvieron que hacerlo. La cosa funcionó de la siguiente manera: Al llegar a las costas del Yucatán donde vivían los mayas, los españoles tuvieron la suerte de encontrar a un compatriota, Jerónimo de Aguilar, que a causa de un naufragio había vivido con estos pueblos y aprendido su idioma. A su vez como doña Marina era azteca y luego había vivido con los mayas de Tabasco, sabía hablar ambos idiomas.  La solución, pues, era fácil: Jerónimo de Aguilar traducía al maya el discurso dicho en castellano y luego doña Marina lo pasaba al nahualt, es decir, al azteca. De esa forma Hernán Cortés se entendió con Moctezuma. Pero es lógico pensar las dificultades que tendrían para explicar por este procedimiento los dogmas y misterios de la religión cristiana y el sistema político‑administrativo del Estado español, si además se tienen en cuenta las mentalidades tan dispares de los interlocutores.  
    Pero doña Marina en la práctica hizo de ministro de asuntos exteriores, jefe de relaciones públicas y de protocolo, consejera personal y pacificadora de indios.  Luego y además, pero no sobre todo, fue compañera, amante y madre de un hijo de Hernán Cortés. "Fue gran principio para nuestra conquista, y así se nos hacían todas las cosas, loado sea Dios, prósperamente". Acostumbrada a traducir el pensamiento de su jefe a los indios, llegó un momento en el que interpretaba el discurso de los españoles como algo propio y no necesitaba las palabras castellanas para presentar argumentos en una empresa a la que defendió con lealtad y de la que se sintió orgullosa en participar porque "Dios le había hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés y ser casada con un caballero como era su marido Juan Jaramillo". Su cercanía al poder y la autonomía de que gozó, resolvieron a los conquistadores muchos problemas de comunicación.
    Doña Marina, por citar alguna intervención notable, está implicada en la historia oficialista de la llamada matanza de Cholula. La versión de los españoles es que fue ella la que descubrió la traición de los chaltecas porque una cacica le animó a casarse con un hijo suyo y en la conversación le confió el secreto de lo que preparaban. La leyenda negra ha culpado siempre a los conquistadores de que fue una acción desproporcionada y sin ninguna justificación. El propio Cortés dice que murieron más de tres mil indios en poco más de dos horas.
    El asunto de los amores merece consideración aparte. A los españoles les estaba absolutamente prohibido tener relaciones sexuales con personas "fuera de la ley", es decir con paganas. Pero la solución era fácil. Bastaba el bautismo para hacerlas  cristianas y así el pecado era contra el sexto mandamiento pero no contra la fe ni contra le ley del gobierno español. En esta situación proliferaron las violaciones pero también la seriedad como en el caso que nos ocupa, en el que cuando Cortés aceptó el obsequio de las veinte esclavas. El padre Olmedo las bautizo sólo después de haberles predicado "muchas buenas cosas de nuestra santa fe”.
    Marina, o doña Marina, fue para Hernán Cortés durante la conquista de Méjico, la amante oficial, una barragana que le dio un hijo bastardo, Martín Cortés, nombrado luego comendador de Santiago. En la época del descubrimiento y sobre todo tratándose de indias, la posición social de la segunda mujer era una institución relativamente aceptada que no planteaba especiales problemas, especialmente en lo referente a los hijos.  Bastardos famosos ha habido en la historia, que han ocupado puestos importantes en la administración pública. La admiración por los seres superiores facilitaba mucho las cosas. Un cronista comenta el interés de un cacique de que puesto que ya eran amigos, los querían tener como hermanos y así deseaba que "tomásemos de sus hijas y parientas para hacer generación". Y al propio Portocarrero le cedió Cortés más tarde a otra mujer que “era muy hermosa para ser india”.

