CÓMO CONTAR UNA AVENTURA

A modo de introducción

 INCONVENIENTES DE LA PRECIPITACIÓN

     Las circunstancias que han concurrido en la recientemente celebrada Conferencia de Madrid, han desmontado el latiguillo repetido por nuestros abuelos, de que la precipitación no es buena consejera. La eficacia de los efectos organizativos, pues lo del resultado político ya es harina de otro costal, han sorprendido a los que desde el ángulo de lo razonable pensaban que no era posible montar un tinglado tan complejo en un corto  espacio de tiempo y desconfiaban de la capacidad de improvisación, no se sabe muy bien si de los españoles o simplemente del ser humano.
    Pero esta oportunidad ha tenido un efecto sicológico que conviene resaltar para el asunto que nos concierne.  De pronto en muy pocos días hemos sabido hasta la saciedad la historia del problema palestino, las circunstancias que se dieron para la creación del estado de Israel y dónde están situados los altos del Golán. Ha sido una especie de bombardeo precipitado que por su escasa duración no ha resultado empalagoso. Ahora sólo queda el recuerdo del acontecimiento y el deseo de que todo acabe bien. Y los más curiosos han podido apilar una documentación suficiente para construir una tesis doctoral. Por eso cuando tantas veces nos hemos quejado de que las cosas sólo tienen éxito cuando se preparan con suficiente antelación, tendremos que cuidar estos juicios de valor, en apariencia de perogrullo.
    El ejemplo contrapuesto a este acontecimiento es justamente todo lo referente a lo que se ha llamado y se llama el 92. Unos juegos olímpicos preparados de acuerdo a la parsimonia de la gente razonable y organizada y el montaje de la exposición de Sevilla hecha a ritmo de años, son un modelo de cómo se hacen las cosas sin precipitación, aunque al final siempre falte algún detalle. Pero las consecuencias sicológicas de esta forma de trabajar no han podido ser más lamentables.
    El permanente machaconeo del 92 no sólo en los medios de comunicación sino también en las conversaciones de cada día ha producido tal tedio y hartura en la gente que, apenas comenzado el año, ya hay quien desea fervientemente que llegue enero del 93 para olvidarse de un retintín tan molesto por lo reiterado. Y como todos pretendemos ser originales, a muchos les proporciona un aire de modernidad manifestar reticencias ante el diluvio de actos públicos o privados que se avecinan. Y no hay crítico que se precie, que no considere fútiles y superficiales estos decorados de cartón‑piedra que vamos a tener que aguantar. Es una consecuencia lógica después de tanto hablar de lo mismo y tienen su parte de razón.  Seguramente si todo se hubiese preparado con precipitación, como en el caso de la Conferencia de Madrid, nuestra reacción hubiera sido otra.

 LA HISTORIA Y EL OLVIDO.