Los indios

     Sin embargo el personaje de doña Marina tiene dos caras encontradas. Y así ha pasado a la historia. Para sus compatriotas doña Marina fue sencillamente una traidora a su raza y a su pueblo, una colaboracionista con el invasor, que se puso de parte de los españoles y llegó hasta el final con su traición.  Todavía hay quien hoy día utiliza en Hispanoamérica el término malinchismo como sinónimo de traidor.
    Sin embargo es conveniente tener presente un aspecto muy interesante. Porque si bien es verdad que las lecturas de los bandos en guerra es muy diferente y lógicamente contrapuesta en casi toda la historia, en este punto los aztecas no insisten demasiado, posiblemente por la sensación de culpa que les produjo el que ellos mismos la hubiesen convertido en esclava para vendérsela a los mayas y luego también los propios indígenas la hubiesen regalado como tal a los españoles. 
     Al final doña Marina acabó en la ciudad de Méjico como una persona más, sin relieve, como ocurrió a la mayoría de los protagonistas de esta historia. Puede que de ama de casa como cualquier otra mujer de la época y no se sabe si a lo mejor eso es lo que hubiese querido ser siempre.

…….………….De esclava a dueña y señora…………..……
    Hija de un cacique azteca, fue vendida por su padrastro en una tribu maya de Tabasco y entregada por sus amos como esclava a Hernán Cortés en marzo de 1519 junto a otras diecinueve muchachas que fueron bautizadas y que éste distribuyó entre sus allegados.
    En el reparto le correspondió a Hernández de Portocarrero hasta que al marcharse a España, Cortés la tomó para sí y tuvo un hijo con ella, Martín Cortés. Pero una vez terminada la conquista de Méjico, se la cedió a Juan de Jaramillo, con el que se casó y tuvo una hija, María.
    De nombre Malintzin, los españoles lo interpretaron como Malinche hasta que bautizada pasó a llamarse Marina o doña Marina.
    Murió en 1527 en su casa de Méjico cuando aún no tendría veinticinco años.
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La conquista de Méjico

HERNÁN  CORTES

    La nostalgia épica de los poetas aztecas se refleja en este  testimonio: "Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos. Nuestras casas están destechadas y enrojecidos sus muros. Rojas están las aguas, están como teñidas y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre.  Gusanos pululan por calles y plazas y en las paredes están los sesos". Es la descripción que los derrotados hicieron del asalto final a la ciudad de Méjico.  Pero para llegar a esto, tuvieron que pasar muchas cosas y darse muchas condiciones de uno y otro lado.

La guerra

    El que los indios creyeran en un primer momento que los españoles eran dioses o algo parecido, porque no era homologable su concepto de la divinidad con el esquema ideológico de los europeos, tuvo un efecto paralizante para sus decisiones políticas, militares y estratégicas, sobre todo cuando veían que los recién llegados sorteaban las diferentes trampas que los sacerdotes aseguraban de éxito seguro. De esta forma el ejército invasor se encontró con una circunstancia no prevista que facilitó enormemente el éxito de su aventura. Sin bajarse de los barcos, habían conseguido una primera victoria sicológica de especial importancia, que fue decisiva en el desarrollo posterior de la guerra.
    Los cronistas indios cuentan que Moctezuma II recibió a Cortés diciéndole: "Señor nuestro, te has fatigado, te has dado cansancio: ya a la tierra tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México.  Aquí has venido a sentarte en tu solio, en tu trono. Oh, por tiempo breve te lo reservaron, te lo conservaron, los que ya se fueron, tus sustitutos. No, no es que yo sueño, no me levanto del sueño adormilado; no lo veo en sueños, no estoy soñando... ¡es que ya te he visto, es que ya he puesto mis ojos en tu rostro". Estaba pensando en Quetzalcoalt. O al menos en un nivel intermedio de seres mágicos (ángeles o demonios), de héroes con unas virtudes ambiguas y complejas, algo así como hoy pasa en el juego ordinario de los poderes de la divinidad, en el que muchas veces es difícil distinguir la superstición de lo que sea la fe. La eterna alternativa de la razón y los sentimientos.
    Ellos notaban que los españoles sufrían con el dolor y eran mortales, aunque esta circunstancia se podía explicar por el capricho de los dioses en cambiar de cuerpo a su vuelta al único mundo. Sin embargo lo que realmente les destrozaba, era apreciar cómo militarmente resultaban invencibles a pesar de la diferencia numérica de combatientes. Bien es verdad que miles de indios de tribus enemigas ayudaban a los conquistadores, y sobre este dato se han dicho cifras espectaculares como los cien mil tlaxcaltecas, pero los mejicanos siempre eran superiores en número. De ahí la sensación de que llegaba alguien superior, una vivencia en la que se mezclaban emociones viscerales, supersticiones, temor y reverencia ante el más fuerte.
    Junto a este reflejo sicológico, que fue muy importante sobre todo al principio, las explicaciones sobre la victoria de los españoles parecen mucho más sencillas. Era simplemente cuestión de estrategia. Y es que aunque los aztecas conocían el terreno mejor que los españoles, su organización para el combate era totalmente primitiva porque estaban acostumbrados a arrollar a sus enemigos en tropel, siguiendo a sus jefes naturales, y eso era lo único que sabían. Desconocían la formación militar y ni se les ocurría formar una falange. Si el jefe era abatido, todo estaba terminado. Hernán Cortés se dio cuenta en seguida. Por ello buscó abatir a los líderes, que se reconocían al instante por sus atuendos. A más plumas, mayor categoría. Y eso simplificaba mucho las cosas.
    Luego hay que añadir la fuerza de las armas cuyos efectos eran a veces más sicológicos que militares. Al margen de lo limitado de su eficacia ante ejércitos indígenas tan grandes, a los combatientes aztecas les asustaba en plena batalla el ruido del trueno y el dardo de fuego. La alta tecnología militar de los españoles, incluyendo los caballos y los perros, les desmoralizaba en su estructura económica y militar tan primaria. Y no fue cosa baladí lo de los caballos porque Cortés contó después que no tenían, aparte de Dios, otra seguridad que la de los caballos. Y la viruela, una enfermedad desconocida en América, que un soldado de Pánfilo Narváez exportó, y que mató a "gentes sin número".
    Hernán Cortés además hacía lo posible por mantener la confusión y ambigüedad que le proporcionaba esta fama de invencible y de miembro de una estirpe superior. Consciente de que era la forma de asegurar la victoria, aprovechaba cualquier ocasión para sacarle rendimiento operativo. Y así cuando supo que los sacerdotes de los tlaxcaltecas habían asegurado que los españoles perdían sus poderes por la noche, organizó en seguida un asalto nocturno a una aldea para demostrarles su magia. No era el objetivo militar lo que le interesaba.
    En estas condiciones los españoles llegaron a creerse a sí mismos como semidioses, y trataron a los indios como si fuesen niños. Aprovechando el pánico que les producían los caballos, mandó una vez Cortés pasear una yegua en celo ante unos indios revoltosos que no paraban de incordiar y después de llevársela, pidió el caballo de Ortiz, el músico militar, porque era muy aficionado a las yeguas y creía que en seguida percibiría su olor, como así fue. El caballo comenzó a patear, "relinchar y hacer bramuras, siempre los ojos mirando a los índios". Puede suponerse lo que pasó. Algo parecido a lo que sentiríamos nosotros si de pronto apareciera por la calle un desfile de mamuts, de pegasos o de gigantes con un solo ojo y en período de celo.