     Sin embargo hasta la fecha se ha hablado muy poco de las razones que justifican esta celebración. Salvo algún comentario o recuerdo del descubrimiento de América, la conquista de Granada,  la consiguiente salida de España de los últimos musulmanes o la expulsión de los judíos, se ha prestado escasa atención a los procesos históricos e ideológicos de aquella época. Incluso los acontecimientos conmemorativos como los juegos olímpicos o la exposición universal pueden ser un estorbo para acercarse al conocimiento y la reflexión de lo que se conmemora. Y no es del todo lógico que lo que se organiza para recordar aquellas cosas, acabe anulando lo que es su excusa. Unos juegos olímpicos son muy importantes en sí mismos, como lo es una exposición universal o la capitalidad cultural pero en España y en este año cobran un sentido unitario que no se puede olvidar.
    Porque revivir el pasado es una forma de vernos en el espejo y cualquier renuncia a lo que sucedió, representa el retraso de los teóricos y la incapacidad de entender el presente. El olvido histórico más que un pecado es una traición a la condición humana. Pero no porque tengamos que considerar como nuestros los errores o los aciertos de nuestros antepasados sino porque la misión de la historia es hacernos inteligibles a nosotros mismos. La memoria colectiva es un patrimonio común de significados y claves que una sociedad no puede tirar por la borda impunemente ya que bastante de lo que somos es consecuencia del pasado. Por ello no es inútil dedicarse en el 92 a hablar del 92, ocuparse en 1992 de comentar de lo que ocurrió en 1492, hace quinientos años. Al margen de cualquier opinión que se tenga, resulta conveniente aprovechar la excusa del quinto centenario para conocer con serenidad y sobre todo sin sectarismos aquella parte de nuestra historia común.
    A veces nuestra colectividad de tanto mirarse el ombligo para condenar absolutamente o enorgullecerse absolutamente, parece una sociedad cansada de recordar no ya lo que pasó sino la opinión sobre las cosas que acontecieron. Estamos mucho más acostumbrados a juzgar lo que pasó que a conocerlo y nuestros juicios morales han sustituido el estudio ponderado de que hicieron hace quinientos años.
    Y no es que cualquier acontecimiento histórico no merezca nuestra atención sino que los centenarios son una excusa cronológica para repensar parte de la vida de lo que pasó y cuyos resultados aun estamos viviendo. Conocer la historia es una forma indispensable de entender nuestra realidad y nuestras instituciones sociales, políticas, religiosas y culturales. Esto pasó con Mozart el año pasado y volverá a ocurrir siempre que haya alguien interesado.
    Además los acontecimientos de referencia no fueron baladíes sino que produjeron una falla definitiva en el proceso de la historia, algo así como el comienzo de la modernidad. De esa fecha se han dicho demasiadas cosas y casi todas tan interesantes que es poco prudente provocar valoraciones generales que siempre son inexactas. Pero como razones de estilo aconsejan traer alguna cita, ahí va ésta que además puede ser polémica: "Probablemente el año 1492 es el más importante de la historia de España," dice un autor extranjero, "la caída de Granada representó la victoria de los ideales de la reconquista. La expulsión de los judíos representó la victoria de la nobleza feudal sobre la clase más identificada con el capitalismo comercial.  Y el descubrimiento de América significó la apertura de nuevas fronteras para las clases dominantes de Castilla". Hasta el papa elegido ese año era español. ¿Fue todo producto de la casualidad?

LA BIOGRAFÍA COMO PROCEDIMIENTO

     Dice Julio Caro Baroja que la biografía ("un género literario que, de vez en cuando, se dice que se descubre") permite darnos una idea del individuo en su medio y es una forma menos rigurosa pero más divertida de conocer la historia "si se salpica con un poco de psiquiatría, psicoanálisis, etc." La biografía permite analizar los pensamientos y los deseos de quienes tomaron decisiones, muy importantes en el caso que nos ocupa, y apreciar las dudas, vacilaciones, pesares, inquietudes y temores de quienes influyeron de una u otra forma en el proceso y son un símbolo de los debates ideológicos o una estructura de poder. Detrás de cada acontecimiento siempre hay un impulso, un liderazgo o una decisión personal aunque, como dicen los filósofos, nadie ha hecho nunca nada solo, salvo su propio nacimiento y su propia muerte. Las personas públicas, que no necesariamente políticos, impulsaron el progreso o lo detuvieron y se reconocen como arquetipo de su tiempo y su entorno.  Sus biografías también nos enseñan la época. Los impuestos que ahogaron a los moriscos granadinos, no se decidieron en referéndum y sólo fueron posibles por existir una cultura dominante que creía, quizá de buena fe, que era lo conveniente pero hizo falta el impulso de arriba; Colón necesitó el apoyo y el dinero real para llegar a la Indias y la bella Susana facilitó la represión de los de su raza y credo.
    Como género literario, dice Fernando Savater que la biografía es "la novela que sabemos escribir los que no sabemos escribir novelas". Y seguramente tiene razón porque la vida como la historia es una novela en opinión de Paul Ricoeur.
    A través de personajes representativos nos asomaremos durante los próximos meses a algo de lo que pasó el año de 1492 y las consecuencias inmediatas que sobrevinieron. Pero no tanto con la mentalidad del historiador científico que sabe mucho de estas cosas sino como espectador ingenuo y crítico que tiene una excusa para pensar en el hombre.  Los datos que hay de la celebración del IV centenario dicen que se celebró con toda clase de triunfalismos. Quizá sea más sensato buscar las certezas y las incertidumbres que hay detrás de toda aquella historia. Como dice el propio Savater cuando escribe biografías, será suficiente con no cometer errores de bulto.
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      Conquista de la isla de Palma, en el desarrollo de dominación de las Islas Canarias.      Publicación de la primera novela sentimental: Cárcel de amor, de Diego de San Pedro.      Aparición de la primera gramática de la lengua castellana, escrita por Antonio de Nebrija.      Toma de Granada, como final del proceso que los manuales llaman reconquista con la desaparición del reino nazarí.      Descubrimiento de América.       Expulsión de los judíos mediante un decreto de los Reyes Católicos.
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