La política

     Hernán Cortés tenía muy claro que lo que iba a hacer en Méjico era política. Política de Estado. Y desde el principio le hizo saber a su ejército que la victoria militar sólo podía conseguirse si iba acompañada de una estrategia política.  Más aún, que ésta era lo importante y no la guerra por la guerra.  Y a la primera oportunidad que tuvo, le dio una lección a su estado mayor: un capitán llamado Pedro de Alvarado, luego famoso por otras conquistas y que era un famoso imprudente, había llegado el primero a la isla de Cozubel y había atacado a unos indios haciéndolos prisioneros al tiempo que realizaba un pequeño saqueo. Al enterarse Cortés, le echó una solemne bronca, soltó a los cautivos, devolvió lo robado y ofreció disculpas a los caciques porque no le interesaba meterse en conflictos ridículos y malgastar además municiones. Dos veces recorrió el territorio de los mayas y en ningún momento pensó conquistar unas tribus de escaso valor político, militar o económico porque su objetivo sólo era el imperio azteca. Cuando se encontraba en Cempoala, camino de Méjico, llegaron cinco recaudadores de contribuciones aztecas, lo que puso muy nerviosos a los indígenas: Cortés les aconsejó detenerlos y negarse a pagarles, amparados en el apoyo que él les prestaría. Por la noche y en secreto los puso en libertad y los envió a Moctezuma con un recado suyo.
    Pero la política que quería hacer, sólo la entendía dentro de la legalidad del Estado. Ello le obligó a buscar su propia legitimación. Para dejar de depender del gobernador de Cuba, ideó una estratagema ingeniosa y cínica al mismo tiempo, fundando la ciudad de Veracruz y eligiendo su ayuntamiento. La primera decisión de los ediles fue nombrarle capitán general y primer justicia y desde ese momento se consideró legitimado para hablar en nombre del rey, que naturalmente desconocía lo que estaba pasando,  y firmar pactos internacionales. Cortés siempre fue partidario de mantener las instituciones indígenas como forma de asegurar la soberanía de España. Y nunca dejó de apartar el quinto real de todo reparto de botín, que correspondía a la corona.
    Esta conciencia clara de lo que quería y de cómo había que conseguirlo, fue lo que le salvó y le permitió triunfar. Hernán Cortés, solo y aislado del mundo civilizado ‑había quemado las naves y ya no era posible el regreso‑, fue estratega político antes que militar aunque la historia le haya dado otra imagen. Y su seguridad y frialdad le permitió subordinar cualquier matanza y cualquier esfuerzo para ganar el reino de Méjico.
    Del imperio azteca, al decir de un poema nativo, sólo quedó "una red de agujeros".

……………………Trayectoria de Cortés……………………
    Nacido en 1485, en Medellín, murió en Castilleja de la Cuesta el año 1547.
    El gobernador de Cuba, Diego Velázquez, le eligió como capitán de una expedición que iba a explorar las costas del Yucatán pero a última hora, dudando de su lealtad, decidió relevarle del puesto. Enterado Cortés de esas intenciones, partió precipitadamente antes de que le llegara el cese. (Noviembre, 1518).
    En su camino hasta Méjico, pasó por Cempoala, una tribu pacífica feudataria de los mejicanos. Venció con muchas dificultades a los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, con quienes acabó pactando ayuda mutua en la conquista del imperio. Después siguió por Cholula y llegó hasta Méjico (Noviembre, 1519) donde fue recibido con todos los honores por Moctezuma II, y al que acabó por secuestrar. Después le contó al rey que la ciudad le había parecido como Córdoba o Sevilla.
    Una imprudencia de Pedro de Alvarado, a quien había dejado al frente de la guarnición mientras iba a enfrentarse con Pánfilo Narváez que había sido enviado por Diego Velázquez, puso en dificultades a los españoles que ni siquiera pudieron ser protegidos por Moctezuma, que fue apedreado por sus súbditos. Ello les obligó a huir de la ciudad mientras eran acosados por miles de mejicanos.  Fue la "noche triste", (1 de julio de 1520).
    Refugiado en tierras de los tlaxcaltecas, de allí partió para el asalto final a Méjico, (Agosto, 1521). A los 35 años ya lo había hecho todo. Los cronistas discutieron el protagonismo colectivo de sus compañeros en la expedición.
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